Tarada es una historia escrita en primera persona por una falsa escritora. Pero. ¿Quién escribe la historia? ¿La autora? ¿La falsa escritora? Incluso se podría pensar que Carolina Sarmiento le ha birlado el texto a su abuelo. Si así fuera, esta sería la historia de una falsa escritora escrita por otra falsa escritora.
Carolina tiene un talento natural. Su teclado chisporrotea bajo unos dedos que a veces escapan a su control. Se le sale el corazón de la camiseta cada vez que la historia le planta cara. Carolina es una domadora literaria que no teme a los zarpazos. Y escribe con la espontaneidad bizarra de los que no tienen nada que perder.
Tarada es un viaje exterior abocado desde el principio al más profundo interior. Saltan las chispas en la prosa, entre los personajes, deviene poética, brilla, se apaga, va y viene la magia en un texto que explora todo lo explorable dentro de una Literatura que exige osadías, fuera de esa litersanía que vende comodidades a plazos.
La Literatura ha de salir de las entrañas y Carolina sabe cómo hacerlo. Hoy está de moda componer historias sin sustancia. O sea, un encadenamiento de hechos más o menos afortunado que no conduce a ningún sitio. Que no contiene una voz ni una atmósfera ni la magia que toda Literatura debe tener.
Litersanía. Textos mejor o peor escritos en el aspecto técnico que sin embargo no son Literatura. Contar cosas sin estilo equivale a contarlas con el estilo de otros. Si no tienes voz, todo lo que cuentes carecerá de magia. Sin personalidad, el arte deviene en artesanía. Y la Literatura, en litersanía.
Dije de City que Alessandro Baricco debía haberse enamorado de Shatzy. Dije de Extraña forma de vida que Vila-Matas escribió veintiocho páginas de más. Y dije también que el Amor de Sara Mesa contiene un error que empieza por b, un error que sufre en silencio en la página 138, aunque en esta ocasión me guardé para mí algunos más que me ayudan a dormir cuando llueve fuerte.
Y ahora digo de Tarada que su redondez es lunar, busca Carolina su voz entre cráteres, pedruscos y mares desérticos, busca Carolina su estilo y lo hace a tumba abierta, sin complejos, a pecho abierto, mientras conduce la bicicleta oxidada de los poetas incurables.
«Abrazada a su libro gastado y untada de tontería alcanzaba el bienestar de los ilusos».
«Se lo insinué en silencio, que es como se gritan las cosas importantes».
«Me hubiera gustado estallar en ese momento para recoger los pedazos, limpiarlos y recomponer el puzle».
Tarada es un boli desangrándose en la yugular de un abuelo esquivo, golpea Carolina Sarmiento con fuerza los resortes literarios para verter nueve gramos de magia en una novela que hay que saber paladear, en una novela que no contiene ni una sola frase precocinada, pues el libro entero ha sido cocinado a fuego lento.