Intentando especificar el oficio de opinar y al artista que ejerce tan enredado quehacer, precisé escudriñar a unos cuantos para poder detallarlos tal que así:
Mujeres y hombres que se dedican a recolectar palabras para darle sentido a su existencia. // Seres duales que van acomodando todo lo vivido en otra cara que les ves solo cuando los lees. // Excéntricos que se forjan un espacio propio al margen de la normalidad.
Cuando están en silencio verás que algo más están pensando, que ya están maquinando el próximo texto y han empezado a hilar una historia con lo que en ese instante ven.
Valientes que, siendo solo hijos de vecinos, se ponen codo a codo con el científico, el político, el presidente, la clase burguesa, el niño lustrador, la niña que vende dulces, el loco de la zona, el músico y el poeta. Pertenecen a cualquier estrato sin verdaderamente pertenecer, su capacidad de empatía les lleva y les trae, les arrastra, les enferma y de vez en vez hace que les nazca una necesidad indecible de arrancarse el corazón para darle vida a otro.
El oficio lo practican en silencio o en el sitio más ruidoso, cualquier escenario es el preciso para ir tejiendo letras que hagan sentido en el espíritu. A veces en media hora, a veces semanas enteras para dar a luz algo que escriben para sí mismos, pero que deciden compartir para no morir ahogados en ideas.
Amantes de sinónimos, conversatorios internos y el opio interminable que genera la sensación de haber expresado su propia verdad. Se explican en oraciones y párrafos, contando caracteres y condensando para caber en el estrecho margen de libertad de la palabra publicada.
Sentimentales que pelean con quien les refuten su creación, fervorosos cuando llega alguno que acepta una de sus teorías. Incluso ruegan porque un determinado día no les lean, a sabiendas de que con nadie van a coincidir.
Articulista de opinión, un día héroe y el otro villano, en una edición el más leído y en la próxima ignorado, aunque no se dedica a ello por popularidad sino por enfermedad, por una adicción horrorosa e incontrolable de unir frases y generar vida en la blanca página inerte.
Como orfebres van grabando expresiones, como músicos buscando ritmo, entre escombros encontrando melodía. Poniéndole alma a un conjunto de burdos signos, atemperando la rabia y dejando enfriar el caramelo amor, de la palabra dulce.
Con microscopio al actor, estetoscopio al sentimiento, catalejo al horizonte y telescopio a la sociedad. Buscando descargarse de lo que les ha nacido y que se sienten obligados a compartir. Pequeños grandes pensadores.
Lo resumo en cuatro palabras, articulista: necio con sentido común.