En Existiríamos el mar, Belén Gopegui se inventa la prosa-muelle, que le permite narrar tanto en la larga distancia como en la corta, y el lector se encuentra a veces entre los personajes y otras veces mirándolos desde un balcón estratégico, consiguiendo de esta forma entrar en el micromundo de nuestros protagonistas y también observarlo desde una perspectiva privilegiada.
«Hugo sube al autobús, desde la ventanilla aún alcanza a distinguir el bamboleo del vestido largo de Renata y el color granate de su pelo. Es una persona barca, piensa, no hay tantas, navegan calles y cafés, se las reconoce porque tienen los pies grandes incluso cuando usan números pequeños; si tienes la enorme suerte de dar con una, de que te hable, sentirás que puedes navegar con ella en los días de grandes temporales».
Lo plural, lo singular, la sociedad, el individuo, el paro, la fragilidad humana, el paro, la injusticia social, el paro, la lucha social, la amistad dentro de la chapuza vital, dentro de la chapuza impuesta, dentro de esta vida sin ley.
«Durante una época pensaba que tener irregularidades en la mente o en la vida o en el cuerpo no era lo que llaman un defecto. Porque mucha gente a la que admiro las ha tenido y no sé si gracias a eso o no, el hecho es que han mejorado bastante lo que tenían cerca. En cambio, los que están como asegurados contra el dolor pues, la verdad, pasa mucho que están demasiado encantados de conocerse».
Me he quedado un buen rato obnubilado al cerrar esta novela intensa, desconcertante como todo lo ajeno cuando además es insólito o desconocido, tremenda a veces, entrañable a veces, humana ―muy humana― siempre.
«Las personas también se sostienen unas a otras en la distancia, y a veces viven en tiempos diferentes aunque estén juntas, y otras en el mismo tiempo aunque estén lejos».
Belén Gopegui arma y arrima lo que capta su antena con una precisión endiablada que baila con una sintaxis de cuento. Capítulos cortos, una voz que a veces se deja ver y una voz que da voz a los que no la tienen.
«Ya, no lo sé, ¿qué es irse o quedarse? No solo cambiar de sitio o seguir en el mismo, creo».
Existiríamos el mar nos habla de nos, de nuestras tragedias personales, que pueden ser sutiles, que podrían ser evitables, y nos habla también de las otras, de las que te machacan con su inevitabilidad.
«El cuerpo se levanta, respira y, sin embargo, no puede con su estrella: baila pero, a veces, no sabe por qué baila ni por quién. Y la llamada de lo lejano insinúa lugares donde no haría falta una tregua, lugares que son la tregua».
Un libro para leer despacio, primero con la mente, luego con el corazón, un libro que te involucra, que te pone a prueba, un mar de páginas, un mar de vidas, un mar abierto a la esperanza.
«No quiero sentir contigo
lo que quiero
contigo
es dejar un rastro
en el hielo que cubre las rocas y el verde
para el camino
de los siguientes».