“No me importa el dinero, me importa la fama”.
Camilo, el tubero de Colima.
Camilo sube a la palma, sube a la palma Camilo. Me dices que te gustó el título del reportaje “Camilo entre palmeras”. Tu voz aguardentosa, pausada, rememora tu hazaña cotidiana de trepar con habilidad de cuadrumano columnas esbeltas de escamas anilladas. Escucho atento tus historias, como la de tu padrino al que calificas de cultiverio por lo mucho que sabe, un sustantivo que yo jamás había escuchado, o el giro insospechado que le das a la palabra “letreada” con la que designas a tu hija recién egresada de la licenciatura. Me quedo con tus frases como aquella de:
-Tan bonito que es hablar con cultura.
En tus divagaciones etílicas sacas a relucir Manny Pacquiao, y sus declaraciones valentonas contra Juan Manuel Márquez y todos los mexicanos. Te recuerdo que los antepasados del filipino trajeron a estas tierras el oficio ancestral que tú heredaste. Sin pensarlo demasiado me respondes displicente:
–está bien, no soy celoso.
Pero de lo que más te gusta hablar es del otro Camilo -el de Melina y tantos éxitos más, allá en los 70-, como cuando en confianza me dices:
–tengo un traje especial para doblar mejor a la fama…
Tu admiración por él más bien parece idolatría,
-Alguien me dijo que estoy enamorado del ídolo y yo le respondí: “soy un ser humano”.
Terminas diciéndome con orgullo no disimulado:
-pero ya me dijeron que vaya a alcohólicos anónimos… lo estoy pensando. Me dicen que mi fama se verá por duplicado.