Hagamos periodismo para decir que el periodismo digital apesta. Mienten más que escriben. Han perdido la vergüenza. Y lo peor es que una gran parte del público lector les sigue el juego.
Pero hay más cosas que apestan. La política. Siempre apestó y ahora hiede. Hay unos cuantos mentirosos ahí también. De la política y el periodismo digital, mejor no hablar. Olvidados para siempre.
Hablemos del mundillo editorial. El lunes pasaron por televisión El ladrón de palabras. La vi hace unos años. Trata de un escritor que no consigue publicar. Hasta que encuentra la gran novela.
Encuentra un manuscrito por casualidad, se lo apropia y lo transcribe tal cual. Y entonces sí. Como la obra es genial, triunfa. Mentira. Miente aquí el séptimo arte. Los escritores desconocidos no ganan grandes premios.
Los grandes premios, que son otra gran mentira, se los dan a autores ya consagrados para engordar su cuenta bancaria y su dudoso prestigio. Y si un desconocido se lleva uno, es un montaje con toda seguridad.
El cine de la 2. El canal culto. Mentira. Te cuentan la película, haciendo trampa para que no sepas cuando empieza, por si la has grabado, y te cortan la cinta en cuanto aparecen los créditos. Vergonzoso.
Sigamos con el cine. Acorralado. Una película novedosa que marcó un antes y un después. Mentira. En 1962, David Miller dirigió Los valientes andan solos. Kirk Douglas. Una gran película, por cierto.
Trata de un héroe de la Guerra de Corea. Lo encierran y le dan una paliza. Consigue escapar y entonces lo persiguen. Lo acorralan. Hay un funcionario de prisiones que lo odia. En su huida también derribará un helicóptero.
Todo mentira. También la realidad digital es una gran impostura. Todos venden algo o se venden a sí mismos. Por suerte, de vez en cuando surge el encuentro existencial. Y aquí empiezan las buenas noticias.
Las excepciones. Benditas excepciones. Los periodistas honestos, que los hay. Los políticos cabales, que los hay, aunque no suelen durar mucho porque los echan. Incluyamos a los filósofos contemporáneos.
Incluyamos a los premios literarios que no se venden. A los autores que no se venden. A los lectores que no se dejan engañar. A ese arte puro que no entiende de dineros ni de amiguismo. A la gente cabal.
Conclusiones: que todo es mentira (salvo algunas cosas), que todos mienten (salvo algunos), que esta sociedad nuestra está podrida (salvo la penca), que el presente no es en absoluto presentable.
Somos la Sodoma y la Gomorra.
Solo falta el fuego abrasador.
Ni me quedo ni me vuelvo.