El túnel es una novela que no lo parece. David Barreiro consigue desaparecer. Consigue también que todo parezca real. El estilo es confortable, se adapta al lector, siendo por tanto obra para todos los públicos.
«Llegar a casa siempre conlleva cierta claudicación. Uno sale por la mañana con la expectativa de no regresar, de encontrar un motivo que le invite a seguir caminando, a no mirar atrás, a empezar lejos, muy lejos, pero al caer la tarde vuelve sobre sus pasos, rebusca las llaves en el bolsillo, abre la puerta y entra con la derrota sobre los hombros, dejando los sueños para otro día mejor».
Estamos hablando de una historia que resulta interesante por sí misma, sin utilizar trucos. Todo es limpio, sincero, por ninguna parte aparece ese suspense artificioso que tan de moda está.
«Aparco la furgoneta y lo acompaño hasta la entrada. Es temprano y todavía está cerrado. Poco a poco van llegando niños que son lanzados en marcha desde los coches de unos padres con prisa por llegar al trabajo. Nadie se fija demasiado en nosotros. Después de todo, es posible que no fuera para tanto, que los miedos de Ícaro fueran infundados, que ninguno de sus compañeros los motivara, sólo él. A mí me sucede lo mismo».
La ironía es fundamental en esta historia y David Barreiro la usa con cubiertos de plata. Como bien dice Igor Paskual en el prólogo, «El túnel es un libro que no entra como una navaja sino como la áspera caricia de un mercado recogiendo sus restos al amanecer. Son las palabras de alguien que vive encantado en su propio desencanto».
El túnel se disfruta desde el principio. Hay cierta heroicidad en el fracaso del protagonista. Un fracaso que —como siempre— es relativo, pues el éxito artístico no es más importante que el éxito personal, y este, el personal, siempre lo tenemos a nuestro lado, esperando.
«Ya no queda nadie en el Bloom. Belinda ha terminado de barrer los últimos borrachos y Fosco enrolla los billetes que saca de la caja con una goma y los guarda en el interior de su chupa de cuero. En esa situación, tan sólo tiene sentido ponerse nostálgico, enfundar la guitarra e irse solo a casa bajo la lluvia. De vez en cuando hay que dar de comer a los tópicos. Lástima que mi compadre no piense lo mismo».
El túnel es una novela sólida, brillante, original. Una pequeña obra maestra. El túnel es —quizá— el libro que a nadie decepciona, el libro casi perfecto, uno de esos libros que querrías tener si estuvieras en una isla desierta.