escriben:
4 poetas de los talleres de poesía
de la escritora mexicana Jasmín Cacheux.
Cayeron las hojas
Cayeron las horas
y con ellas mis lágrimas.
Quedó el silencio,
mi orgullo, mis reclamos,
mudas las ilusiones,
y este corazón congelado
en el instante de tu partida.
No era tu invierno y entendí
que en cualquier estación se caen las hojas,
que un adiós no espera.
Cuando se llega la hora
de nada sirve
que llore en tu recuerdo,
no hay más tiempo
para besos por entregas
ni otra versión de este amor.
Estás solo en esa fría caja
y yo aún más sola, tan sin ti,
sin tu calor, vacía.
Golondrina gris,
—porque en el adiós no hay colores—
¿de dónde llegas?
¿Por qué no paras?
¿Es el dolor ancla en el pecho?
¿Es tu misión partir?
Anda, vuela, algún día
llegará la primavera.
Lidia Esqueda
(Originaria de Tijuana, reside en California, USA).
Allá, lejos
Allá, lejos, la envolvente quietud.
El viento mezclaba en mí
el perfume de la floresta.
Arriba, el límite de esmeraldas
danzaba con abrigador murmullo
mientras a mi paso un arroyo de plata
regalaba divertidos chasquidos.
Algunas miradas me encontraban
para luego desaparecer.
No había tiempo, ni espejos,
Ni miedo, ni dolor.
Me recordé desnuda y feliz
cara a cara con el inmenso verdor,
de frente con mi propio canto,
anclada en mi dicha húmeda.
Entonces quise que lo sintieras
que lo creyeras
y salí a buscarte
desde allá, lejos.
Martha Escobar Toledo
(Originaria de Ciudad de México, reside en Cuernavaca, Morelos).
Cinco minutos de amistad eterna
Ese día conocí el mar
pude tocar el agua juguetona
que asomaba y escapaba,
veía cómo se deslizaba entre mis dedos quietos.
Cavé un hoyo en esa tierra granulosa,
áspera pero agradable,
el hoyo se vaciaba y se llenaba
una y otra vez
ante mis pupilas fijas y asombradas,
el resto del mundo estaba borrado
incluyendo a mi estricto padre,
unos metros atrás,
con su mirada azul militar.
Como genio salida de una botella
que hubiera arrastrado el mar,
a la orilla apareció una niña en cuclillas junto a mí,
su tamaño era igual a mis siete años,
su mirada me tocó,
cuando levanté la cara para ver esa aparición
tuvimos un encuentro
bañado de magia,
yo con extrañeza,
ella con dulzura
con la confianza inexistente
acarició con su voz
una pregunta:
—¿quieres ser mi amiga?
Se cruzaron en mi mente reglas indómitas de cautela:
¿amiga?, ¿qué era ser amiga?
Hermana, hermano, primas y primos, sí,
¿Pero, amiga?
Palabra nebulosa y muda en mi corto vocabulario.
Abrí la puerta, con tímida voz,
a un mundo ajeno al familiar,
respondí un sí veloz,
hicimos montañitas de arena,
el hoyo más profundo,
y otro y otro,
hundimos conchitas
hurtadas a las hambrientas olas.
esas que se van a los rincones del mar.
De pronto,
una séptima ola saltó como un grito,
incorporó mi mojado vestido
y sorprendió mi susto.
En un parpadeo se fue la ola…
y se fue la niña
se fue como las transparentes burbujas
y se diluyó el juego.
En aquel distraído instante
el inmenso mar robó mi atención
y se instaló en primera fila.
No supe su nombre,
las huellas de nuestros pies se borraron,
pero su huella quedó impresa en mi ser.
El mar palpita conmigo,
a ti, amiga de un instante,
amiga eterna,
te he extrañado siempre.
Yolanda Colina Torres
(Originaria del puerto de Veracruz, reside en Cuernavaca, Morelos).
Erótica inocencia
“Enamorarse sabiendo que todo está perdido…”
José Emilio Pacheco
Murió mi alba
como corre el agua de los ríos
aún con vida, pesares,
dicha fugaz anochecida.
Triplicabas mi edad
y te buscaba
pese a las burlas infantiles.
Recuerdo tu vestido corto,
tus rodillas, tus piernas morenas
como nueces encendidas.
Y tu voz, callada mar de bahía
y la silueta de tu escote, cual piñas de abeto.
Y tus ojos, café esquivo de mi mañana.
Te guardo en mis años, todavía.
Tú, la culpable de mis primeras letras.
Leonel Solano
(Originario de Oaxaca, Oaxaca).