Hablar de la educación básica en México resulta complicado y triste. Complicado por la inmensa complejidad de los sectores e instituciones que se encuentran involucradas en el proceso de la educación de los niños y adolescentes mexicanos. Triste por los resultados obtenidos en las evaluaciones de aprovechamiento escolar en donde el rendimiento de los estudiantes cada año baja.
Detenerse a pensar en cuáles son los factores que intervienen de forma directa es la tarea indispensable de aquellos que pretendan modificar o mantener el sistema educativo actual. En conjunto del paquete de reformas promovidas por el entonces Presidente Enrique Peña Nieto se adjuntaba una nueva reforma educativa.
Esa reforma educativa pretendía realizar los cambios estructurales necesarios para fortalecer el acceso y la garantía a la educación. Lamentablemente para el sexenio priista de Peña Nieto ello no ocurrió y por el contrario, cientos de miles de profesores de todo el país se manifestaron en contra de la reforma educativa pues se aseguraba una modificación laboral y no meramente educativa.
Pero ¿cuál es la magnitud del problema en la educación como para proponer una reforma laboral disfrazada como educativa? La magnitud resulta sorprendente cuando por un lado se propone la profesionalización y evaluación de los docentes y por otro se hace evidente la carencia de infraestructura para que esos docentes ya evaluados puedan aplicar sus conocimientos.
La lucha constante en contra de la evaluación de los docentes no es nueva, en su momento la entonces dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), Elba Esther Gordillo Morales, cuestionaba al entonces Presidente Felipe Calderón por una evaluación que proporcionara un diagnóstico para que los docentes mejoraran.
El diagnóstico para el fortalecimiento de las herramientas y los procesos educativos llevó a una lucha contra la evaluación universal del magisterio cuando ésta se acusó de ser una táctica para el despido de cientos de miles de docentes de toda la república. A lo largo de esa lucha los docentes no se negaban a la evaluación, sino a ser reprendidos por no tener una nota aprobatoria.
¿Es necesaria ésta lucha entre docentes y gobierno sólo por una evaluación? ¿Qué se requiere para que los docentes estén satisfechos con sus derechos laborales y la educación se vea más afectada? La lucha por la evaluación debe parar de forma inmediata, los docentes deben contribuir a la mejora de la educación realizando la evaluación. Los resultados deberían ser vinculantes a la continuidad o no frente a grupos.
Entonces, en medida de que existan –y van a existir- docentes que no aprueben la evaluación, deberán obtener la oportunidad de capacitarse y actualizarse para aplicar nuevamente la prueba y así sucesivamente hasta tener en aulas a los docentes mejor preparados para enseñar. Porque si de algo estamos seguros es que existen retrasos en la educación a causa de algunos docentes.
Ni el SNTE ni la Coordinadora Nacional de Trabajadores de Educación (CNTE) han cuestionado el por qué casi tres cuartas partes del presupuesto destinado a educación básica van dirigidos a sueldos y nóminas, mientras que para infraestructura y material didáctico los porcentajes varían por debajo del 5 por ciento en comparación con los ejercicios fiscales anteriores.
Es decir, de cada 10 diez pesos destinados a la educación 7 son para sueldos, 2 para los salones y 1 para material. ¿Puede la educación mexicana continuar así? La respuesta es rápida, no. Se requiere de la pronta intervención para cortar la nómina de aquellos que no estén capacitados y que no demuestren tener las habilidades necesarias para estar frente a grupo, pero el reto es más grande.
El reto va para la pronta reforma a la educación básica en donde se garantice la excelencia y la calidad a los estudiantes mexicanos, una reforma que contemple el incremento porcentual destinado al material didáctico y a la infraestructura para proporcionar las herramientas tecnológicas necesarias, una reforma que aseguré el incremento en el aprovechamiento escolar.
Lo único cierto es que le toca al Presidente del Gobierno de México, Lic. Andrés Manuel, y a quienes integran la LXIV legislatura crear las condiciones necesarias para el dialogo y el análisis de las estrategias a seguir para que la nueva reforma educativa pueda desarrollarse plenamente y que durante este sexenio se consolide por primera vez en México una proyecto de educación alterno al laboral en la educación básica.
Porque debemos construir un país que lea, en donde la educación no sea secuestrada por elites sindicales, un país feliz y libre en donde la sociedad construya el camino por el cual tengamos la oportunidad de crecer y cambiar política, económica y socialmente; un mundo libre de ataduras en donde haya espacio para todas las ideas y las formas de expresión de nuestra libertad.