He leído toda la obra de Rosario Izquierdo, cuatro novelas, y la he leído con el reposo que merece, ya desde el principio, Diario de campo, ya desde las primeras páginas de esta primera novela, sentí que estaba ante una forma de narrar excepcional.
Recuerdo que le escribí, y le decía algo así como que su literatura me parecía exquisita, y ella me dijo que había pulido la obra hasta la saciedad, y eso me hace pensar en que, como muy bien observó Carmen Martín Gaite, la escritura es ―y mucho― trabajo, y en las novelas de Rosario Izquierdo se nota, pues, al igual que Chirbes, poda su prosa de excrecencias innecesarias y vive sin prisas una etapa ascética de aprendiza exigente.
Tiene nuestra autora una mirada propia, una voz que sabe qué decir y cómo decirlo, tiene también nuestra autora una técnica depurada, y consigue, además, crear la atmósfera idónea, dar a su prosa el ritmo que necesita y cerrar las historias con la llave de los inspirados.
Su universo literario es femenino, lo habitan mujeres de diferente condición que suelen relacionarse y salir airosas, rodea el color a todas estas mujeres mientras que los hombres, salvo alguna excepción, aparecen más difuminados, y como en blanco y negro, ahora cierro los ojos, contemplo su friso desde la distancia y me deleito con su paleta de colores.
Tiene la obra de Rosario, toda ella, momentos sublimes, no sabría expresar lo que siento cuando atravieso uno de esos momentos de gran literatura, pero sí puedo decir que siento la inspiración que tuvo al escribirlos, que admiro su talento, y, sobre todo, que los disfruto, me relamo con cada uno de ellos y espero pacientemente a que llegue el siguiente.
Si se pudiera ser sublime sin interrupción, Rosario lo sería, pero el rosa necesita los servicios del gris porque un rosa sin interrupción resulta empalagoso, y qué bien maneja nuestra autora la escala de los grises sin caer en la trampa de los grises, no hay que leerla, hay que sentirla, y dejarse llevar por su prosa cabal.
Quien me lee quincenalmente, sabe que es raro que escriba una reseña sin fragmentos de la obra, suelo fundir mi texto con el del libro correspondiente, y hoy, mira tú por dónde, no hay ni una sola frase, ¿qué pasa con esta Pasión Nails ―se preguntará alguien―, acaso no merece ni una sola transcripción?
Me miro las uñas. ¿Por qué a las mujeres les gustará pintárselas? Incluso las de los pies se pintan. Si eres hombre y, además, lector, cosa rara hoy día, esta novela es para ti, Pasión Nails te abrirá las puertas de un universo que-todavía-no-tiene-adjetivo. Si eres mujer, esta novela es para ti, pero me parece que ya lo sabías.
Rosario Izquierdo, una autora indispensable, cuatro novelas, una voz propia, un talento que tiene mucho de insistencia, y pongo esta última frase en cursiva porque es de Constantino Bértolo, el editor que la descubrió, el editor que me la descubrió, y seguimos sumando, hoy no hay transcripción, y tampoco te cuento nada de la novela, ni falta que te hace, abre la puerta de Pasión Nails y adentro, sin tocar, que me dicen sus mujeres que te están esperando.