―Profe, ¿y entonces qué es el ensayo?
―….[se paniquea]
A dos semanas del cierre de semestre, comencé el último bloque de Taller de Lectura y Redacción II, abordando los textos recreativos e introduciendo a mis estudiantes de segundo semestre en el tema del ensayo. La verdad, a pesar del tiempo, de los diversos cursos, de que no es la primera vez que abordo el tema y que incluso me gusta escribir ensayo, cada que debo dar una definición, me entra un poco de angustia, porque no sé cómo definirlo en pocas palabras, y en su lugar muchas veces termino citando textualmente para no enrollarme en explicaciones.
Sin mencionar la palabra, Michel de Montaigne diría: “sólo quiero mostrarme en mi manera de ser sencilla, natural y ordinaria, sin estudio ni artificio, porque soy yo mismo a quien pinto”. Virginia Wolf afirmaría que “debe tener esta cualidad permanente, bajar su cortina alrededor nuestro, pero […] que nos encierra dentro, no fuera”. Y el cierre de un taller impartido por Fabiola Camacho por parte de los Libros del Perro, quizás no me llevaría a una síntesis ensayística, pero sí a profundizar respecto a mi visión [muy personal] y motivaciones detrás del ensayo:
1.- En un año se cumplen dos décadas de que Chicas pesadas saliera en cines. Entre conflictos actualmente más criticados sobre las relaciones sociales entre mujeres y la antigua necesidad de la dicotomía de personajes, la protagonista llega a sufrir del llamado vómito verbal. Cady, sin pensarlo y exaltada, puede realizar confesiones que alteren para bien o mal. Cuántas veces no hemos vomitado detalles que prometimos no decir, o declaraciones que necesitábamos hacer desde hace mucho, pero que no nos atrevíamos a dar.
2.- Me gusta creer en la astrología y los detalles con los que me identifiqué desde la lectura de una novela de Linda Goodman. Aplicada a la sociedad gringa de finales de los 60’s, la autora da ejemplos muy específicos entre hombre, mujer, jefe y empleado de cada signo; sin embargo, y como aclara en su introducción, aunque nunca será lo mismo un géminis de NY que uno de otra ciudad, lo importante es que el fondo queda.
Leyendo a sagitario, me encontré un poco más. Porque esos tropiezos físicos de los que es famoso nuestro signo, mostrado claramente en las cicatrices de mis rodillas, también han llevado a cientos de torceduras verbales. Pequeños vómitos de franquezas que quizás no iban en ese momento, acompañadas de un regaño por meter la pata, o una advertencia previa sobre qué no publicar en redes. El paso de los años te enseña a cuándo tropezarte, a aventar tus ideas en una nota del celular y guardarlas para cuando puedas dar clic en otra parte.
3.- Cuando Cortázar escribiera sobre vomitar conejitos, en vez de asco, pensé: “qué curioso”, así ya no siento el vómito.
4.- De pequeña, si vomitaba era porque había comido demasiado en casa de mi abuelita. Rumbo a mi casa, podía sentir el letargo, la comida subiendo, mientras intentaba aguantar hasta el baño; casi nunca alcanzaba y nos deteníamos un momento en el camino. Luego me sentía “normal”. En la adultez sólo he vomitado dos veces, producto de la mezcla etílica. Lo mismo.
En demasiadas ocasiones olvido aventar mi verbo, mis sentires entremezclados; pero eventualmente se acumulan y salen.
5.- Encontrar el ensayo fue encontrar el peptobismol y mitigar los síntomas de la acumulación verbal. ¿Te da náuseas no hallar esa nitidez poética? Ensaya. ¿Te duele el estómago imaginar una historia con volúmenes? Ensaya. ¿Sientes que la bilis te carcome los sentidos? Ensaya. ¿Pensaste algo que te “cayó pesado”? Ensaya. ¿Las palabras salen y salen, descomponiéndose, y no sabes cómo estructurarlas? Ensaya.