**»Una idea debe pasar la prueba del tiempo. Si se vuelve una cosa obsesiva, entonces sé que ya debo empezar a escribir de ella»
**»El novelista no es el mejor crítico de su propia obra», afirmó
El pasado lunes 28 de noviembre se llevó a cabo la presentación de Cinco esquinas, última novela del premio Nobel, Mario Vargas Llosa. El evento se realizó en el marco de la FIL de Guadalajara en su 30 aniversario.
En lo que fue un diálogo entre Vargas Llosa y el escritor colombiano, Juan Gabriel Vázquez, se dilucidaron algunos detalles sobre el proceso y estructura de Cinco esquinas.
Sobre la forma en la novela, el Nobel afirma que en su última publicación “hay una subordinación de la escritura, lo que la historia quiere contar. Es una novela que, como muchas que yo he escrito, nacen de una manera muy misteriosa, no se por qué, ciertas cosas que suceden dejan imágenes en la memoria (…) que me llevan a fantasear a partir de ellas una historia”.
Como era de esperarse, una de las obsesiones del autor se hace presente en Cinco esquinas: el periodismo. “El periodismo ha sido muy importante en mi vida, nunca he dejado de ser periodista”, por ello es que la novela parte de un repaso por la labor periodística durante un momento histórico reciente: “Cómo el periodismo se envileció en la dictadura de Fujimori (…) Fue sistemático. Muchos críticos de la dictadura se abstraían. Esta era la imagen que de pronto a mí me empezó a sugerir una historia alrededor de eso, y eso es lo que me llevó a escribir Cinco esquinas”.
Sin embargo, la dictadura de Fujimori es sólo el contexto de fondo para el desarrollo de la trama, “yo comencé a escribir la novela mostrando el periodismo amarillo, periodistas que servían al régimen de una manera mercenaria y me di cuenta que (si seguía así) iba a ser muy poco convincente”.
Así es como aparecen personajes diversos, condicionados por el momento social, el “estado de histeria que vivía Perú”, aspecto que según Vargas Llosa, lleva a los sujetos que conforman la novela, a realizar acciones que de otra manera no sucederían, tal como el encuentro homoerótico con que abre el texto.
Ante la pregunta de ¿cómo ha cambiado la novela en los últimos 16 años en que se sitúa la historia?, el autor menciona que, a pesar de que la idea de Cinco esquinas vino durante los últimos meses de la dictadura de Fujimori, el esbozo iba y venía “a mí no me gusta cuando tengo una idea empezar a trabajar en ella. Una idea debe pasar la prueba del tiempo. Si se vuelve una cosa obsesiva, entonces sé que ya debo empezar a escribir de ella”.
Vargas Llosa también nos brindó detalles acerca de lo que llevó a inspirarse en el personaje de Juan Peineta, preveniente de un recitador de su infancia llamado Joaquín Ramos: “un hombre que cree en la poesía (…) una poesía más bien romántica (…) yo quería mostrar una de esas víctimas inocentes, que no pueden defenderse, que son seres del montón”.
Ante la interrogante de qué separa al novelista de La casa verde con Cinco esquinas, el autor concluyó que en la primera “ese novelista era un joven deslumbrado por la lectura de Faulkner. A mí Faulkner me deslumbró por la riqueza de sus historias, por la lengua tumultuosa, donde iban apareciendo estos personajes tan vigorosos (…) pero sobre todo la importancia que tiene la forma para la creación”.
Uno de los aspectos que Vargas Llosa puede reprochar a La casa verde es que la historia está al servicio de la forma.
En cuanto a la tarea creativa del escritor, el premio Nobel revela que él parte “siempre de una idea, de una línea argumental, pero luego a la hora de escribir surgen otras cosas que se anteponen”, y que hacen más provechosa la trama.
También afirmó que «El novelista no es el mejor crítico de su propia obra», pero que es satisfactorio en la escritura develar la personalidad oscura que tiene el escritor: «Descubrir que uno es un pozo lleno de extraños animales que sólo comparecen en el proceso creativo”, finalizó.