No ser amados es una simple desventura;
la verdadera desgracia es no amar
Albert Camus.
¿En qué momento nació el amor? Esta pregunta me acecha de repente y no adivino la respuesta. En la actualidad ubico a este sentimiento como una serie de convenciones sociales, otras veces como una necesidad por el otro o como algo inherente al hombre desde que nace, y es en esta inherencia y naturalidad que no nos detenemos a pensar en él de una manera profunda.
El amor está en todas partes y sin embargo, nadie piensa en que hay algo que aprender de éste. Muchos mueren por amor, las distintas artes giran alrededor de este tópico, comerciantes lucran con él y las guerras suceden a falta de este sentimiento.
El amor no solo le compete a aquellos que van por la calle con las manos entrelazadas, el amor nos compete a todos, pues hay de distintos tipos. El amor, según la concepción del psicoanalista alemán, Erich Fromm, es una sensación placentera que conocemos desde que nacemos.
Cuando llegamos al mundo nos aferramos a nuestra madre por medio de su alimento y sus cuidados, al principio no percibimos que es un ente ajeno a nosotros, sino que pensamos que somos uno en comunión.
Más adelante, es que empezamos a percibir su existencia como algo externo a nosotros y nos sentimos amados. El amor aquí se presenta como una especie de narcicismo, según la concepción Freudiana, pues pensamos que somos amados por el solo hecho de existir, de ser.
Conforme vamos creciendo, entendemos que el amor debe de ser una actividad y no un afecto pasivo, aquí es donde sucede nuestra maduración. Sin embargo existe, en la actualidad, un fenómeno que no nos permite que esto sea posible: la separatidad.
Con esto nos referimos al concepto capitalista de la igualdad no individualizada. Es decir, que el hombre al ser parte de la vida civilizada, adquiere responsabilidades y deberes que lo hacen adherirse a una especie de rebaño social que se inscribe en la monotonía.
En esta etapa de hombre civilizado es que se presenta una especie de soledad, en el proceso en el que los padres no están y la realidad es áspera, fría y hostil, así que decide ir en busca de otro que le brinde amor. Esto como una metáfora a lo que en un inicio fue el cálido vientre materno.
En esta separatidad el hombre no sabe estar solo, no quiere sentirse ajeno al mundo, sino que quiere ser parte de él. Así que decide encontrar a alguien que lo regrese a su estado de narcicismo y lo quiera solo por ser. Aquí entra la relación conocida como objeto y función. Será pues, el otro el objeto mediante el cual se ejerza una función. En este sentido Kant decía que los hombres solo pueden ser finalidades y nunca medios para que se realicen fines personales, a costa del otro.
El hombre, en su búsqueda de ser amado, se vale del poder y la atracción volviéndose un producto de mercado. En esta mercadería humana el uno busca adquirir al otro, pues le importa más ser amado, antes que amar. Este deseo de ser amados nos aleja del mundo e incluso de nosotros mismos. Para justificar esto, aludo al título del libro Todos los fuegos el fuego, de Julio Cortázar para entender que un hombre es todos los hombres.
Así diremos que cuando amamos a alguien, estamos amando a todos, estamos amando al mundo a través de él y por lo tanto, nos estamos amando a nosotros mismos. Es por esto que antes de querer ser amados, debemos aprender a amar.