Imagen tomada de: http://refugioliberalnet.blogspot.mx/2015/05/el-primer-atentado-del-narco-contra.html
México es un caos, eso es un hecho innegable. Las autoridades han perdido credibilidad, el tejido social se encuentra bastante desgastado. Todos nos culpamos a todos, que si el político es corrupto o el pueblo que sostiene a las mafias comprando sus productos, culpa de todos y nadie toma su responsabilidad en este país tan degradado por el conjunto que lo conforma.
Ejemplo de ello son dos casos, bastante relacionados: el primer caso es que México ocupa el segundo puesto, a nivel mundial, donde hay más muertes por violencia, sólo por debajo de Sira, un país en franca guerra.
El segundo caso, como le dije bastante relacionado con el primero, es la ejecución extrajudicial por parte de varios elementos del ejército mexicano en Puebla, esto mientras se realizaba un operativo contra los huachicoleros.
Seamos honestos, México sí vive una guerra tal cual, y como lo ha demostrado nuestra historia, como mexicanos nos encanta guerrear contra nosotros mismos. México está en guerra, gracias a un presidente (Felipe Calderón) quien declaró abiertamente el combate contra el crimen organizado, permitiendo que las fuerzas armadas salieran a las calles.
Y repito ¡MÉXICO ESTÁ EN GUERRA! Y esta situación tiene mucho de qué preocuparnos. ¿Por qué? Una de las primeras cosas que se limitan en un Estado de guerra, son los derechos. Así es, aunque nadie quiera reconocerlo, el presidente tiene la facultad de limitar cualquier derecho que pudiera considerar peligroso para la seguridad de la nación.
Esto a para nada nos gusta, pero es la realidad pero tenemos que estar conscientes de que vivimos bajo ese Estado de guerra. Con lo que pasó en Puebla, mucha gente se ha cuestionado, ¿el ejército a quién le rinde cuentas? O los políticos y la cuestión de cómo garantizar la acción militar al margen de la Constitución.
También hay que decirlo, cuando un país es declarado en Estado de guerra y donde el ejército sale a sus calles a tomar acción, ellos se rigen bajo sus leyes militares, a quienes le rinden cuenta son a sus superiores. Las fuerzas armadas no están para hacer justicia, esa no es su función para ello está la policía municipal, estatal y hasta federal, corrompidas en su mayoría, pero están. El trabajo de las fuerzas armas es garantizar la seguridad del país ante cualquier amenaza, ya sea interna como externa. Ojo, justicia y seguridad no es lo mismo.
Para hacer justicia los oficiales, a quienes les corresponde desempeñar esta labor, cuentan con todo un aparato burocrático, con leyes y todo un sistema penal. Ellos tienen que apegarse a sus reglamentos, de lo contrario podrían incurrir en una acción de injusticia, como en este país casi no se da.
Pero las fuerzas armadas, para garantizar su trabajo, que es la seguridad nacional, su aparato burocrático, sus leyes y sistema penal son exclusivo para ellos. Así que lo único con lo que cuentan para preservar la seguridad es con su adiestramiento, atacar un objetivo, neutralizarlo sin importar los medios que tengas que usar para garantizar la seguridad de tu país.
En este caso, todo civil armado representa un posible objetivo.
Sin embargo, nosotros como sociedad seguimos tratando de tapar el sol con un dedo, pretendiendo que no pasa nada o si pasa, ocurre donde no lo veos. Lamentable. Más aún porque seguimos contribuyendo a que esta guerra siga, no sólo por el consumo de droga u otros recursos con los que el crimen organizado se vale como fuentes de ingresos, sino también por el hecho de consumir de la llamada “narco-cultura”: narcocorridos, narcoseries, etc.
Cotidianamente nos sometemos a estos recursos ideológicos que insensibilizan a la sociedad. Aplaudimos a los hombres y a las mujeres que tanto daño le han hecho a la sociedad a través de extorsiones, secuestros, ejecuciones, etc.
Decimos que como sociedad ya estamos hartos de la extrema violencia que padece nuestro país, pero en medio de esta guerra a quienes más atacamos son a los que dan la cara por nosotros. Es cierto, también las fuerzas armadas han tenido sus horrendos errores, pero son parte de las pocas instituciones que aún cuentan con algo de confianza por parte del pueblo mexicano.
Las fuerzas armadas están cansados de combatir el crimen organizado, el General Cienfuegos lo ha expresado reiteradamente. Y puede entenderse. Cuando arrestan a un presunto delincuente, cosa que no está dentro de sus facultades, éste último alega que sus derechos humanos fueron violentados, ¿el presunto delincuente quiere ser tratado como una delicada flor cuando ya agredió a las fuerzas armadas, causando en ocasiones bajas? Y como siempre, el culpable resulta ser la víctima. En otros casos, el dinero que corre a caudales, compra jueces quienes terminan liberando al presunto criminal. Por toda respuesta, tanto el ejército como la marina han preferido realizar la labor a la que sí tienen facultad, neutralizar la posible amenaza.