Usar la imaginación

En la era de la posverdad, la desaparición de la frontera entre realidad y ficción desafía el sentido de lo verosímil: lo confirman las noticias diarias. Poblados que organizan autodefensas contra los delincuentes ante la pasividad de las autoridades de seguridad y reciben como respuesta la persecución policiaca, padres de niños con cáncer que solicitan medicamentos y obtienen descalificaciones y la etiqueta de manipulados, migrantes acosados por agentes migratorios y por delincuentes. Este año los mexicanos enfrentaremos el mayor proceso electoral en nuestra historia. Todo un reto cuando hay condiciones para distorsionar la verdad.

Gran parte de lo anterior se puede explicar por la consolidación de la impunidad como la condición en que prospera el crimen. Desde la impunidad pueden esperarse los peores crímenes. Ya se cometen y amenazan con naturalizarse. Ahora lo peor va más allá de vivir con miedo, en el desamparo: ahora nos persiguen por defendernos de los asesinos. Si el asunto no escurriera sangre, resultaría ridículo, de película de Tin Tan; la realidad lo vuelve macabro. Hay lugares donde gobierna el crimen. Y denunciarlo ha significado para muchos enfrentar a criminales y autoridades por igual. 

Semejante orfandad civil proviene en buena medida de la desigualdad política, que protege a los partidarios del régimen y abandona a los opositores en manos del crimen, la pobreza o las desgracias naturales. Así, la secular desigualdad económica se refuerza con el desamparo de los que no apoyan las acciones emprendidas por el gobierno federal.

En el campo cultural, hay numerosas declaraciones oficiales acerca de la fortaleza y riqueza de nuestra herencia, mientras los recortes presupuestales y los candados para obtener recursos debilitan y empobrecen el quehacer de las instituciones a cargo del sector. Además, la falta de una verdadera política cultural ha abandonado el trabajo del aparato institucional a una inercia sustentada en el alto desempeño de años previos. Sin alcanzar la perfección, se sostenía en múltiples relaciones con la sociedad civil, ahora seriamente deterioradas.

Por su parte, cada estado pasa por una situación distinta, de acuerdo con la diversidad establecida por la geografía y la historia. Y también la impunidad y la desigualdad han dejado su huella en el ámbito estatal. De acuerdo con las condiciones de cada lugar, cabe esperar que haya consultas y debates sobre temas primordiales, entre los cuales no se cuenta a la cultura. Desvinculada de lo económico, se aborda desde una visión que la ve como un servicio de entretenimiento, frívolo y prescindible.

Hace varios sexenios, en Aguascalientes me tocó participar, por fortuna sólo de manera temporal, en las mesas de consulta sobre cultura para el equipo de campaña de la alianza PAN-PRD que finalmente ganó las elecciones. En aquel momento un diputado local perredista me invitó a organizar las mesas. Accedí con entusiasmo, haciendo listas de participantes; pero el gusto duró poco tiempo.

En aquel tiempo andaba yo con un grupo de artistas, pretendiendo organizar una especie de frente en defensa del trabajo cultural, ante la Legislatura local. Entre ellos había un músico que había criticado fuertemente al legislador del Sol Azteca. Y cuando vio su nombre en la lista de participantes el político me cuestionó al respecto. Defendí mi postura alegando apertura y pluralidad. Finalmente, el músico participó en las mesas, pero ya no me buscaron para el resto del proceso.

Tal vez me faltó distinguir de manera más tajante entre lo deseable y lo posible. O estar necesitado de trabajo y enfatizar esa diferencia para obtener un puesto. En efecto, hace tiempo trato de mantenerme ajeno a las programaciones ideológicas llevadas al extremo, apostando por la libertad, la diversidad y la tolerancia. 

Pero más que mis intenciones, interesa lo que vino después. O lo que no vino. En la repartición del botín, la cultura quedó en la parcela perredista. Para los jóvenes que ahí hablaron por primera vez, las mesas quedaron como una experiencia agradable, más por los cafés y galletas que por los resultados. Siguiendo la fórmula pragmática, se atendió lo posible, antes que lo deseable. Eso significa seguir haciendo lo mismo de antes, con cambios superficiales: los nombres en el organigrama del sector cultural y los de los programas, las sedes de actividades como la Feria del Libro, etcétera.

Más recientemente, el relevo en la gubernatura trajo cambios en el funcionariado estatal. El Instituto Cultural, entregado al perredismo, registró cambios en su organigrama, comentados entre la comunidad artística por la poca preparación de los titulares de algunas dependencias. Llamar tertulias a las veladas o viceversa tiene poca importancia; pero asignar mandos a ineptos puede arruinar el trabajo de décadas. Y ya no habrá modo de seguir haciendo lo mismo.

En estos tiempos confusos, importa distinguir entre realidad y ficción; pero también tener la capacidad de transformar la realidad usando la imaginación de manera creativa.