Desolaciòn
Vientos fuertes del silencio rompen con el tiempo,
Azotando la pampa de un descarnado recuerdo, la Tierra.
Yaciendo solitaria la mirada del hombre caudillesco,
Conservando las llamadas de su fiel, amigo de pampas y salares, fiel minero; en el arreo de cargas ya dormidas.
El cobre balbucea voces eternas que mueven obras y destinos.
La huella de un impacto, de un porvenir eterno, emerge silente entre pampa y arena, fulgoroso de un adalid pasado eterno de sangre y opresión.
Miles yacieron en las tierras a una onza por cabeza en minas y salares,
Derramando sutil incomodidad en el silencio de la patria aún en llamas.
Tierra del sol eterno, incandescente, que llama a tus pasos.
Como dichas eternas que afirmaron el quejido, la pampa no perdona y el olvido, desforma. Así, la tierra no cruje, llora.
La patria no existe, se desvanece.
Sólo hombres fuertes son capaces de renovar el olvido.
De conversar el silencio,
De luchar con el viento,
De penetrar en el frío nocturno,
De llamar a los cielos,
Así, pies caminantes dejan surcos,
En altas minas del camino,
Mientras los vientos de aquellos dioses
Calman soles infinitos,
El minero corre y su sombra, dormita.
Semblanza:
Rodolfo Saldivia Lillo. Chileno. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad de Chile. Abogado.