Entrevista con el poeta y periodista Jeremías Marquines que ronda sobre su poesía y su libro Acapulco Golden.
Semblanza:
Jeremías Marquines. Villahermosa, Tabasco 1968. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Premio Regional Centroamericano de poesía Rodulfo Figueroa 2016. Premio Nacional de Poesía Aguascalientes-Bellas Artes 2012. Premio Clemencia Isaura 2003, Mazatlán, Sinaloa. Premio José Carlos Becerra 2000, Villahermosa, Tab. Premio Nacional de Poesía de Calkini, Campeche (1999). Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines (1998). Premio Nacional de Poesía, Efraín Huerta, Tampico, Tam. (1996). Premio Regional de Poesía, Palizada, Campeche (1996). Premio Nacional de Poesía y Cuento, de la Universidad de Occidente, Guasave, Sinaloa (1995). Juegos Florales Nacionales de San Román, Campeche (1994).
La escritura a temprana edad es una suerte de imitación consciente o inconscientemente (como toda acción primera en la vida) de los autores que leemos, después el escritor poco a poco va consiguiendo su propio estilo, su voz. En el caso de Jeremías Maquines, ¿en qué momento consiguió tener su propia voz poética?
No estoy seguro si tengo una voz poética propia, de lo que sí creo estar seguro es que tengo una voz que no conozco. No creo en la institución de voces monolíticas en la poesía porque eso significa que a partir de ahí todo es aburrido; los poetas que se dice, tienen una voz, es porque de alguna manera se instalaron en un recurso cómodo para dejar de buscar. Particularmente trato de experimentar siempre con distintas voces, en cada libro me instala en una distinta y desde ahí construyo mi discurso poético.
Malcom, tu personaje en Acapulco Golden, encontró lo poético en Acapulco, tanto que se olvidó de su quehacer para entregarse al lenguaje que le transmitía el lugar. ¿Te pasó algo similar al encontrarte con la bahía y su gente?
Absolutamente sí. Me llevó tiempo pero desde que las atmósferas de la bahía de Santa Lucía, que es donde yo vivo, atravesaron mi piel, mi escritura tomó un rumbo distinto. Aunque a veces no se puede escribir nada en Acapulco porque todo es muy delirante, caótico, iconoclasta y anárquico, cuando no hace calor, el mar se queda vertical en su sillita enana, entonces los lenguajes de la poesía se alambican con el olor de marañonas y los morritos de pez vela.
¿“Escribes para cavar una tumba más honda para tu alma”?
Creo que es lo que hacemos todos. Escribir es cavar adentro de uno mismo; no escribo para recordar, sino para olvidar.
“La vida es un lugar aburridísimo”, ¿lo crees así?
Absolutamente sí; hoy pocas cosas pueden sorprenderte sostenida y largamente. Vivimos en el hastío permanente de cientos de canales de televisión, de miles de revistas, de variedades de infinitas de colores, la diversidad termina por aburrirnos, por cansarnos; creo que como sociedad se debe volver a lo frugal, a lo limitado, ahí es donde podemos volver a sorprendernos; la nuestra es una vida demasiado encandilada, demasiado visual donde las categorías que le imponemos al mundo ya no están determinadas por nuestras experiencias, sino por las etiquetas, y por los objetos con los que ayudamos a nuestro sistema de representación a percibir la realidad.
Jan, pareja sentimental de Malcom en tu libro Acapulco Golden, no comprende el hacer nuevo poético de Malcom y se lo reclama al no poder ver lo que él, esto es un poco un símil de la visión que tiene la sociedad con respecto al poeta. ¿De qué manera influye esta falta de comunicación, este no entender el hacer de sus poetas (ni el lenguaje poético) en la situación individual y colectiva del mexicano, en tiempos actuales?
Actualmente existe una discontinuidad entre la poesía y los públicos. Hay una indeterminación de la posición del poeta con respecto al mundo y la sociedad en que vive; no estamos ciertos si las mismas palabras que usamos comunican lo que los otros necesitan entender. La poesía es necesidad pero esta necesidad se oscurece junto con la noción misma de significado, e incluso, la noción misma de verdad en la poesía. La relación, digamos conductista, entre la poesía y el público ya no existe, la comunicación está rota porque las estructuras básicas están en entredicho y los poetas no están aportando nada a nuestro sistema lírico conceptual. De allí que no sea raro ese sentido de ajenidad del público a la poesía.
¿Cuál es la lucha que buscas al ejercer la crítica política desde tu punto de vista de periodista?
Más que lucha, lo que pretendo es formular los problemas de otra manera, quizá un poco más clara, trato de ser útil a los otros explicando qué es lo que se tiene qué ver, qué analizar, en qué reflexionar, qué buscar y dónde buscar posibles soluciones. En el periodismo intento de alguna manera de ser un escéptico integral y un antidogmático convencido como lo fue Luciano de Samosata que dijo: “Odio a los impostores, pícaros, embusteros y soberbios y a toda la raza de los malvados, que son innumerables, como sabes… Pero conozco también a la perfección el arte contrario a éste, o sea, el que tiene por móvil el amor: amo la belleza, la verdad, la sencillez y cuanto merece ser amado”.
La situación actual de la poesía mexicana que se está haciendo, ¿te deja con un buen sabor de boca o, por el contrario, no te entusiasma?
Yo pienso que no hay poesía actual en México, es la misma endogamia de siempre. Primero, debemos precisar ¿a qué se le llama poesía actual? ¿Qué la hace realmente diferente de otra, en otras latitudes?, ¿con respecto a qué es actual? ¿Es actual porque ha actualizado de manera radical las cosmovisiones, o simplemente, es actual porque aparenta tener una actitud posmoderna? La poesía que se está haciendo en México, al menos la poesía que yo he leído, es una poesía más de aparentar ser, que de ser. Limitadamente auténtica, y palabras que penetren en la estructura misma de nuestras experiencias.
¿Actualmente trabajas en un nuevo libro?
Sí, escribo el último libro de una trilogía sobre Acapulco. Es un lugar lleno de historias y experiencias fascinantes.
Nota: la entrevista aquí presentada se publicó originalmente en nuestra décima edición.