Una librera llamada Esther Mallol

Se fue. El otro día. Y ya parece que haga una eternidad. Aunque voy poco a Publics, me gustaba saberla allí, saber que podía contar con ella, y soñar con una nueva travesura literaria.

Me prestó atención cuando ni siquiera tenía una editorial detrás, o mejor dicho, cuando la editorial que tenía detrás era Pentaesencia Books, mi propia editorial, un solo libro publiqué con esta editorial nacida de la desesperación, De lobos (divergentes), Esther me lo aceptó y, aunque ya está agotado, en Publics siguen a la venta los últimos ejemplares. 

Un año después firmaba con la editorial Pez de Plata. Organizamos una presentación doble, mis Nueve semanas (justas-justitas) y La agenda negra de Manuel Moyano. Fue un desastre. A mitad de la presentación empecé a meterme con esos superventas que tanto gustan al lector medio y un par de asistentes se molestaron.

Y, sin embargo, Esther siguió apoyándome. Me gusta pensar en un apoyo incondicional de esos que solo se encuentran en las novelas. De manera que volvimos a la carga con la presentación de 2222, abriendo el evento con un microconcierto de Prolýmbux, y ahí sí, por fin, tuvimos nuestra tarde de gloria.

El tándem Esther-Publics me ha dado mucho. Mis libros han gozado de privilegios. Aun siendo un desconocido, he estado en la mesa de novedades e incluso en la Selección Publics. También promocionaron varios títulos organizando sorteos. Por eso les dediqué la primera novela de la trilogía Neel Ram.

El tándem Esther-Publics me ha dado tanto… En agosto de 2022 moderé un encuentro literario en el Hotel Chamarel. Los protagonistas, Constantino Bértolo y Belén Gopegui. Una tarde inolvidable. Una tarde que difícilmente se repetirá, pues Esther se ha ido y nuestra complicidad ya no será literaria.

¿Qué sentiré la próxima vez que entre en Publics? Eso me pregunto. Cuando les dediqué el libro, eran dieciséis, pero la verdad es que solo he charlado con Amparo. Ay, Esther, qué hueco acabas de dejar, ¿quién lo llenará?

Me llamó por teléfono la víspera del encuentro literario. Supongo que estaba nerviosa. Hay tantas cosas que pueden salir mal. Hay tanto que preparar. ¿Y si luego no viene nadie? ¿Y si el amigo Salvador empieza a meterse ―una vez más― con el mercado editorial y sus incondicionales?

Y eso fue lo que me pidió. Que fuera suave. Que no irritara al público. Creo que me porté bien. No, me porté regular. Constantino acababa de publicar Miseria y gloria de la crítica literaria y desde luego que ese libro le dio mucho juego al rebelde que escribe. 

Creo que el público lo agradeció. Se dijeron cuatro verdades, hubo sinceridad, aunque las verdades resultan a veces desalentadoras, soslayarlas no conduce a ningún sitio, vi a Esther mejor que nunca, se vendieron muchos libros, se dedicaron muchos libros, Constantino me confesó que nunca había dedicado tanto, qué gran tarde, la última que pasé con mi librera preferida, qué talento, amiga mía, nadie lo hubiera hecho mejor, si hay quien dice que el pasado está muerto, yo digo que recordar es volver a vivir, y recordándote le pongo el punto final a esta despedida que no lo es, pues la verdadera amistad no se acaba nunca.