Cuando tenía siete añitos, me pasaba la semana esperando a que llegara la tarde del jueves. Y entonces salía corriendo del colegio, me iba corriendo a casa, le pedía el dinero a mi madre y volvía a correr hasta el quiosco. Ya de lejos distinguía la portada del nuevo Pumby, colgado con dos pinzas de tender. Me resulta imposible describir el gozo que sentía, ese íntimo regocijo que es propiedad exclusiva de los niños.
«La verdad es que uno de los grandes méritos del Lorca poeta es que siempre se mueve al filo de “lo bonito” y casi siempre sale bien parado del peligro. Coge una punta de cursilería y le da la vuelta, la lleva de aquí para allí, la hace cruzar dos mares y tres continentes, sopla, mete la mano en el sombrero et voilà!: “Y el agua era una paloma”. ¡Qué maravilla! Simplemente ha conseguido mojarnos de aire, hacernos ver y tocar lo imposible».
Desde entonces hasta ahora, pocas veces he vuelto a sentir algo similar. Me faltaba el anhelo, un apetito literario concreto, la sorpresa intuida. Los libros normales no me proporcionaban ese placentero deseo. Aunque después algunos me gustaban, faltaba el capricho preliminar.
«La escritura nace ligada a las élites, a una cultura elitista que a su vez alimenta e identifica a esas élites. […] Si las masas consumen literatura, ¿de qué literatura seguirán sirviéndose las élites para reconocerse y ser reconocidas como tales élites?».
Y en 2012 ocurrió. Leí los textos que Constantino Bértolo escribía para el blog de Caballo de Troya. Bertolianos. Tenía interés en el editor y pedí La cena de los notables. Ahí ya empezaba el gusanillo, de alguna manera sentía que estaba recuperando el viejo sentimiento.
«Los lectores, acostumbrados a entrar en los libros a partir de la marca, literaria y comercial, que la autoría supone, pueden sufrir cierto desconcierto, pero, pasado ese umbral, se encontrarán y se sentirán partícipes de una obra donde la calificación de original nada tiene de retórica y manida alabanza».
Ahora acabo de comprar ¿Quiénes somos?, el último ensayo de Constantino. Lo he abierto. Lo he manoseado. Papel crema, interlineado perfecto, portada sencilla pero sugestiva. Ahí está, sobre mi escritorio. Aunque es martes por la mañana, al niño de los jueves por la tarde le da igual.
«Una novela ambiciosa y de ambición cumplida. Tragedia de la voluntad donde el protagonista acaba siendo víctima de la sinrazón, esa fatal consecuencia que la dictadura de la razón suele engendrar. Narrar, rememorar para salvarse de la muerte, saltar por encima de ella, permanecer con el ser que se ha sido. Son muchos los que piensan que leer vale para eso mismo».
Leer a Constantino es toda una experiencia. No voy a decir nada sobre el libro. Como podéis observar, me estoy limitando a transcribir fragmentos. Pues la literatura bertoliana habla por sí sola.
«Retorna así, vía transfiguración estética, al prototipo de intelectual semántico, que ve la realidad como una cuestión de palabras. Es decir, el escribir entendido en su sentido de fuga, de rechazo, de salvación personal, de sublimación estética».
¿Quiénes somos? es un libro de libros que va más allá de lo literario a través de lo literario. Constantino Bértolo disecciona la España que conocemos con un bisturí libresco que no yerra. Un libro para perderse, para encontrarse, literatura en estado puro, un buen lugar donde permanecer algún tiempo.