¿Y cómo deconstruir al enemigo?

(Nuevo acuerdo de paz con las FARC)

Mas de siete décadas de violencia

Medio siglo de guerra abierta

Treinta y tres años en procesos de diálogo

Un lustro de debates en la Habana

El desencanto del pasado 2 de octubre

Y el más histórico esfuerzo por conseguir el mayoritario consenso de la nación

 

Así resume Rodrigo Londoño, (alias Timochenko), dirigente y comandante en jefe de las FARC la historia del conflicto político-bélico mas importante de la nación colombiana.

En un ambiente notoriamente inmerso en escepticismo, bañado en desconfianza e incredulidad por parte de la ciudadanía colombiana, se espera que en un periodo no mayor a 150 días las FARC deponga y entregue por completo las armas.

Construir al enemigo es relativamente fácil, o por lo menos no tan complicado; si reflexionamos a la manera del filósofo italiano, Umberto Eco. Sólo hace falta echar un vistazo a nuestro alrededor y comenzar por notar y preguntar, ¿qué es aquello diferente a nosotros?, o ¿qué es aquello que no es igual a nosotros?, una descomunal intolerancia ayudará a lucubrar miles de posibles e inmediatas respuestas.

En consecuencia se escoge a cualquiera que no pertenezca al grupo, a nuestro cabildo, a nuestra hermandad o gremio, a nuestra cofradía u organización, a nuestra nación o congregación. Cualquiera que represente disimilitud es un buen candidato para ser nuestro enemigo.

Construir al enemigo es fácil, insisto; insisto con firmeza, asombro y un tanto de desesperación, construir la antitesis de lo que no soy, y el némesis de lo que soy, sólo requiere un poco de natural intransigencia humana. Umberto Eco menciona miles de ejemplos en sus notables ensayos, la mayoría de ellos ejemplos que corresponden a la historia italiana y europea en general.

La construcción del enemigo implica de manera implícita la construcción de discursos, presupuestos y fundamentos que permitan señalar y denostar la diferencia, como ejemplo; durante el siglo XIX con la introducción del positivismo filosófico en México, la frenológica y la criminología italiana se convirtieron el discurso de moda para satanizar a todo aquello que no concordara con el ideal de orden y homogeneidad en la sociedad porfiriana.

Durante el Porfiriato la construcción de cárceles y edificaciones para el hacinamiento tuvieron gran auge, en gran medida porque la nueva ciencia frenológica permitía señalar al deforme como sujeto inaceptable para la sociedad, al indígena como sujeto inadmisible al orden, al homosexual como sujeto que debía ser eliminado o por lo menos relegado e incomunicado por completo de la comunidad. La entrada Negro de la: Enciclopedia Británica, primera edición norteamericana de 1798 contiene esta definición: “los vicios más conocidos parecen ser el destino de esta infeliz raza; ocio, traición, venganza, crueldad, desvergüenza, robo, mentira, lenguaje obsceno, desenfreno, mezquindad e intemperancia”.

La construcción del enemigo implica siempre; congeniar todo lo que se entiende como grotesco con aquel que se guarda diferencia.

Construir al enemigo es fácil.

¿Y cómo deconstruir al enemigo? ¿Cómo reconstruir al enemigo que ahora es amigo? Si para Eco es necesaria la existencia del enemigo, ¿Cómo se convierte al enemigo de décadas en amigo el amigo próximo? ¿Cómo se reconstruye el discurso del enemigo-amigo?

Eco menciona: “la instancia ética sobreviene no cuando fingimos que no hay enemigos, sino cuando se intenta entenderlos, ponerse en su lugar. No hay en Esquilo rencor hacia los persas (…) César trata a los galos con mucho respeto (…) y Tácito admira a los germanos”, “intentar entender al otro significa destruir los clichés que lo rodean, sin negar ni borrar su alteridad”.

En su discurso de manera elocuente y con tono esperanzador Timochenko anuncia y enuncia a las audiencias:

con este acuerdo no se deponen posiciones ideológicas, políticas o de conciencia; solo ponemos fin de manera definitiva a la guerra, para confrontar civilizadamente las contradicciones”.

 

La paz es por el derecho a disentir, por la obligación en que la palabra sea la única arma de los colombianos.