“Quien sabe de música la hace, quien sabe menos la enseña, quien sabe menos todavía la escucha, pero quien de plano no sabe nada la critica”
Luciano Pavarotti.
“En algún punto entre lo hipnótico y lo inmensamente aburrido (…) Su intransigente lentitud hace que sea difícil verla sin hablar, y cuando la vi la gente hablaba por toda la sala, durante toda la película (…) Necesita trabajo extra en el guión”*; “Pretenciosa, abismalmente lenta, pobremente actuada, y sobre todo, mala”**. Éstas son algunas de las reseñas que la crítica dio a la cinta 2001: Odisea del Espacio (2001: A Space Odyssey), del cineasta Stanley Kubrick, allá en 1968, aunque hoy pudiera parecernos impensable que alguien que se jacte de saber algo de cine pudiera expresarse de semejante forma de una de las llamadas “obras maestras” de la historia de la cinematografía mundial.
La realidad es que no son pocas las películas que hoy tenemos por grandes obras de arte y que, en su momento, la crítica destrozara: Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960), El Resplandor (Stanley Kubrick, 1980), Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994), Alien (Ridley Scott, 1979) o El Club de la Pelea (David Fincher, 1999), por mencionar solo algunas.
Quizás convenga, de inicio, entender a qué se refiere alguien cuando habla de “la crítica”, al menos en lo que se refiere al ambiente artístico. Un crítico es una persona encargada de apreciar y analizar una obra, para después comentarla en algún medio de comunicación para su difusión, sea este audiovisual, impreso o digital. Y suele haberlos de dos tipos: la crítica periodística, que generalmente son quienes escriben en periódicos y revistas; y la crítica académica o especializada, que cuenta con conocimientos formales sobre aquello que analizan y que suelen desarrollar más bien en ensayos.
En la actualidad, podríamos hablar de un tercer tipo de “crítica”, que serían los opinólogos de redes sociales (Facebook, Twitter, YouTube o la que a usted se le ocurra), que no son ni periodistas ni tampoco expertos en la materia analizada, pero que suelen gozar de mucha popularidad entre los internautas, con cientos de miles (a veces millones) de seguidores, lo cual aparentemente les otorga cierta credibilidad.
Es muy importante entender la diferencia entre los primeros y los segundos, porque sus críticas suelen responder a interrogantes distintas. Mientras los críticos periodísticos y especializados suelen escribir respondiendo a la pregunta ¿es buena o mala cierta obra?, los opinólogos responden a ¿me gustó o no dicha obra? Es decir, los primeros suelen argumentar desde el análisis formal y académico por qué una obra es buena o mala, mientras que los segundos se quedan en las impresiones personales y subjetivas que tienen como espectadores.
Lo que es indiscutible es el poder que ejerce la crítica sobre el espectador a la hora de decidir qué película ver o no ver. Y muchas veces es de la crítica de quien depende el éxito o el fracaso de una cinta, pues resulta mucho más fácil detenerse a leer algunas líneas (amén de decir 140 caracteres) que pagar una entrada al cine y sentarse dos horas en una butaca para poder sacar las conclusiones propias.
Es, sin embargo, muy engañoso creer ciento por ciento en lo que la crítica -por más especializada que sea- dice, pues a pesar de que su trabajo debería enfocarse en orientar al espectador acerca de los valores técnicos, artísticos y de producción que tiene o no una creación para ser valorada y apreciada, la mayoría de ellos escriben hoy en día desde las entrañas, desde lo que a ellos les gusta o no les gusta, lo que les parece válido o inválido. Es así como cada uno termina convirtiéndose en juez y jurado de la obra analizada, y emiten sus veredictos inapelables, a pesar de que muchas veces resulten tendenciosos, desinformados o ridículos.
Habiendo dejado claro quiénes son “la crítica” y la influencia que tiene en el público cinéfilo, podemos pasar a lo siguiente, pues pareciera que la llamada “crítica especializada” está más interesada en ver quién lanza el insulto más ingenioso en contra del CGI utilizado en la película Cats (Tom Hooper, 2019), que en hacer bien su trabajo, que sería analizar la totalidad de la cinta.
Cats es la adaptación al cine del aclamado musical compuesto para teatro por Andrew Lloyd Webber (Evita, El Fantasma de la Ópera, Jesucristo Superestrella), y que a su vez está basado en el libro de poemas Old Possum’s Book of Practical Cats, escrito por T.S. Eliot y publicado por primera vez en 1939.
El libro se compone de una serie de quince cuentos escritos en verso que presentan cada uno a un personaje distinto, sin que ningún poema tenga alguna relación con otro además del hecho de que el protagonista sea un gato. Eliot escribió cada cuento/ poema para leerse de forma individual, y los enviaba por correo a sus ahijados, bajo el seudónimo de Old Possum; por lo que el libro resulta más un poemario que un libro de cuentos per se, ya no digamos una novela. No existe en el libro ninguna línea narrativa, ni progresión dramática alguna. Fue Trevor Nunn (el director de la obra musical en 1981) quien planteó una trama que le diera unidad y lógica a la obra del escritor: cada gato se presenta y cuenta los motivos por los cuales debe ser elegido por el Viejo Deuteronomy (algo así como el líder de los gatos) para que pueda renacer en una nueva y distinta vida.
Valerie Eliot, viuda del autor, conocía muy bien las dificultades con las que se enfrentarían Lloyd Webber y Nunn cuando le presentaron la idea de adaptar el poemario en un show musical de dos horas para teatro. En una entrevista incluida en el segundo disco del DVD de Cats (1998), Lloyd Webber recuerda que Valerie Eliot le comentó que Disney había intentado hacerse con los derechos del libro, pero que T.S. Eliot se rehusó a venderlos, porque no quería que sus poemas terminaran siendo “gatitos de caricatura”, como los de la cinta Los Aristogatos (1970). Durante la década de los noventa, el cineasta Steven Spielberg (director ganador del Oscar por La Lista de Schindler y Salvando al Soldado Ryan) intentó comprar los derechos del musical para poder llevarlo al cine como una película animada, pero aún habiendo presentado viñetas y diseños conceptuales de cómo él imaginaba el mundo animado de los gatos jélicos, ni Valerie Eliot ni Lloyd Webber quisieron traicionar el deseo original del autor.
El cineasta británico Tom Hooper conocía también todos estos detalles a la hora de enfrentarse al reto de adaptar Cats al cine. El director fue el responsable de la versión cinematográfica del musical Los Miserables (2012), ganadora de 3 premios Oscar y nominada a otros cinco, incluyendo Mejor Película. Entre sus créditos se encuentran también La Chica Danesa (2015), que le dio su primer Oscar a la actriz Alicia Vikander; y El Discurso del Rey (2010), cinta por la que ganó los premios Oscar al Mejor Director y Mejor Película.
Con semejantes credenciales, es perfectamente comprensible el nivel de expectación que se generó entre público y crítica cuando se confirmó que Hooper sería el encargado de llevar Cats a la pantalla grande. Como se ha dicho arriba en estas líneas, se trata de un material particularmente difícil de adaptar para un público cinematográfico, ya que uno de los principales atractivos del show es el baile. Cats es un musical atípico, no solo por no contar con la solidez de una trama, sino porque toda la obra es cantada (es decir, no posee ni un solo diálogo), y porque todos los números musicales van acompañados de fastuosas coreografías que mezclan estilos de baile tan diversos como el ballet clásico, el jazz y la danza contemporánea. Además, los actores y actrices lo hacen todo enfundados en leotardos que asemejan al pelaje de un gato, pero que resaltan las curvas y formas de los cuerpos de los bailarines, dotando al musical de un ambiente sensual y sexual implícito. Además, la decisión de que caminaran en dos o cuatro extremidades indistintamente, y de que el maquillaje no cubriera la totalidad de los rostros para permitirles mostrar la expresividad gestual de los intérpretes, hacían que el resultado fuera una mezcla extraña entre gatos y seres humanos, lo que volvía complicado entrar completamente en la convención de que se trataba de un mundo habitado solo por felinos.
Pero, si todo eso ya estaba incluido tal cual en el producto teatral original, el cual se mantuvo en cartelera en el West End londinense durante 21 años y en Broadway por 18 años consecutivos, generando ingresos superiores a los 4.1 billones de dólares y convirtiéndose en la cuarta obra más exitosa en la historia del teatro musical, ¿por qué sorprende a los críticos la aparente carencia de trama, las largas secuencias de baile, el cien por ciento del tiempo cantando y la apariencia antropomórfica de los personajes? La respuesta, aunque sencilla, es igualmente decepcionante: prácticamente no se ha escrito de otra cosa que no sea el CGI utilizado en la película para dar a los actores la apariencia de felinos. Ni siquiera es CGI propiamente dicho (siglas para Computer Generated Image), pues en Cats vemos los cuerpos y rostros de actores reales interactuando con sets reales, construidos a una escala cuatro veces mayor a la real; eso sí, con efectos visuales añadidos digitalmente que los cubren de pelo en todo el cuerpo.
Desde julio pasado, mes en el que fue liberado el primer trailer oficial de la película, el impacto general del aspecto de los personajes en las redes sociales fue casi unánimemente negativo. Se llenaron de publicaciones criticando, cuestionando y atacando a los efectos visuales de la cinta, argumentando que eran horribles, horrendos, horrorosos, e incluso algunos decían “haber tenido pesadillas” (¡¿?!) por los resultados mostrados en el avance. Miles de usuarios, entre ellos algunos periodistas y críticos especializados, pero en su mayoría opinólogos y público en general, descargaron con todo en contra del trailer, y de cómo se veían los personajes.
En 2015, el escritor y filósofo italiano Umberto Eco se expresó sobre las redes sociales diciendo que “les daban el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad (…) pero ahora tienen el mismo derecho de hablar que un Nobel”. Y lejos de cualquier pretensión de superioridad intelectual que pueda achacársele, podemos entender a lo que Eco se refería si lo contextualizamos en las fuentes de información, pues antes cualquiera podía fiarse de que lo que dijera un medio fuera verdadero por el solo prestigio del mismo, pero en internet la línea entre periodismo formal y fake news es tan delgada que contribuye a una constante desinformación.
¿Tiene esto algo que ver con Cats? Por supuesto, pues son esas miles de reacciones negativas en redes sociales las que provocan impactos reales en las obras creadas. Pensemos, por ejemplo, en Scarlett Johansson y su controvertido casting para la cinta Rub & Tug, en la que interpretaría a un hombre transgénero, pero que gracias a la ola de críticas que le llovieron en redes sociales, decidió retirarse del proyecto (¡que ella misma estaba produciendo!). Más recientemente, y mejor relacionado con el tema que nos atañe, la película de Sonic también sufrió una avalancha de críticas luego de haberse publicado el primer trailer debido al aspecto final del personaje; lo que llevó a la producción a re-trabajar en la animación de todo el largometraje para darle gusto a “los fans”, provocando que el estudio encargado de la animación, The Moving Picture Company, trabajara por varios meses más en los cambios finales.
Y es que antes, cuando algo no nos gustaba en una película, solo había dos cosas que se podían hacer: verla e ignorar eso que nos desagradaba tanto, o bien, no verla. Habiendo sido criado en la década de los noventa, me tocaron dos películas con castings particularmente desastrosos: Los Picapiedra (1994) con una muy robusta Rossie O’Donnel como Betty Mármol; y Hook: El Regreso del Capitán Garfio (1991) con un Robin Williams de 40 años interpretando nada menos que a Peter Pan, el niño que nunca creció (¿hace falta decir más?). Detrás de ambos proyectos estuvo el ya mencionado Spielberg (como productor y director, respectivamente), solo que en aquellos años no había internet que les permitiera a los inconformes pedir firmas en Change.org para exigir que cambiaran al reparto, ni redes sociales para llamar a un boicot contra ambas películas si no re-shooteaban las escenas con otros actores. ¡Vaya!, la prensa hacía su trabajo y, después de dedicarle algunas líneas a la mala elección de casting, hablaban de la fotografía, la dirección de actores, la música original, o lo que fuera. Y uno, como simple espectador, las veía o no las veía.
Ahora parece que los estudios de Hollywood, las productoras de cine, las distribuidoras, los directores y artistas en general trabajan única y exclusivamente para satisfacer los gustos y demandas de los usuarios de internet: ¿ésta actriz no te gusta? No te preocupes, la quitamos; ¿que no te gustó la animación? Hombre, pues la cambiamos; ¿Que no te gusta el personaje de Kelly Marie Tran en Star Wars? ¡No se diga más!, eliminamos todas sus escenas… ¡Ah!, y dejamos de producir los juguetes del personaje para que duermas tranquilo… ¿Que te molesta que se mencione a Michael Jackson en Los Simpson? Hacemos de cuenta que el episodio no existió y lo sacamos de los DVDs, Blu-Rays y catálogos on-line; ¿No quieres que estrenemos la próxima película de Woody Allen? ¡Considéralo hecho!, y la lista podría seguir y seguir.
En la premiere de Cats que tuvo lugar en Nueva York el 20 de diciembre, Tom Hooper declaró que la película se había terminado solo treinta y seis horas antes de la proyección, y la “prensa especializada” utilizó dicha declaración como sinónimo de incompetencia y cinismo: ¡cómo se atreve a mostrar algo inacabado! Lo cierto es que la cinta se terminó algunos meses antes, pero debido a la presión que sufrió la productora Universal Pictures, por parte de los usuarios en redes sociales, se tuvo que re-trabajar en los efectos digitales de toda la obra de 110 minutos de duración.
Una película es una obra colectiva que combina los talentos y el trabajo de muchísimas personas en distintas áreas. Hay decenas de cosas que analizar y apreciar además de lo evidente, como el guión, la fotografía, el diseño de producción, el montaje, la musicalización, las actuaciones, la dirección de arte y de cámaras, el vestuario o el maquillaje, etc., por lo que hablar solo de un aspecto y englobar la totalidad en ese único aspecto es inmediato y flojo; es un ejercicio de análisis que resulta pobre, es quedarse solo en la superficialidad (texto). Y si quien realiza dicho juicio es precisamente la “crítica especializada”, entonces no está haciendo bien su trabajo (subtexto, intertexto y contexto serían los otros campos de análisis formal de una obra).
Este texto no es una crítica de Cats. No pretende pontificar acerca de si es o no es una buena película (que, a gusto de quien firma, lo es). Corre a cuenta del lector/espectador sacar sus propias conclusiones. Lo que se busca en estas líneas es señalar un problema que considero grave: el cómo un puñado de gente (miles, cientos de miles, ¡da lo mismo!) logra influenciar al público y presionar a los estudios para condenar al olvido a una obra que se atreve a salir de los cánones y los estándares de satisfacción impuestos por la moda viral, y no otra de esas fórmulas probadas y comprobadas por Marvel o Lucas Films, Disney a fin de cuentas, en tres o cinco o siete secuelas, en las que cada película es un focus group para saber qué agregar y qué quitar en la siguiente.***
Lo que busco con este texto es recordarle al lector/espectador que la crítica cinematográfica no debería sustituir de forma alguna su propia experiencia ni su criterio, que ésta solo existe para guiarlo en su experiencia cinéfila -cual Virgilio guio a Dante en su paso por los infiernos- a partir de otra apreciación, de otra interpretación y de otra experiencia; pero que, como dijera el crítico gastronómico ficticio Anton Ego en la película Ratatouille: “la triste verdad que debemos afrontar es que, en el gran orden de las cosas, cualquier basura tiene más significado que lo que deja ver la crítica”.
Lo único verdaderamente lamentable de Cats es la forma tan condescendiente y sumisa en la que Universal Pictures se sigue comportando ante la crítica; avergonzándose y pidiendo perdón por una arriesgada y destacable película. Lo lamentable es el silencio por parte del elenco (pues es bien sabido que el que calla, otorga), quienes deberían defender su trabajo e invitar al público a que se acerquen a las salas a pensar por ellos mismos, como hizo el cantante Jason Derulo, quien interpreta a Rum Tum Tugger, y a quien lo destazaron en Twitter por atreverse a defender su trabajo y a Cats de las críticas despiadadas; y no como James Corden, quien prefirió bajar la cabeza y desentenderse antes de que también él fuera linchado en redes sociales. Lo lamentable es que, a una semana de su estreno en México, casi ha salido de todas las salas, sin que la gente se haya atrevido a darle una oportunidad a una apuesta arriesgada y diferente.
Tampoco pretendo en este texto comparar Cats con alguna de las grandes cintas mencionadas al inicio de la nota; pero sí comparo a la crítica, que desde siempre ha cometido errores en sus juicios inmediatos. Algunos hablan ya de una película de esas de culto. Solo el tiempo dirá cómo envejecerán los gatos jélicos creados por Hooper para la pantalla grande.
*Renata Adler, New York Times: https://archive.nytimes.com/www.nytimes.com/library/film/040468kubrick-2001.html
**Stephen Hunter, The Washington Post: https://archive.nytimes.com/www.nytimes.com/library/film/040468kubrick-2001.html
***De las diez películas más taquilleras de la década que termina, solo dos fueron producidas por estudios distintos a Disney; y de esas ocho películas de Disney, solo una (Frozen, 2013) podría considerarse como una obra original. El resto (cuatro de Marvel, dos de Star Wars y Toy Story 3) son secuelas y precuelas.
Fuente: SensaCine: https://www.facebook.com/search/top/?q=10%20peliculas%20mas%20taquilleras%20de%20la%20decada&epa=SEARCH_BOX
Semblanza:
Hill Díaz (Ciudad de México, 1987) es director de cine, docente y ensayista cinematográfico. Desde 2013 imparte clases de guión para cine, y lenguaje cinematográfico y semiótica de la imagen en La Casa de Méliès, escuela de artes visuales de la Embajada de Francia en México. De igual forma, también ha impartido talleres de producción, guión de terror y cortometraje en diversos espacios como el Centro Cinematográfico del Sureste, en Villahermosa, Tabasco; el Centro Cultural Casa Talavera, de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México; la Filmoteca de la UNAM; y actualmente en CinEspacio 24.
Su película Los Que No Saben Volar obtuvo el premio a la Mejor Ópera Prima en el Festival Internacional de Cine de San Luis Potosí; el premio Incubadora en el Festival Internacional de Cine de Guanajuato y una mención especial del jurado como Semi-Finalista en el Los Ángeles CineFest.