Miserias editoriales, sí, porque a la editorial no le interesa lo literario, aunque sí lo gestiona, creando dioses, élites y guetos. Lo editorial apuesta por la lectura rápida, y se adueña de un mercado que, por su naturaleza, tiende a soslayar lo exquisito.
De manera que o vendes o no te vuelven a publicar. Da igual lo bien que escribas. De nada te va a servir escribir bien-bien-requetebién si no vendes. De nada te va a servir ser genial si no eres comercial.
En este momento solo hay tres categorías de autor. Muy conocido. Conocido. Desconocido. Y, para las editoriales y las librerías, los desconocidos sois todos iguales. No importa si eres un autor de verdad o de mentira porque vende más el malo, pues hay más lectores malos que buenos.
Algunas novelas autoeditadas de esas que dan pena han vendido tanto que hasta asusta. Novelas de esas que un editor de los de antes rechazaría en la primera página se venden bien porque van dirigidas a un público lector que no entiende de sutilezas.
Sí, la editorial seria es un filtro. Si todas las editoriales fueran serias, seguiría habiendo libros mediocres, pero incluso estos tendrían un pase. Claro que lo de editorial seria es un concepto que habría que aclarar.
Una editorial seria sería aquella que se preocupa por ofrecer al lector un texto digno. Siempre se va a colar alguna patata precocinada, eso es inevitable, un favor, la novelita del primo de un amigo, pero al menos saldrá arregladita.
Una editorial seria sería aquella que sabe lo que publica, que sabe encontrar un equilibrio entre la cuenta de resultados y la calidad del catálogo, que sabe lo que es la Literatura y cómo custodiarla.
Una editorial seria sería, en fin, aquella que se preocupa por la salud semántica de nuestra sociedad, pues, como bien decía Constantino, cada literatura educa y maleduca también a sus lectores.
Miserias editoriales, sí, que hoy están divididas en tres grupos. Grandes, medianas y pequeñas. G y M solo publican lo que se vende. No publican títulos sino autores. Firmas. Eso es lo que buscan. Una firma conocida. El texto es secundario.
En cuanto a P, sabe lo difícil que es vender trescientos ejemplares publiques lo que publiques y a quien publiques, puesto que G y M acaparan a los autores con firma. En un escenario así, publican solo a los que tienen un mapa de relaciones culto y amplio. El texto es secundario.
Miserias editoriales, sí, porque en lo literario no hay miseria, todo es puro, comienza lo impuro en lo editorial, siempre, en la comercialización del texto. Podríamos decir que dentro todo es limpio, escribir, escribir, escribir para ti, sin ambiciones, sin pensar en el hipotético lector.
Hay mucha pureza en esa intimidad. Hay mucha verdad en esa intimidad. Hay mucha honestidad en esa intimidad literaria que lo editorial terminará corrompiendo. Por eso has de centrarte en tu obra, escribir sin pensar en lo de fuera. Las ventas, las presentaciones, intentar posicionarte como autor, cualquier cosa relacionada con lo editorial apesta.
Has de olvidarte de lo editorial si quieres reencontrarte con esa pureza literaria que cada vez está menos presente en tu vida. Has de esconderte en ti para proteger la inocencia literaria que aún conservas, para producir literatura sin interferencias.
Has de quedarte en tu casa literaria para encontrar la paz. Buscarte. Sí, buscarte. Es tan fácil cuando te lo propones. El solo hecho de pensarlo ya debería relajarte. Adentro. Vamos, adentro. Has de meterte en tu universo literario, en la penumbra de tus historias. Es tu hábitat natural. Y ahí debes quedarte.
Porque afuera llueve mierda.
(Algunos fragmentos pertenecen a La ciudad sitiada, cuarta obra de la tetralogía Nocturno de Calpe)