En México es muy común que se le rehúya a la filosofía, por ser una “disciplina” bastante aburrida, tediosa, “fumada”, etc. A pesar de ello, en los últimos años ha crecido el interés por estudiar y acercarse a la filosofía, ya sea por mera curiosidad o porque de verdad sí están interesados en reflexionar arduamente acerca de la vida.
Sea cual sea la razón, es algo que debemos apoyar y alentar para siga creciendo y, así, nos consolidemos como una sociedad vasta en personas competentes y pensantes. Por supuesto, todo lo anterior trae consigo varias dificultades, el mismo Estado es una de ellas.
Mas, es menester del filósofo y de todo aquel hombre consciente de la situación de su comunidad, asumir la responsabilidad de hacer todo lo posible para que se logre su cometido, razón por la cual, por mucho tiempo se ha sostenido que la Educación debe ser el camino a seguir para obtener dicho resultado.
Pero, habrá que preguntarnos primero, ¿de verdad la educación es la vía que hay que seguir? Y si sí la es, ¿qué método es el correcto, porque no será acaso que la forma en que enseñamos, en que educamos, es lo que ha contribuido en demasía a que se hayan dado y se den crisis sociales y políticas como las de ahora?
En mi primera experiencia como docente, me di cuenta de que no es tan difícil, como se puede llegar a creer, el transmitir los pocos o muchos conocimientos que se tengan. Después de aquel momento, me di cuenta de que la educación sí juega un papel muy importante en una comunidad. Sin embargo, si no se la encamina en la dirección correcta será –como lo es ahora–, mucho más perniciosa que la propia ignorancia.
En mi caso, lo que les hice ver a mis alumnos es que uno debe ser crítico con el mundo y consigo mismo; les traté de hacer ver que se debe pensar y reflexionar, pero que no por eso uno debe dejar de sentir. Siempre he sostenido que el hombre es pensamiento y sentimiento, si se prescinde de uno u otro, ya no estamos hablando de hombres.
Los alumnos comprendieron que la filosofía sirve para –ni más ni menos–, formar a la gente. Y es que actualmente se confunden mucho los términos. Es decir, “educar no es lo mismo que instruir. Educar es formar”. La formación, la verdadera formación nada tiene que ver con la utilidad pragmática –material-monetaria–.
En México no se busca formar sino instruir; se busca que la gente sea capaz simplemente de realizar una labor específica, sin cuestionamientos ni reproches, que sean gente “culta” –en el sentido más peyorativo de la palabra, o sea, que sean máquinas llenas de (des)información–, en lugar de que sean: competentes, críticas, pensantes.
Cabe mencionar que la misma filosofía ha contribuido, en cierta medida, a esta crisis educativa. El “silencio de la filosofía”, ha hecho que este tipo de percepciones acerca de la educación se propaguen al por mayor en nuestros días. Al grado de que tenemos “teléfonos inteligentes” y gente, literalmente, idiota.
La crisis de la paideia, como diría Nicol, no se debe, sin embargo, a que la filosofía esté en crisis. De hecho, es todo lo contrario. Me explico: si la labor del filósofo es hacer ver que hay diferentes formas de pensar y de vivir la vida; si la labor del filósofo es, pues, poner en crisis, entonces, ¿por qué no ejerce su labor? ¿Por qué hay filósofos que se jactan de ser casi dioses, sin hacer nada por la por su comunidad?
No lo sé a ciencia cierta, pero se debe comenzar por poner en crisis a la Academia, a la educación misma. Ese el primer paso para cambiar las cosas; pues aún nos gobierna la utilidad y el consumismo, el egoísmo y la insensatez.
Cuando entré a la carrera de filosofía, mi principal convicción no era ser profesor, consideraba que era “lo más sencillo”, siendo que ésta te da una base asombrosamente fecunda para realizar una infinitud de cosas en el terreno de las humanidades e, incluso, en el de la ciencia. Pero después de esa práctica docente me di cuenta de que la enseñanza no es la tarea más “fácil” de la filosofía, sino la más rica y compleja, y también la más importante.
Y si bien hay grandes dificultades para lograr ese objetivo, debemos persistir, porque lo que es totalmente cierto es que esa formación que brinda la filosofía no la da ninguna otra “disciplina”. La filosofía educa verdaderamente, porque la formación es un arte. Más aún, la filosofía es el arte de vivir libremente.
Eduardo Nicol lo expresó muy bellamente con las siguientes palabras:
El hombre tiene en sí –y si no lo tiene el filósofo se lo ha de despertar–, tiene la fuerza de ser mejor-hombre. Y esto que es lo que tradicionalmente se ha llamado “virtud”, y que no figura en los manuales, esta virtud es virtud de ser. Si soy mexicano he de tener la virtud de ser, que quiere decir, implícitamente, ser buen mexicano. Ser buen mexicano es ser buen hombre […] Y esta es tarea de todos, aunque sea, tal vez, tarea del filósofo expresarlo con palabras que resulten comprensibles; pero no son palabras técnicas, no son conceptos difíciles, son, simplemente… palabras de amor.