Francisco traga peces cuando lee en el periódico que en África no llueve. Es que Francisco es un ángel al que le duelen las desgracias del mundo. Un protector de los animales; sin embargo, los ahorca en la sala de estar. Es preferible matarlos que regresar al hábito, piensa.
Busca en los puestos de revistas una notica para cortarse las piernas. Los encabezados son prometedores, pero no pasan de que el ángel se provoque un desgarre anal. Para Francisco, los suicidios tienen que purgarse desde el interior. Eran dos ahorcados y uno que se cortó las venas.
Cuando Francisco llega a su casa y abre la puerta principal, un alarido de perros y gatos lo reciben con olor a cloaca. Lleva bajo el brazo izquierdo dos periódicos enrollados y, en la mano derecha, una bolsa de plástico con un pez.
Cierra la puerta para que los animales no escapen.
Atraviesa la sala.
Acepta que los gatos jueguen entre sus piernas.
Uno de ellos trata de cazar al pez.
Francisco observa aquel gato negro. Lo mira detalladamente, tomándolo del cuello, sin que los arañazos y mordidas del animal le afecten en absoluto.
Es redención.
Y el gato cae al piso como el dedo que se cortó ayer. Le quedan seis en la mano.
Aturdido, Francisco sube las escaleras hacia la planta dos. En la cama extiende las hojas del periódico para buscar la noticia. No hay suicidios. Un choque. Tres incendios. Un robo a casa habitación. Todavía no llueve en África. Aún no hay rastros de lo que busca. Francisco llora mientras mastica al pez.
Aquella noche no duerme. Son horas en búsqueda del encabezado; hojas repletas de noticias. Cuando lee sobre un incendio, Francisco se quema la piel con el encendedor. Cuando aparece un ahogado, se pincha la lengua con agujas.
El ángel está desesperado por redimirse.
─¿Busca algo especial, señor?
─No soy un señor, ¡soy un ángel! ─y se aleja de los anaqueles con los brazos extendidos. Francisco recorre los puestos de revistas sin éxito.
Abre la puerta de su casa. Esta vez lleva cuatro periódicos y dos peces en dos bolsas de plástico. Un gato blanco juega a cazar al pez. Lo ahorca, y cae al suelo como los dedos que se ha cortado con anterioridad.
Extiende los periódicos en la cama. El cuchillo corta su piel. Mutila su pecho. Se traga un pez, en África no llueve aún. De pronto, un encabezado amarillo capta su atención.
Encontró lo que buscaba. Francisco puede redimir su desliz al fin. De nuevo coge el cuchillo. Una sonrisa de sarro aparece en su rostro. Es un instante, unos minutos para que la hoja llegue al hueso…
Tocan a la puerta.
Los perros ladran.
Baja.
Acaricia la cabeza de los perros mientras camina.
Abre y encuentra a un niño de siete años bajo el umbral de la puerta. En sus manos lleva a un cachorro.
─Hola, señor. Le traje este perrito. Mi mamá dijo que usted cuida de los animales, y yo le traje éste. Ayer lo encontramos.
Francisco siente un impulso que le crece desde el estómago y que quiere salir. ─¡Vete!
─Pero, señor, ¿y el perrito?
Es un fuego que le quema la garganta.
─¡Déjalo en el suelo y vete!
─¿Qué le pasó a sus manos?
Los perros se amontonan tras las piernas de Francisco y se arrojan sobre él para huir.
─¡Tiene un montanal!
Es una estampida que Francisco ya no puede detener.
Perros y gatos se escabullen por la puerta.
Francisco observa la sala de estar desde el tercer escalón. No hay animales agazapados ni juegos de caza, sólo ve el estiércol impregnado en los azulejos. Todos escaparon cuando dio paso al niño que tocó la puerta. Pero Francisco no está solo en aquél vacío, una figura sin moverse yace tendida sobre el piso. En el cuello resaltan marcas de seis dedos.
Cobija el cadáver del niño con las páginas del periódico. El fuego que creció, aún lo siente desbordarse. Francisco es adicto a la muerte. Cuando se dispone a cubrir el rostro frío del niño con una hoja de papel, observa el encabezado amarillo, aquella noticia que buscaba para cortarse las piernas y lee:
Otro niño aparece en otro contenedor
2 de agosto de 2014- Hoy por la mañana el cadáver de un niño no mayor a ocho años fue hallado dentro del contenedor de basura por los encargados de limpia. Según la policía, se trata de la cuarta víctima más del asesino de niños que ha atormentado a la ciudad en lo que va del año. Aún no se tiene una pista del modo operandi del asesino; sin embargo, las autoridades están confiadas de resolver pronto el caso. Según ellos, los dedos que el asesino deja en los bolsillos del pantalón de sus víctimas es una señal de culpa que tiene el infanticida al perpetrar sus actos violentos. Los policías se han negado a compartir más información. Mientras tanto, los padres de familia exigen la pronta captura del asesino, pues temen que sus hijos sean víctimas del ya famoso y conocido: “asesino de los dedos”.
Semblanza:
Iván Mata. Estudió la Licenciatura de Letras Españolas en la Universidad de Guanajuato. Fue partícipe del Fondo para las Letras Guanajuatenses que organiza El Instituto Estatal de la Cultura del Estado de Guanajuato, a través de la Dirección Editorial y el Fondo Guanajuato, en dos de los tres seminarios impartidos en la generación 2015-2016: Seminario Efrén Hernández (cuento), impartido por el narrador, antólogo y editor, Marcial Fernández. Seminario Jorge Ibargüengoitia (novela), impartido por el narrador, poeta, ensayista y dramaturgo, Eusebio Ruvalcaba. Ha participado en el IX, X y XI Coloquio Efraín Huerta, en el segundo, tercer y cuarto encuentro nacional Efrén Hernández de Creación Literaria, organizado por la Asociación de alumnos de la Licenciatura de Letras Españolas de la Universidad de Guanajuato. Actualmente fue seleccionado por el Fondo para las Letras Guanajuatenses, generación 2016-2017, para participar en el Seminario Efraín Huerta (poesía), impartido por el poeta, ensayista y editor, José Luis Bobadilla. También participa en el taller de creación literaria impartido por el poeta y editor, A.J. Aragón.