Estos últimos han sido los días del gobierno federal, sin duda.
A los señalamientos en torno a su falta de oficio para perseguir a los criminales que alguna vez encumbraron bajo el disfraz de “servidores públicos”; su evidente novatez en torno a las relaciones públicas internacionales; el innegable gusto por “ayudar” a familiares y amigos cercanos, la oportunista e imperecedera necedad de mantener para el partidazo el control del gobierno mexiquense y la incuantificable cantidad de pretextos, argumentos y verdades a medias para justificar cada hecho, acto o traspié, se suma la presentación de un nuevo modelo educativo que es necesario y urgente, sí, pero hay algunos pequeños inconvenientes por resolver antes de que el país se pueda encaminar al nivel que en el rubro mantienen naciones como Finlandia o Japón.
En el documento oficial sobre este “nuevo modelo educativo”, en el apartado denominado “Reflexiones finales”, se afirma que “una educación de calidad representa la mejor inversión que puede hacer nuestro país por sus ciudadanos y su propio desarrollo.
Por ello, en 2012 da inicio un proceso de reforma que mandata revisar el modelo educativo y exige definir la visión que debe guiar la educación que se imparte en las escuelas públicas de los niveles obligatorios.
La responsabilidad no es menor: niñas, niños y jóvenes ingresan a las aulas desde los tres años y egresan al cumplir la mayoría de edad; una parte muy importante de su formación emocional, cognitiva y social se desarrolla en la escuela, con la guía de sus maestros. Asimismo, la educación de calidad forma integralmente a las personas y las prepara para la época en la que les corresponde vivir”.
Es cierto. Invertir en el ámbito educativo jamás será un mal negocio, el problema es que se está invirtiendo en tal tema cada sexenio desde hace quién sabe cuántos años; el problema es que pese a todos los recursos que supuestamente se han canalizado al sector desde hace décadas, la infraestructura existente es insuficiente o inadecuada; el problema es que la preparación de algunos responsables de concretar los “buenos deseos” de la clase política en turno, es bastante cuestionable; el problema es que con hambre, señores, la letra no entra.
Dicen ellos, los que “gobiernan” y “deciden”, que se trata especialmente de enseñar a los alumnos a aprender, a analizar, “que aprendan a pensar”, según sus pomposos y sentimentaloides promocionales.
“Hoy no es suficiente adquirir y memorizar información, es necesario saber acceder y profundizar en aquello que se requiere a lo largo de la vida y crear nuevos conocimientos. Todo ello implica un planteamiento renovado que asegure la vigencia de la educación laica, gratuita y de calidad que imparte el Estado. No se trata de cambiar arbitrariamente, sino de afianzar los valores que como sociedad asumimos para fortalecer el respeto a nosotros mismos y a los demás, el sentido del deber y de la responsabilidad, para favorecer la capacidad de cooperación y la de mirar por el interés de todos”.
Educación laica, gratuita y de calidad que imparte el Estado. Ja.
Entre los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), nuestro asaltado país está entre los peores niveles del promedio en ciencias, lectura y matemáticas, según arrojó la aplicación del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA) 2015 (prueba que permite evaluar la cantidad de conocimientos y habilidades esenciales adquiridas por los alumnos): tristemente, México está en el sitio 60 de 72 Estados estudiados; apenas 1 por ciento de los alumnos cuenta con niveles de competencia de excelencia (nivel 5 y 6) en ciencias, lectura y matemáticas, y, lo peor, 42 por ciento está por debajo del nivel 2, el “mínimo requerido para involucrarse en la sociedad moderna, de acuerdo con los parámetros internacionales”.
Aunado a estas cifras, sucede que en México prevalece el ausentismo, la deserción y, por supuesto, el bullying y uso y abuso de alcohol y drogas: según el estudio de Mexicanos Primero, “Tod@s: Estado de la educación en México 2017”, de cada 100 menores que inician su educación primaria, sólo 77 pasan a secundaria y de ellos solo 57 llegan al bachillerato.
Datos de la OCDE arrojan además que solo 30 por ciento del magisterio mexicano relacionados con las áreas de ciencia a nivel primaria y secundaria está certificado, el promedio de la organización es de 84 por ciento.
Se especifica además que el gasto por alumno de entre 6 y 15 años superó los 100 mil dólares en los países con mejores resultados en la prueba PISA, como Singapur, Finlandia, Austria, Bélgica, Dinamarca, Reino Unido, Noruega y Suecia, mientras que en México se invierten 27 mil 848 dólares por estudiante.
Por si fuera poco, el sector educativo representa el 17 por ciento del gasto público total de nuestro país, aunque 96 por ciento de esos recursos se destina al gasto corriente, en especial al pago de sueldos a maestros y mantenimiento de escuelas.
En fin, el nuevo modelo educativo se basa en cinco ejes: enfoque humanista con la participación de maestros, alumnos y padres de familia; planes de estudio en los que se subraya la importancia de la enseñanza del lenguaje, del pensamiento matemático y la ética; profesionalización y evaluación de profesores; garantizar el acceso a una educación de calidad, destinando mayores recursos educativos, y algo que llamaron “gobernanza del sistema educativo” que se refiere a la “participación de maestros, educandos, padres de familia, gobiernos, organizaciones no gubernamentales, legisladores y el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE)”.
Es cierto, hace falta un cambio de fondo y en eso concuerdo, al igual que con el hecho de “reducir contenidos, privilegiar la comprensión del lenguaje y de las matemáticas por encima de la memorización” e incluso con la obligatoriedad de “las clases de inglés y habilidades socioemocionales”.
Sí, concuerdo.
Todos debemos aprender a pensar para que en el futuro México no tenga que padecer las decisiones, asaltos y ocurrencias de una clase política tan barata como la que hoy tenemos…