X = Medrano +Veloy

Encontrar editorial es como encontrar novia: complicado. ¿Qué tipo de novia quieres? ¿Qué amigos ha de tener? ¿La quieres para toda la vida o solo para el verano? ¿La prefieres guapa o inteligente?

Una ecuación que yo resolví gracias a Medrano. Gracias a Veloy, pues mi editorial debía contener autores que me subyugaran. Libros que pudiera leer varias veces. Frases envidiables.

“Se refugiaba en los objetos más nimios, insignificantes: la tabla de planchar, los cordones de los zapatos, el llavero, los tapones de los bolígrafos Pilot”.

“Esta mañana, al salir el sol, el gallo me ha despertado con su (irritante) canto”.

Todo empezó con Diego Medrano. Pez de Plata organizó un pequeño concurso literario que gané. Se trataba de descubrir un título determinado a partir de unas pistas. El premio: Dejemos el pesimismo para tiempos mejores.

Sobre este libro, escribí:

“Si la Literatura puede ser exquisita (o debe serlo), Diego Medrano alcanza el objetivo en unos tiempos peores que él adoquina con metaliteratura de la buena. ʽEscribir es siempre inmoralʼ, nos dice un Leopoldo M. Panero metido a prologuista, pero (yo), en calidad de lector, interpreto que las inmoralidades vertidas en este libro son absolutamente catárticas. Dejemos el pesimismo para tiempos mejores tiene el sabor de ese vicio perfecto que al principio amarga un poco y después es pura miel”.

Había encontrado algo interesante y pedí el segundo. Sobre este, escribí:

“Si la vida es el gran guiñol, Königsberg es la caricatura de este pequeño-gran guiñol nuestro (de cada día). Es esta una novela de doble (o triple) lectura, no en un sentido bilingüe o plurilingüe sino en el más literal de leer dos (o tres) veces el mismo texto con el fin de percibir dos (o tres) lecturas semejantes aunque diferentes. Königsberg bromea con nuestras miserias, nos las presenta rebozadas con puré de remolacha y regadas con Coca-Cola caliente. No es lectura para pipiolos y menos aún para lectores xantofóbicos. Si Königsberg fuera una especialidad gastronómica, el camarero debería indicar que: entra bien-bien pero no sale con facilidad”.

Veloy me dejó con la mosca detrás de la oreja. Había detectado similitudes (confesables) entre nosotros y pedí su segundo título. Sobre este, escribí:

Después de Rita (o más allá de la lectura) debía ser así. Extrema. Precisa-Concisa. Rotunda. Inmejorable. Mariano Veloy encuentra la tecla más actual y la pulsa diestramente. Esa tecla. Que tanto nos gusta. A los dos. Si Königsberg es experimentación, Después de Rita es consumación. O el Ejercicio y la Obra Maestra. Si de Königsberg dije que no es lectura para pipiolos (y menos aún para lectores xantofóbicos), de Después de Rita digo lo contrario y más. ¡Todo el mundo debería leerla! Es lo mejor que me he echado al cerebro (en mucho tiempo [exceptuando mis inéditas {naturalmente}), indispensable para el escritor bisoño/curtido, obligada para el lector inocente/analítico, imprescindible para quien busca literatura en estado puro”.

El resto es historia. Me propuse entrar en Pez de Plata. Y no paré hasta conseguirlo. Hace poco llevé a cabo un estudio sobre la poética plateada, poética que (creo) comparten Después de Rita y Nueve semanas (justas-justitas). Dejo aquí el enlace por si a alguien le interesa:

http://plsalvador.blogspot.com.es/2017/03/poetica-plateada.html

Desde entonces, he escrito sobre todas las obras que ha publicado Pez de Plata. Me detuve con El dios de la brisa, título que sucedió a mis Nueve semanas. De este último libro de Lorenzo Ariza aún dije algo, pues lo consideré vinculado a Samsa, su primer título.

Hoy, al estar dentro de la editorial, no creo oportuno seguir hablando de sus libros. Sí diré, sin embargo, que sabía que Veloy conseguiría hacerse un hueco entre los grandes, si no en este universo, en otro, y lo ha conseguido. Sergi escolano nos lo cuenta en Másters de Multiverso (foto).

En esta despedida (como reseñador de los libros de Pez de Plata [poética plateada excluida]), tampoco puedo dejar de transcribir una frase de Kaos, el libro de María Ruisánchez:

“Una educación que no se cuestiona no es una educación, es un adoctrinamiento”.

Sí. En efecto. Volveré a hablar de un libro de Pez de Plata cuando considere que es poética plateada. Me reservo este privilegio. “Pues cuántas vueltas has dado para dar la noticia”, dirá alguien. Sí. En efecto. Porque: soy volteador (tortillas incluidas).