Un peso en el mundo es, de principio a fin, un diálogo entre un hombre y una mujer.
«No es nada sencillo explicar que todo va mal cuando todo va bien. Porque va bien, todo va bien, mi padre tenía razón y, en el fondo, ha sucedido lo que tenía que suceder, sus previsiones eran ciertas, su orgullo era legítimo».
Todo ―salvo un breve monólogo que ella le dirige a su alma― es conversación, y qué peligrosas son las palabras.
«¿Qué importa cómo he llegado hasta aquí, qué importan las vueltas absurdas que he dado para llegar al sitio donde, en su ingenuidad, mi padre me reservaba plaza con una fe que para sí la quisiera el cura de su pueblo? ¿Cómo le explicas que un día puede suceder algo tan importante como para abrirte el suelo bajo los pies y tragarse esa vida tan bien resuelta?».
Porque las palabras te desnudan, y cuanto más hablas, más al aire te quedas, pero es tan difícil callar, sobre todo si eres un tipo culto, uno de esos que viven de las palabras, un orador con muchas muescas en la culata de su pistola mental.
«Sí, son muy interesantes. ¿Tú ves a la gente que aparece en ellos? No sólo a los concursantes, no, también al público. Es una gente a la que nunca conoceré; mi propio sentido del gusto, mis inclinaciones naturales, mis emociones… todo, absolutamente todo, me aleja de ellos».
Consigue Guelbenzu mantener el ritmo, consigue extenderse lo justo y consigue narrar con la precisión de los inspirados, resultando de todo ello una novela viva, entrañable y rotunda.
«Es una masa mayoritaria que pulula por este país, tiene hijos, veranea… ¡Yo qué sé! ¡Tienen aspiraciones! ¡Son humanos! Y son aterradores, sencillamente aterradores. Así que la única manera que tengo de conocerlos, de cerciorarme de que existen, es la televisión».
Consigue también pasar desapercibido, desdoblándose de forma magistral, aunque los narradores de la novela son los dos protagonistas, solo un narrador de narradores talentoso es capaz de narrar desde fuera.
«Me permite acercarme a ellos sin tener que entrar en contacto con ellos, ¿comprendes? La televisión es un gran invento, querida. Imagínate: me libra de tratar a ese horror de gente y, al mismo tiempo, constato su existencia, no me son ajenos. Es curioso. Es decisivo».
Un peso en el mundo es una novela vertiginosa para leer con pausa, ayuda la prosa, sencilla y directa, culta, mordaz a veces, natural siempre, exquisita.
«Yo mismo buscaba algo mejor, un triunfo del alma, y mira dónde estoy y lo que te estoy diciendo».
José María Guelbenzu hurga en las debilidades humanas con maestría, mostrándonos lo que ninguna persona quiere mostrar, como ya dije, se desnuda, te desnuda, nos deja con el culo al aire.
«Pues no existe acto de amor más loco porque, dime: ¿no te has planteado nunca que un hijo es alguien a quien quedas atado por el corazón para el resto de tu vida? Pues bien: ese compromiso de amor, superior al de tu pareja ―que es, no lo olvidemos, el amor engendrante, nada menos― lo pones en unos seres cuyo destino es alejarse de ti».
Una obra palpitante.