Estos últimos días han estado bastante movidos. Primero por la cortina de humo que alguien tendió a diestra y siniestra valiéndose de un cantante llamado Julión Álvarez y un futbolista que al parecer es icónico en la selección nacional de soccer, Rafael Márquez.
Ello, a partir del trabajo llevado a cabo por la Oficina de Control de Bienes de Extranjeros del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, que incluyó a ambos personajes en una lista de supuestos prestanombres del narcotráfico, en particular de Raúl Flores Hernández quien, también presuntamente, se dedica(ba) a esas ilícitas actividades.
Las autoridades norteamericanas les cancelaron la visa, les congelaron cuentas y propiedades y, por si fuese poco, prohibieron a toda empresa norteamericana hacer cualquier tipo de negocios o transacciones con ellos o con las empresas relacionadas con ellos.
El mismo día, 9 de agosto, el futbolista ofreció una conferencia de prensa para negar (por supuesto) las acusaciones y señalamientos, y en la fuente policiaca se soltaba el rumor de que el cantante chiapaneco podría hacer lo propio en cualquier momento, por lo que hubo guardia permanente ahí en las instalaciones de la procuraduría en Reforma “por si algo”.
Medio México se volcó en redes sociales, medios de comunicación y demás, a hablar sobre el tema, a ver qué pasaba con los ídolos de las multitudes y qué tenían que decir todas las partes involucradas sobre todas las casas, bienes, empresas y buenas acciones relacionadas.
El 9 de agosto hubo anuncios y reacciones por todos lados y, para variar, el propio presidente peña nieto se vio involucrado: el 7 de agosto, dos días antes del desmane con las estrellas, el ejecutivo federal había estado en Chiapas con su amigo Manuelito Velasco Coello y, acompañados por el celebérrimo cantante, hicieron un recorrido por el Cañón del Sumidero, situación que aprovechó para tomar diversas gráficas y una de ellas llegó casi de inmediato a las redes sociales del “primer priista” del país. En ella se apreciaban sonrientes y felices Manuelito, Don Julión y peña. La foto fue “borrada” de Instagram el 9 de agosto.
Supuestamente, tanto la Procuraduría General de la República como la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda estaban enteradas de la investigación que se desarrollaba allende nuestras fronteras, pero al parecer a ninguna de las dos instancias del gobierno federal pareció prudente informar al jefe de jefes y aquel cometió otra de sus ya conocidas pifias.
¿Por qué no hubo alguien al tanto de lo que queda de la imagen presidencial?, ¿por qué no le informaron?, ¿a quién conviene que el sujeto en cuestión siga en boca de una gran mayoría para mal?, ¿quién encendió el fuego amigo y con qué oscuros fines?
Lo importante, estimados amantes de las conspiraciones y creyentes a ultranza de las malas artes de la clase política mexicana (mención especial para el priismo), es lo que sucedió el día siguiente y posteriores, cuando algunos medios de comunicación daban cuenta de un triunfo de Javier Duarte de Ochoa, ya que un juez federal “concedió la suspensión definitiva a dos órdenes de aprehensión en contra del exgobernador de Veracruz solicitadas por el gobierno de su sucesor, Miguel Ángel Yunes”, de acuerdo con la prensa.
Esto significa que el esposo de la que sí merece abundancia le ganó una batalla a su archienemigo, el actual gobernador veracruzano, porque ya no se podrán ejecutar órdenes de aprehensión en su contra por los señalamientos hechos desde tierras jarochas, pero seguirá preso por cargos relacionados con el delito de delincuencia organizada.
Días después llegó el bombazo del diario brasileño O’Globo, que daba cuenta de un pago por 10 millones de dólares (algo así como 178 millones de pesos) que la empresa Odebrecht entregó al ex titular de Petróleos Mexicanos, Emilio Lozoya Austin, como soborno para resultar favorecidos en una licitación para “remodelar” la refinería Miguel Hidalgo, en Tula.
El diario sudamericano, basado en documentos de la propia investigación, señaló que el ex director de esa empresa, Luis Alberto de Meneses Weyll, declaró que los pagos al ex funcionario de Pemex empezaron en marzo de 2012 hasta 2014: “Weyll llegó a México en 2009 dispuesto a poner en práctica el mismo método de cooptación de funcionarios públicos que venía dando ganancias millonarias a la constructora de Emilio y Marcelo Odebrecht en toda América Latina”; además, señala que en declaraciones juramentadas, Luis Alberto de Meneses contó que en 2011, Emilio Lozoya recomendó a Odebrecht que se asociara a la empresa contratista Construcciones Industriales Tapia, para participar en la futura licitación de la construcción de una nueva refinería en Tula, que sería abierta por el gobierno federal.
Por supuesto, todos los involucrados en ese cochinero han negado sociedades, relaciones, encuentros y, evidentemente, el soborno.
Luego llegó el partidazo con sus “mesas de trabajo” (“estatutos, “declaración de principios”, “programa de acción”, “rendición de cuentas y ética” y “visión de futuro”) y cientos de miles de fotos por todos lados para demostrar que están más unidos que nunca y que son los únicos que pueden y así. Llegaron más fuertes, tricolores y modernizados que nunca a su asamblea nacional, la número 22, donde más de 10 mil delegados aprobaron modificaciones a sus “documentos básicos” que ahora permiten candidaturas externas.
El presidente peña también llegó para asegurar que quienes traicionaron los principios del partido deben enfrentar la ley y de paso aprovechó para repetir (sí, otra vez) que sus reformas son la neta del planeta y han dado buenos resultados y no sé cuánto más.
La telenovela apenas empieza y la duda es, ¿cómo está el secretario de Gobernación, “segundo” primer priista del país?