Fotografía de festivaldepoesiademaracaibo.wordpress.com
Entrevista con el poeta Ricardo Yáñez
sobre su experiencia poética y su obra reunida Desandar.
¿Dónde crece, cómo fue su infancia, su juventud en un repaso rápido y cuál fue su primer contacto con el poema?
Soy gente de barrio, en la infancia más o menos aislado del mismo, pero en la juventud inmerso en él, barrio bastante bajo (no es ofensa, es descripción), donde en cuatro manzanas, bastante grandes, sólo mi hermano y yo y dos muchachas, por cierto hijas de nuestro profesor de inglés, estudiaban la secundaria. El entorno era muy difícil, violento, pero uno ahí estaba y no se azoraba de nada –o, aunque creo que el matiz no cabe, de casi nada. Mi primer contacto con el poema (la forma poema, no la poesía) fue en una revista, La Familia, que publicó (tenía yo menos de cinco años) un acróstico sobre la Adelita. Me puse a jugar con él, cambiando los versos pero manteniendo, claro, las iniciales.
Rimbaud decía no pienso, me piensan. Octavio Paz iba por la misma línea y afirmaba: alguien me piensa, soy el pensamiento del otro. La otredad presente. En su caso, ¿Cree que hay alguien más que lo fuerza a tomar la pluma o ponerse frente al teclado para escribir sus experiencias sensibles? ¿Quién, en realidad, escribe sus poemas? ¿Por qué escribe Ricardo Yáñez?
Bueno, uno en principio, lo sepa o no, escribe para conocerse, quizá un poco para equilibrarse, para no caer. La voz no cambia, cambia el sentido de la voz. Yo he querido, y en ocasiones creído, que he trabajado diversas voces en la poesía que escribo –no son sino modos de presentarse de la misma voz, voz que uno no cesa de explorar, pero que ya estaba ahí, desde siempre; lo habita a uno. En mis canciones, he escrito muchos textos dentro del género canción, intento que mi voz diga lo que siempre se ha dicho mediante el canto y que, sin carecer de presencia, carezca de personalidad individual, se diluya en lo colectivo, pero la voz es la voz. Lo deja a uno manejarla, pero no contradecirla.
J.M. Coetzee (escritor sudafricano) afirma, en sus memorias noveladas, que para escribir poesía hay que sufrir. Que la poesía brota del dolor, del sufrimiento. ¿Ricardo Yáñez necesita sufrir para escribir poesía?
Tanto como necesitarlo, no. Pero no hay quien no sufra ni, tampoco, hay propiamente quien anhele sufrir. La poesía en ese sentido es un acto de fe en que la curación existe, de que si el sufrimiento se da, puede ser exorcizado.
Ricardo Yáñez recurre a la medición del verso y vuelve a las formas clásicas de la poesía, como lo es el soneto. ¿Considera que el buen poeta debe dominar primero este tipo de producción poética para después romper los paradigmas? ¿Qué fue lo que lo llevó a usted al regreso de esas prácticas poéticas?
Bueno, en cuanto a las publicaciones, yo empecé con el verso libre (en primaria y secundaria trabajé, sin mucha fortuna y sin demasiada curiosidad, sin asiduidad ninguna –era un juego– el verso medido y rimado). Pero la forma tradicional siempre me ha fascinado. Eso quizá depende de que desde siempre me gustan las canciones, me sé muchísimas, y es muy difícil imaginarse una canción carente de metro y rima. Alguna vez contesté que uno, gente como yo, que viene de la incultura, actúa un poco como la gente pobre que quiere “presentar en sociedad” (no es una frase que ellos mismos usarían) a su hija quinceañera y le prepara, además del fiestón, el vals, por supuesto. Nadie me ha preguntado nunca si soy contracultural, pero si alguien lo hiciera tendría que responderle que como vengo de un mundo con una cultura de la pobreza –así le llamó el antropólogo Oscar Lewis– lo que busco es tener una cultura-cultura, y (por inasequible que en verdad me sea) no más.
Desandar, devolver sus pasos, ver las huellas, sus voces; ir al comienzo, a la vuelta de los años, de sus palabras. Y esto es una acción sensible, nostálgica hasta cierto punto, ¿lo cree usted? ¿Por qué de este volver? ¿Para qué desandar los años de su poesía?
El título nunca me convenció, pero no encontré el adecuado. Quizá Borrar los pasos hubiera sido mejor, que es lo que yo más o menos quería decir, con su sin duda carga de humildad pregonada que por lo tanto no es humildad. Al proponérseme la reunión de mi poesía, me entusiasmé, desde luego, pero rápidamente me entró el temor de no estar a la altura. Corregí con cuidado, intentando no modificar demasiado (en especial no distorsionar el sentido original de cada poema), esto como una cortesía para el lector (si bien no dejaba o deja de ser una cortesía para conmigo mismo, para los poemas a reunir). Eso está advertido al principio de Desandar. Ahora lo explico un poco más. Intentaba, asimismo, decir adiós a la vez que agradecer los caminos (pensaba más en veredas que en caminos, pero en fin), decirle adiós y gracias a aquel que fui.
Gertrude Stein decía que no había escritores de un solo libro, que para poder juzgar justamente a un autor debe leerse la totalidad de su obra. Desandar es una reunión de palabras, de años, de sentidos, 12 libros: esos años son usted. ¿De alguna manera esta obra es un plantarse frente a todos y decir este soy, éstas mis palabras, mis partes reunidas, y estoy listo para ser juzgado? (optativa, en caso de que no la haya respondido antes) ¿Qué significaciones o qué impresiones deja al Ricardo Yáñez escritor ver compilado parte de su trabajo literario en una antología?
“Este es el que fui”, es lo que quisiera decir el libro, pero también, sin duda: “Si algo queda de esto, puede que eso sea todavía.”
La mayoría de los libros compilados en Desandar fueron publicados en su momento, pero también hay uno inédito, Nuevos papeles volando con canciones simples, háblenos de él.
No distingo mucho entre mis canciones, se me confunden. Por ejemplo Papeles volando y Nuevos papeles volando pudieron ser un solo libro, sólo que lo que constituye el primer título ya estaba publicado, y ambos, juntos, pudieron haberse sumado a Piso de tierra. Claro, eso obligaría a una reestructuración de todo. Quizá a prescindir de textos (hay bastante repetición, de temas, de rimas –me gusta mucho la repetición, pero de haber juntado todo en un solo libro resultaría, sin más, aburrido). Pero el caso es que me pidieron, en el Fondo de Cultura Económica, un inédito. Pues lo di. En términos generales, no sólo en Papeles volando, cuando hago canción trato de mezclar la canción popular mexicana, a veces incluso latinoamericana, con las antiguas canciones españolas (de modo que por ahi se me aparece García Lorca o Rafael Alberti, que también pusieron atención tanto a su folclor como a las raíces, por así decir, de su folclor, o hasta, siglos atrás, Gil Vicente o, no estoy seguro, pero puede ser, Juan del Encina).
El editor (Ediciones del Ermitaño) Alejandro Zenker afirma que en 60 años el libro-objeto desaparecerá. Muchas editoriales comerciales están migrando parte de su catálogo a plataformas digitales, lo mismo está haciendo el Fondo de Cultura Económica al igual que bibliotecas públicas, etcétera. ¿Qué opinión tiene al respecto? ¿De alguna manera cambia la forma de escribir, leer –interpretar- la poesía en estos nuevos medios digitales?
No. No en mi caso. Yo, desde que pude, escribí (casi) siempre a máquina, y desde que me decidí –porque vaya que opuse resistencia– en la computadora. El resultado, dado el hecho de que, según me dijo bromeando un enterado en literatura, mi vanguardia apunta hacia el siglo XVI (y yo digo que puede que más atrás), es el mismo. Confío más en la memoria que en los llamados soportes físicos.
En uno de sus poemas dice usted: “Sonreímos abiertamente al tiempo que vivimos/así sea desastroso/(…) Pobres de nosotros si no (…)”. Sus versos nos presentan a la sonrisa como medio de salvación. Y le pregunto: en la época actual, confusa, convulsa, cínica, en el que tenemos a demagogos y declamadores profesionales gobernando, en una tierra llena de muertos y de fantasmas mutilados, ¿cómo seguir sonriendo? ¿De qué forma se puede sonreír ante semejante paisaje? ¿Cómo salvarnos? ¿La poesía puede salvarnos como piensa el poeta Baudelio Camarillo?
Cada quien se salva a sí mismo (la palabra salvar me suena un tanto excesiva, pero aceptémosla), y no de un jalón, día a día. La pequeña o gran salvación que logra hacer de sí cada día puede contribuir en mucho a la salvación de muchos otros. Lo mismo vale para la poesía que para la economía, la arquitectura, la jardinería, la educación, la carpintería, la albañilería, la pintura, la música, etcétera. Sonreír, de todos modos, se sabe, es al menos descansar.
Uno de sus versos dice: “No dejes, pero no impidas, que se vaya el colibrí”. ¿Cree usted que este poema es una metáfora de la relación que tiene con su poesía; es decir, no dejar a la poesía, pero si ésta un día decide irse, habrá que aceptarlo y no escribir más? ¿El colibrí sigue apareciendo o se ha ido? ¿Qué escribe actualmente, hay nuevos proyectos en puerta?
Ese verso o aforismo nació de un hecho real. Nos reuníamos un grupo de personas a tallerear bajo un guayabo y llegaba con frecuencia un colibrí y se quedaba suspendido por momentos –que nos parecían dichosamente largos– en dirección a nosotros, no al guayabo. Yo no sé si lo dije o me lo dije, pero de cualquier manera lo di a entender a todos y cada uno de los demás: “No dejes, pero no impidas que se vaya el colibrí”. 0 si se quiere, recordando aunque con otra palabra un texto de Raúl Bañuelos: el milagro. O la felicidad. O el don.
Semblanza: Ricardo Yáñez nació en Guadalajara, Jalisco, el 3 de abril de 1948. Poeta, ensayista y narrador. Estudió letras en la Universidad de Guadalajara y la UNAM. Ha sido editor de El Ciervo Herido; profesor en la U. de G.; periodista fundador de El Sur, Unomásuno y La Jornada; articulista y miembro de la mesa de redacción de la revista Mira. Creador de una metodología para el desarrollo de seminarios y talleres de creación literaria, que ha aplicado en múltiples ciudades del país. Colaborador de Biblioteca de México, La Gaceta del FCE, La Jornada Semanal, Revista Universidad de México, Sábado, Siempre!, entre otros. Fue jefe de la zona centro de NOTIMEX, jefe de la redacción periodística de Radio Universidad Veracruzana; Ciencia, Cultura y Espectáculos de El Occidental y director del SemanarioParéntesis, estos tres últimos, medios tapatíos. Miembro del SNCA en los periodos 1997-2000 y 2000-2003. IV Premio Punto de Partida 1971 por El Girasol. Premio único de Narrativa en el Segundo Certamen Literario de la Universidad de Guadalajara 1972. Parte de su obra se incluye en antologías nacionales y extranjeras. En 2004, El Aduanero y La Jornada auspiciaron la grabación del disco Quizá en agosto, que reúne sus textos poéticos musicalizados por ocho compositores.
Nota: la presente entrevista se publicó originalmente en nuestra Edición especial por tercer aniversario.