Mi sombra y yo
Puesto que es la mañana
y que los rayos del sol me llegan por la espalda,
a mi sombra le tocó el ir adelante
—silueta con boina
que avanza tendida en el pavimento—.
Voy como tras de mí mismo
mientras piso las hojas secas
que han dejado caer
los fresnos del parque
en enero.
De mi sombra sobresalen los codos,
porque doblo los brazos
al sostener los tirantes
de la bolsa con ropa para la lavandería
que llevo a la espalda,
la cual,
limpia ya,
más adelante mi sombra
de igual manera vestirá.
De repente
suelto el tirante derecho y alzo el brazo,
tan solo por ver
cómo mi sombra imita el movimiento.
Bajo el brazo
y ahora suelto el otro tirante
y levanto el brazo izquierdo
haciendo con la mano en alto
la señal roquera de los cuernos.
Vuelvo a tomar los dos tirantes,
y mis brazos con los codos doblados
en mi sombra parecen ser alas.
Ufano, las cierro y las despliego
un par de veces.
Unos pasos después
descuelgo la bolsa de mi espalda
la hago bola
la levanto por sobre mi cabeza
de tal forma que mi sombra
sostiene un balón de baloncesto
y apunta hacia la canasta
para realizar el tiro ganador.
Juego con mi sombra mientras ando,
pues no quiero que se sienta
—durante el frente frío—
tan solitaria
como me siento yo.