Viajes al corazón de un sueño

Buen viaje Adriana, nos encontraremos otra vez…

Algo pasa aquí dentro. 

Es una especie de vacío, de esos llenos de tierra entre las uñas y ojos secos y desiertos; de manos inútiles sin fuerza, sin poder suficiente para asir algo, sostener algo… aferrarse a algo.

Parece sensación de piedras y espinas y vidrios rotos bajo las plantas de pies detenidos hace horas, días, semanas quizá. 

Como zumbidos provenientes de nadie y ningún lugar directos al oído y una creciente desesperación por callarles y tirar todo, romper todo… acabar con todo. 

Similar a esa necesidad urgente por respirar y entonces enfrentar un ataque de pánico porque nada está bien y no hay lugar para las cosas y hay demasiadas personas preguntando y nadie responde y ya no hay posibilidad de transformar y las puertas y las ventanas de esta enorme soledad se abren y cierran sin permitir salir o entrar.

Es una enorme caja de zapatos con espacio suficiente para las charlas, las risas, los encuentros, los ayeres presentes y los porvenires sitiados de calles empedradas y cascadas descubiertas en pueblos cercanos y alejados en el segundo exacto… en el suspiro perfecto…

***

Hace minutos empezó a llover. 

Hay una sensación de frío acrecentada por una ventisca ligera, tenue y sumisa. Mueve las cortinas y provoca sonidos desconocidos afuera, en donde la oscuridad reina con la noche y evita ajenas miradas de incontables testigos invisibles dispuestos a certificarlo todo porque ese es su papel.

Nadie lo sabe, cierto, pero ahí están. Justo tras la roca más grande en el medio del bosque esperan, están atentos al primer silencio de todas las voces para definir cuál de ellas es la verdadera y andar de regreso fuera del caos una vez mostrado el sendero correcto.

Golpean algunos troncos secos y vacíos, se cuelgan en algunas ramas y, a falta de luz, tropiezan con raíces decididas a abandonar la parte de suelo imperfecto en donde están enterradas sus esperanzas de movimiento. 

Unos y otras lo intentan sin conseguirlo porque unas forman parte de algo resuelto a permanecer estático y otros son solo suposiciones y sombras cuya existencia es conocida pero imposible de demostrar.

No cesa. Las gotas diluyen el polvo y humedecen la tierra de hojas muertas y provocan a cientos de insectos dispuestos a aprovechar la oportunidad de salir sin miedo a sus depredadores. 

Los árboles podrían interrumpir el paso de la luna, pero el satélite también se fue y se conforman con obstaculizarlas; forman ruidos para distraer las particularidades y evitar a algunos poder asimilar el común. Lo logran.

Una incontable cantidad de metros cúbicos de lluvia ha golpeado desde entonces rocas de mayor edad y les han dado forma, construyeron su propio camino, tomaron una decisión y aun cuando no volverán hicieron surcos para guiar a los otros cientos de miles por venir.

La roca en el medio del bosque es ideal porque guarda todos los secretos y está rodeada de grandiosos seres enramados empecinados en descubrir dónde empieza el cielo y por qué hay tanta lluvia de noche dispuesta a iniciar otros caminos y tallar las mismas piedras. 

Ya no les interesa el amanecer…  

***

La grieta es enorme.

Para cubrirla decidí arrojar al fondo planes, promesas por cumplir y viajes al corazón de un sueño. También un montón de pláticas alrededor de cafés y sonrisas, caminatas de asfalto y nocturnos musicales de alguien que aprendió a bailar contigo. Incluso las anécdotas y experiencias acumuladas a lo largo de décadas y eso incluye toda esta locura e historias de y en mis voces cada vez. 

Hay algunos huecos todavía, lo confieso, pero se irán llenando de a poco en el camino porque esta historia no terminará así y mañana o pasado, cuando coincidamos otra vez, estaré dispuesto a los reclamos y a una interminable charla sobre ello. 

Por eso no importa, Adriana, sigues aquí y todos los que soy contigo…

Twitter: @aldoalejandro