¿Quién es Fer de la Cruz?
Busco la construcción de una definición primero para mí mismo y mis familiares, amistades y colegas cercanos. En este momento de mi vida, ya quizá a la mitad del camino, busco el equilibrio en todos los aspectos: En el taller literario, encontrar los aciertos para decir del texto en cuestión antes de señalar los aspectos perfectibles; en la vida social, beber por el sabor y no por el efecto; en mi escritura, ir tras el hallazgo sin sacrificar la naturalidad en el lenguaje ni la asequibilidad para los lectores. Así voy depurando la autodefinición para mí mismo, y creo que logro proyectarla en el público lector.
¿Quiénes te acercan a la lectura?
Los mentores que me acercaron a la lectura llegaron de diversas maneras. Las primeras etapas fueron como las de muchos colegas en todo el mundo hispánico: En la infancia, mi madre decía de memoria poemas que me fascinaban como “La pobre viejecita”, de Rafael Pombo, o “El seminarista de los ojos negros”, de Miguel Ramos Carrión. De preadolescente, mi fascinación se volcó sobre Robert Louis Stevenson, Daniel Defoe y Julio Verne (en ese orden). Ya de joven adulto descubrí a los escritores maravillosos de obra muy difundida, como Lorca, Neruda, luego Vallejo, García Márquez… Más tarde, ya inmerso en talleres literarios, se fue expandiendo el universo de mis lecturas, y en la maestría en Ohio University explotó en un big bang sistematizado que incluyó mucho análisis, discusión sustentada e investigación.
¿Cómo comienza el quehacer literario para ti?
Inicia en enero de 1995 cuando tuve la fortuna de tomar un taller de un semestre con la poeta argentina Mercedes Roffé, en Nueva York. Con uno de los ejercicios de ese taller gané mi primer premio literario: Los III Juegos Florales de Progreso, Yucatán, en 1996. Era un ejercicio en prosa que exploraba la utilización de los sentidos. Ambos eventos, el taller y el premio fueron un impulso importante que dio inicio a un proceso formativo largo que he disfrutado en cada una de sus etapas. Mis primeras colaboraciones en revistas literarias fueron en el 2000 y, luego de alguna plaquette y varias participaciones en libros colectivos, mi primer libro de poemas fue Redentora la voz, publicado en 2010 por el Ayuntamiento de Mérida. Ahora tengo más de 20 títulos publicados pero mantengo la misma paciencia y perseverancia del principio.
¿Cuál piensas que es el papel de la traducción literaria?
Es un papel importantísimo. El traductor literario recrea el efecto que la obra original produce en el lector, en términos de sonoridad, tono, textura y juego verbal además de contenido. A veces uno tiene que sustituir un juego verbal por otro que surge en otro momento, dada la maleabilidad de la lengua meta que es diferente de la de origen. Otras veces, hay que suprimir palabras en un punto y agregar otras que no estaban, de manera que el texto en la lengua meta funcione. Esa es la responsabilidad del traductor literario. Digamos, si traduces una canción, tienes que poder cantarla en la lengua meta. Por eso el traductor, más que una traducción hace una versión. Y por eso, también, se vuelve coautor y merece crédito en la portada.
¿En qué proyectos estás trabajando ahora?
En varios simultáneamente, tanto de lectura como de escritura. En lectura, estoy a la mitad de las memorias del genial Sherman Alexie mientras releo La elegancia del erizo y leo por primera vez un poemario de una joven poeta venezolana radicada en Toluca, que voy a presentar aquí en Mérida. En escritura, estoy trabajando en el que será mi quinto libro para niños, además de la revisión de mis versiones en español de un estupendo poemario de Jonathan Harrington. Además, me gustaría proseguir con una colaboración con mi colega y amigo Marcos Rodríguez Leija. Ah, y cómo me gustaría traducir los cuentos y poemas de Sherman Alexie. Su obra debe ser conocida por las comunidades indígenas en Latinoamérica. Sin embargo, las leyes de derechos de autor me impedirían difundir mi traducción, aunque creo poder citarlo a salvo en esta entrevista cuando dice que “Es un buen día para ser indígena”.
¿Qué consejos tienes para otros traductores/poetas que comienzan?
Que no busquen traducir sólo el contenido. Que exploren las posibilidades de la exuberantes lexicografía y fraseología en las variedades dialectales del español. Que no busquen ser puristas ni fundamentalistas de la gramática: que busquen el punto medio entre la preceptiva y el uso (tenemos que tener un poco de lingüistas). Ah, y que no pierdan la naturalidad expresiva. Que le sean fieles a la literatura más que al texto de origen, sin descuidar la carpintería garciamarqueana a la hora de trabajar la textura y el planchado final del texto.
¿Hay algo más que quisieras compartir?
Aquí comparto tres poemas. La “Oración del pequeño dios” y “El Salmo” aparecen en mi libro Sabotaje a la che más otros dos poemarios de humor neoquevediano, que está a punto de ver luz editorial, en coedición de Libros en red y el Ayuntamiento de Mérida. Por su parte, “Apóstol 13/The 13th Apostle” es parte del poemario mayormente inédito Al levantar la piedra/Lift Up the Stone, de Jonathan Harrington.
Oración del pequeño dios
Padre nuestro que dejaste en nosotros
la encomienda sagrada de nombrar
y nos alimentaste de aquel fruto prohibido
del arcano jardín de la palabra, su milagroso Verbo,
la sílaba jugosa, pecaminosa, dicen,
para que conociéramos lo que es ser como Tú
que en seis días creaste el universo con tu divina voz…
Que nazca de nosotros el aliento,
que afluya de las aguas más profundas
donde también bebieron otras voces
desde el rey Salomón y sus ancestros.
Concédenos la gracia de una buena lectura cada día.
Perdona lo que dimos a la imprenta sin haberlo dejado madurar
en las barricas de la inteligencia,
así como aceptamos sin remedio las erratas que no tienen perdón.
No nos dejes beber en demasía de tu sangre redentora
hasta creer que toda palabra nuestra es voz divina.
Y que el tiempo, juez último y terrible,
de nosotros se apiade y nuestros textos la salvación merezcan
de convertirse en polvo entre oscuros anaqueles
o las llamas eternas del olvido.
Salmo
Dichoso aquel poeta que renuncia
al triste crepitar del ermitaño,
al elocuente dogma del ateo,
al orden casi fúnebre de la hoja membretada,
al chapoteo en ciénegas de asfalto,
al falsete de los machos cantores en sus tonos de gris,
mas encuentra deleite en la voz que conlleva
la esperanza de tierras prometidas
y los soles del sueño, la mente en plenilunio,
el zambullirse de ojos entre uno y otro verso
a la salida y puesta de las páginas.
Será como una selva
reflejada
en el lenguaje que la mantiene verde,
próspera de jaguares, zarigüeyas, cenzontles
y demás zoología de las ideas
que de su aliento afluyen.
No así los pastizales que de un soplo se pierden
por la colilla suelta del escriba con rostro de desierto,
que trabaja con humo y cuyos libros
se habrán vuelto ceniza
antes de ser escritos.
Apóstol 13
Jonathan Harrington
Versión al español: Fer de la Cruz
Mateo 26:17-35
Ningún perro fue bendito como yo
echado ante tus pies en lo que fue Tu última cena.
Te lamí las sandalias y luego tú rascaste mi barriga
con la tira de cuero detrás de tu talón,
mientras me dabas trozos de pan y carne.
Mas nadie me recuerda en ningún libro:
ni Marcos ni Mateo ni Lucas.
No me menciona ni siquiera Juan.
Quizá no habrían pensado que un perro tuviera alma.
Pero allí estuve y, es más, pude olfatear
la culpa en los pies de Judas.
Incluso le ladré para advertirte
y entendiste pero no me hiciste caso,
así que volví a echarme a disfrutar
tus pies acariciándome la panza.
The 13th Apostle
Jonathan Harrington
Matthew 26: 17-35
No dog has ever been as blessed as me,
lying beneath the table at Your last meal.
I licked Your sandaled feet and You scratched
my stomach with the strap behind Your heal
and fed me scraps of bread and meat.
I´m not remembered in any of the books—
not Mark, nor Luke, nor Matthew, not even John.
I suppose they didn´t think that dogs have souls.
But I was there; I’d sniffed the culprit out.
I could smell betrayal on Judah´s feet.
I tried to warn You with a bark. I think
You understood but You ignored me.
And so I settled back and just enjoyed
Your sandals rubbing gently on my belly.
Crédito de foto: Zindy Abreu