Antes de concluir su periodo, el gobernador Martín Orozco inauguró la LIV Feria del Libro de Aguascalientes (10-18 de septiembre), en el Complejo Ferrocarrilero Tres Centurias. El espacio aprovecha los vestigios de una época de prosperidad que sigue rindiendo frutos en nuestros días, con otra función: de lo industrial pasó a lo cultural. Además de la capacidad de la arquitectura para perdurar más allá de sus constructores, se manifiesta aquí el valor que los tomadores de decisiones dieron a las dos funciones, en momentos diferentes.
A finales del siglo XIX, la industria ferroviaria; a principios del XXI, la cultura. En este caso, la cultura del libro y la lectura: las naves que albergaban maquinarias y herramientas metálicas dan cobijo a otro tipo de artilugios para extender los poderes humanos. Libros de papel o digitales, asociados a las artes y el conocimiento en general por el poder de la palabra. Un poder al alcance de cualquiera ─un mudo puede usar señas─, al contrario de lo que muchos piensan, creyendo que se requieren habilidades especiales para la lectura.
Desde luego, hay condiciones que la propician, como la iluminación y la parafernalia que todo lector asume. Pero todos tenemos la capacidad de imaginar, estar en el mismo mundo y vivirlo de maneras diferentes, con un sentido distinto al de todos los días. Sin embargo, no basta con libreros que distribuyan y editores que produzcan; se requiere de promotores que acerquen los libros a los lectores.
En Aguascalientes, los promotores se complementan, operando con apoyo gubernamental o de modo independiente. Desde hace veinte años, los primeros están en el Programa Nacional Salas de Lectura, de la Dirección General de Publicaciones del Conaculta. Sus antecedentes locales se remontan a la antigua Casa de la Cultura y el actual Instituto Cultural de Aguascalientes. Los promotores independientes tienen una historia más antigua, pues desde el siglo XIX hubo grupos de ciudadanos organizados con fines culturales, en los que a veces participaban hombres cercanos al poder. Actualmente, lo hacen a través de la Asociación de Libreros de Aguascalientes, AC., formada en julio de 2008.
Se trata de formar lectores mediante programas oficiales o con actividades más libres. Los promotores apoyados por las instituciones oficiales realizan programas específicos, sujetos a las políticas culturales de los gobiernos en turno; los promotores independientes usan la tecnología y las redes sociales para fomentar el libro y la lectura al margen de quien gobierne y decida esto o aquello.
Estableciendo acuerdos con autoridades de cultura municipales y estatales, la Asociación de Libreros realiza exposiciones y ventas de libros en el Jardín de los Palacios y otros a lo largo del año y en el corredor cultural Carranza durante las ferias que animan la ciudad y se suman a la del Libro: San Marcos, el aniversario de su fundación y las Calaveras.
Desde luego, importa mucho saber quiénes están detrás del ciclo de la lectura, convencionalmente iniciado en la escritura. Pero no hace falta pensar mucho para ver que el escritor también lee. Se puede caracterizar como un lector especializado; cronológicamente, el primero ante sus propios escritos y uno más ante los de otros.
Visto así, el ciclo no tiene un principio ni un final únicos: la escritura proviene de muchas lecturas previas y se dirige a muchos lectores. La palabra constituye un producto social, cuyo uso nos hace formar parte sin embargo de una comunidad como individuos irrepetibles o variaciones sobre un mismo tema, en términos musicales. Incluso se ha dicho que los libros no existen, si se les considera objetos únicos: cada visita da vida a uno diferente.
William Blake distinguía entre seres y estados. Nada nos quita el ser humanos y no podemos asegurar que la muerte lo haga; pero el poder de la palabra cambia nuestro estado, generalmente de manera positiva. Podemos graduarlos entre superiores e inferiores, fuertes y débiles, ricos y pobres. Por milenios, la posibilidad de cambiar por el poder de la palabra ha pegado sobre ciertas escrituras la etiqueta de lo prohibido, prolongando su vida sin quererlo. En piedra o metal, corteza o tela, papel o ciberespacio, el acto y la experiencia de leer aportan la maquinaria y las herramientas necesarias para unir el mundo material con el imaginario.
Quizá por eso los organizadores tomaron la frase como lema para la feria de este año. La industria ferroviaria trajo a la pequeña villa una prosperidad que la transformó profundamente en lo tangible y en lo intangible. Actualmente, los libros y la lectura extienden nuestros sentidos en lo intangible, permitiéndonos el manejo de nuestro estado humano con información e imaginación.
Cabe usar la palabra para pedir que el nuevo gobierno estatal prolongue y amplíe la colaboración entre las salas de lectura y los libreros. Y que la cultura del libro nos haga mejores.