Qué bueno que nuestros Méxicos están unidos y eso ha sido gracias al recién estrenado presidente de los iunaiesteis, a cuyas acciones se debe esta conjunción de voces y esfuerzos que ha sido ejemplo mundial y que mostró cómo se defiende(sic) un país ante los “ataques” de un “mandatario” inepto, tibio, gris… torpe.
Donald Trump está haciendo allá lo que aquí se ha olvidado: proteger a su nación. Si lo hace bien o mal es otro cantar; si lo aprueban o no es otro boleto; si gusta o no es asunto de ellos, no nuestro. Estará usted de acuerdo: si el vecino desea construir una barda en su casa, está en todo su derecho porque a final de cuentas es su predio y puede edificar o derrumbar ahí lo que le venga en gana. Es así de simple.
Sucede lo mismo acá. En su casa, usted es responsable de elegir los muebles, definir el color de las cortinas, determinar el estilo y tamaño de las habitaciones, así como la ubicación idónea para cada uno de los utensilios, instrumentos u objetos que ha adquirido y demás.
Usted decide. Punto.
Allá, el señor está actuando para defender y proteger sus cosas y a su gente, pero ¿nos afecta? Por supuesto. Las formas y medios que usa para garantizar la seguridad de sus “fellow americans” y su territorio son una enorme piedrita en el diminuto calzado que su vecino del sur (nosotros) ha determinado usar desde hace décadas y hay varias razones: el regreso de migrantes plantea una serie de retos para las autoridades de este lado, pues hay que ofrecerles empleo, vivienda y servicios, pero ¿cómo hacerlo para los que regresan si no han podido atender las demandas de los que están?
A ello hay que sumar la posibilidad de que el envío de remesas pudiera implicar el pago de un impuesto particular para quienes mandan su dinerito a sus familiares acá, el sitio del que tuvieron que alejarse por falta de empleo y oportunidades (tal medida podría afectar directamente la economía de al menos 10 estados del país -solo en 2016 se reportaron ingresos por ese concepto de al menos 26 mil 970 millones de dólares-), y ni hablar de las constantes amenazas y trabas a algunas trasnacionales para dejar de invertir o incluso detener su producción en el territorio mexicano.
Y todo ello ¿para qué? Pues hay varias razones: para poder financiar el muro fronterizo que ofreció en campaña y que quiere construir sin tener una idea clara de cómo pagarlo; para garantizar la generación de empleos para sus gobernados, y para evitar que Estados Unidos siga siendo “víctima” de los mexicanos y su terrible política económica.
Acá, al sur del Río Bravo, los que gobiernan dicen que hacen lo mismo y firman cientos de convenios y acuerdos cada semana para convencernos y convencerse de que su actuar es lo mejor que se ha hecho desde hace quién sabe cuántos sexenios. El problema es que todos esos documentos y todos los buenos deseos de sus discursos no son palpables, al menos no para la mayoría. “Ahí está la falsedad”, dicen los clásicos y por ello se organizó la marcha de la unidad en repudio al vecino, aunque para algunos malpensados se trató de un intento por desviar la atención de los problemas que enrique peña dice que no hay.
El lunes estuvo en Hidalgo, allá en la huasteca, tierra de pobreza y marginación, donde su propio colega partidista, el gobernador Omar Fayad (el de la célebre fotografía dormitando en una curul y también el de la grandiosa idea de regular las redes sociales en internet), lo reconoció en voz alta: hay pobreza alimentaria, carencias en materia educativa y no todas las comunidades indígenas cuentan con los servicios de salud y seguridad social que quisiéramos, además de una evidente carencia de vivienda.
A enrique no le gustó el tonó y lo corrigió públicamente porque según él, en este nuestro México unido no hay crisis económica, sino un “momento de desafío económico”. De hecho, para él, el consumo interno está creciendo. Por supuesto, una explicación sobre el aumento en los costos de la gasolina, la debilidad del peso frente al dólar o la incapacidad del Estado Mexicano para engrandecer a Pemex, la empresa que por años fue sostén de esta desastrosa economía, no llegó.
El presidente no podía dejar pasar la oportunidad para hablar y hablar de su compromiso con el país y así: “Nada por encima de los intereses de México. Me ocuparé, entregándome en cuerpo y alma, a defender la dignidad de los mexicanos, a defender los intereses de nuestros connacionales donde quiera que se encuentren y a defender los intereses de México exigiendo absoluto respeto a nuestra dignidad y buscando un marco a la relación que tengamos con Estados Unidos en el que no haya otra condición que no sea ganar-ganar’’.
No, mejor que no me defienda.
Cuando uno escucha al presidente y su perorata de buenas intenciones entiende por qué la unidad mexicana es tan fuerte como sus instituciones y los personajes al frente de ellas.
Por eso hubo dos contingentes marchando, por eso hubo diferencias en las demandas y por eso hubo dos himnos nacionales frente a un despistado Ángel de la Independencia.
Nada más cierto.
Estamos unidos mexicanos y eso, hay que aplaudirlo…