—No hay niebla en los paisajes de Laciana —así lo dicen muchos, si pregunto: la niebla no es corriente en esta zona, no suele verse niebla en los contornos, y, acaso, algunas veces, el nublado parece recordar a las Asturias, que quedan por detrás de aquellos montes. La niebla suele ser como un milagro y es raro que un milagro lo presencien las horas silenciosas de los días.
—No hay niebla en los paisajes de Laciana —así lo dicen todos, si es que escucho: la niebla es tan extraña en el entorno que solo queda el halo del misterio por esos robledales y los montes, por los lugares tristes donde el oso mantiene un reino virgen y apartado. Las nieblas se disipan en la zona, no existen para nadie, pues ninguno la vio como la aurora en Covadonga.
—No hay niebla en los paisajes de Laciana —me suelen contestar, si me acompañan, a veces, los mineros de esta tierra, tal vez los profesores y la gente que suele acompañarme cuando bebo el vino amargo y dulce de esta vida que a todos nos transforma en peregrinos. Y suelo responder mis desacuerdos, sincero como siempre, aunque mi origen esté detrás de todos estos montes.
¿No hay niebla en los paisajes de Laciana? También yo me pregunto, algunas veces, si hay niebla en el lugar, porque la niebla la pudo ver la voz de la mañana, la pudo ver la luz del alba misma, volando sobre el agua del embalse, callada sobre el agua del embalse. Y es bello ver la niebla en Villablino, y es bella la poesía que destila la niebla que se calla en el embalse.
Y hay niebla en los paisajes de Laciana. Habréis de conformaros, si es que existe, pues basta que lo diga la poesía, sus ecos nebulosos y simbólicos que expresan las ideas que no dicen, que cuentan las historias que no dicen, que saben entrañar significados. Decís que nunca hay niebla en esta zona que existe y que comulga con la niebla. Y hay niebla en los paisajes de Laciana.
¿Y dónde está la niebla lacianiega? La niebla lacianiega está en los castros, en toda la poesía de los castros, en un recuerdo hermoso de la historia que sigue su camino sin las minas, pues quieren ya robaros vuestros panes ganados con sudor y con esfuerzo. Está por donde escucha el urogallo las brisas que, anunciando la nevada, nos llevan del verano a un nuevo invierno.
La niebla lacianiega está en vosotros, y vive en vuestra sangre y en la historia labrada con valor desde los tiempos intrépidos de astures levantados contra esos invasores que vinieron buscando solo el oro de las Médulas, buscando solo el oro del Orallo, queriendo arrebataros el tesoro que quieren regalaros vuestros ríos, tal vez los versos míos, si me inspiran.
Vosotros sois la niebla y la poesía.