Tal vez el contraste entre lo que esperamos y lo que realmente recibimos hace del amor uno de los motivos más universales en la poesía de todos los tiempos y lugares. Invariablemente, después de celebrar su aparición, pasamos a lamentar su insuficiencia. Pero hay celebraciones y lamentos que van mucho más allá del mero desahogo para alcanzar dimensiones donde la expresión corresponde de mejor modo a la universalidad del sentimiento. Entonces hablamos de grandes obras poéticas y de grandes poetas.
En 2018, la Colección Letras de la UAA publicó Diario de lo deshabitado, de Patricia Ortiz Lozano (Aguascalientes, 1972). Este libro muestra una obra madura, pese a tratarse del segundo título individual de la autora, e interesante por el tipo de acercamiento a la obra de Olga Orozco (Argentina, 1920-1999).
Poemas de Ortiz Lozano aparecen en tres antologías: el primer volumen del Mapa poético de México (Mérida: Ediciones Zur, 2008), compilado por Adán Echeverría García, Armando Pacheco y Marco Antonio Acosta; Contorno de fuego (Aguascalientes: CNCA-ICA, 2013), prologado por José María Espinasa; y Las avenidas del cielo: muestrario poético de Aguascalientes y Guanajuato (Aguascalientes: UAA, Colección Letras: 2018), reunido por Benjamín Valdivia. El primer título personal de esta autora, Casa de lluvia (México: Verdehalago), apareció en 1998.
En 2017, la autora terminó su tesis de maestría en artes sobre un aspecto decisivo en la obra de Orozco y en el libro en comento, como señala su título: La configuración del tema-personaje poético de la enemiga en la poesía de Olga Orozco, de acuerdo con el enfoque teórico de la Tematología. Un análisis de los poemas “La cartomancia” y “Para destruir a la enemiga”, del libro Los juegos peligrosos (1962) y “Con el humo que no vuelve”, del libro La noche a la deriva. Tesis para optar por el grado de maestra en arte (UAA, Centro de las Artes y la Cultura: 1983) (http://hdl.handle.net/11317/1382).
Dicho documento propone a sus lectores “un diálogo silencioso y fecundo” sobre la poesía de Olga Orozco. Para alcanzar su objetivo, el análisis recurre a la Tematología como herramienta teórica, además de la intertextualidad y el uso de campos semánticos para analizar tres poemas de Orozco.
Aquí me centro en el análisis del segundo, aunque los tres tienen la mayor pertinencia. En él, los versos: “con la palabra de poder/ nómbrala y mátala” se refieren a la poesía como un poder creativo, pero también destructor. Ortiz Lozano señala que la estrofa en que aparecen esos versos constituye un conjuro para alejar la amenaza de “la enemiga”. El yo poético le habla a una segunda persona para que la destruya por el poder de la palabra poética, considerada por Orozco como un conjuro.
Antes, el poema ordena: “Nómbrala con el nombre de lo deshabitado”. Se refiere a un lugar al que la segunda persona vuelve cada noche, cuando la enemiga destruye la luz y lo que hay en ella: “(…) avanza (…) borrando el día con sus manos”.
El cuarto capítulo de la tesis aborda la configuración del tema-personaje, estableciendo relaciones entre los tres poemas, con base en el examen de sus diferencias y semejanzas. Entre otras cosas, concluye que el tema-personaje se configura como una recurrencia, una construcción simbólica que actúa a través de la palabra. Trabando con sortilegios la voz del yo poético y con un poder manifiesto como desastre y ruina. El tema-personaje simboliza la muerte, el infortunio y la rivalidad, como antagonista de la voz poética.
Pero este conocimiento no resultó suficiente para satisfacer una necesidad que solo podía saciarse haciendo poesía. Siguiendo y llevando más lejos las instrucciones de la poetisa argentina, la mexicana divide su libro en cuatro secciones: Nombrar a la enemiga, Nombrar al desterrado, El humo y el olvido y Falsa conversación con Olga Orozco sobre el fracaso del amor. Evidentemente, el diálogo iniciado en el texto académico prosigue en el texto poético, donde rinde frutos con valor propio.
Al inicio, una advertencia señala cuánto aquel diálogo se ha vuelto apropiación de una voz por parte de la otra: “Diré el dolor sin ocultarlo/ para que se haga humo/ y me abandone.” A lo largo del Diario…, la ansiedad de la influencia ─diría Harold Bloom─ queda abajo y atrás. La voz poética adquiere y desarrolla un tono y un ritmo propios. El verso breve de Ortiz Lozano da claridad al versículo de Orozco, que por su parte responde a la pregunta de qué hacer con el dolor, implícita en el reconocimiento de la misma condición en ambas.
Con pocas excepciones, los poemas tienen fechas como título, de acuerdo con la intención de presentar el conjunto como un diario. Pero también porque ese recurso da cuenta de un proceso que reúne rigor y valor para construir lo habitable por la palabra dadora de vida.