Tiempos de presunción

Llega el primero de septiembre, algunos incluso antes, y comienzan los tiempos de la presunción. Se presume lo que se ha hecho, lo que se está haciendo, lo que mal se hace pero se hace, y se presume hasta lo que no se hace.

Por supuesto que nos referimos a los informes de gobierno, informes que más allá de lo que se ve de manera superficial delata el carácter presuntuoso de gobernantes y políticos.

Y decimos que es presuntuoso, en tanto la vanidad con la que se dirigen al público; una serie de spots que pretenden conseguir la popularidad necesaria para consagrarse como hacedores del bien.

Pero primero diremos al respecto del concepto de presunción que este proviene del latín praesumptio que tiene que ver con una acción o el efecto de atraer algo sobre sí mismo o para sí mismo, lo que en otras palabras se conoce como orgullo o vanidad.

De acuerdo a lo anterior, habrá que decir acerca de la presunción que en efecto, algo existe ahí en relación a la atracción de algún beneficio hacía sí mismo con lo cual el sujeto que presume obtiene convenientes ganancias.

¿Y no es eso lo que escuchamos a últimas fechas? ¿Personajes que se vanaglorian de lo que lograron durante su administración? A esos se les olvida –y no porque nos interese-, aquel lema o axioma bíblico que dice: que la mano derecha no sepa lo que hace la izquierda.

Al contrario, aquí de lo que se trata es que se sepa y que se sepa bien. De ahí las cantidades exorbitantes que se gastan en publicidad al puro estilo mercadológico donde sólo vende aquel que realiza el mejor aparato publicitario.

Entonces lo que obtenemos una vez establecido lo anterior, es una suerte de producto de mercado, ¿será eso en lo que se conforman los personajes públicos hoy en día?

¿Estaremos hablando por consiguiente de personas que se vuelven productos para ser ofrecidos al público, lograr su aceptación, pero sobre todo, ser comprados en algún sentido?

¿Y en cuál sentido es comprado uno de eso productos? El costo debe ser suficientemente alto, según se entiende. Tan alto como un costo político y social, donde el que gasta más no obtiene ganancia o beneficio alguno, apuesta y deja todo.

Obviamente quienes gastan son los ciudadanos, que apuestan y dejan todo por su producto en turno, con la fe –como sucede en los juegos de azar-, de que a la vuelta de la noche, en algo se habrá ganado.

Pero lo que se obtiene en cambio es otra cosa. Con biombos y platillos se anuncian por estas fechas los avances, las obras, todo aquello, que aún sin serlo, puede considerarse como un resultado de la administración.

Que se cuente y se siga contando se dice, pero jamás –porque si de lo contrario no hay presunción, véase con claridad lo que estamos comunicando-, se habla al respecto de los fallos, de lo mal hecho, de todo aquello que se habla fuera del radar de presuntuoso.

Porque al presuntuoso no se le puede confrontar, de hacerlo, el espejo delgadísimo por el que se admira así mismo se rompe a la primera, está hecho de un material tan poco resistente que se tiene que cuidar con todos los esfuerzos posibles.

Esfuerzos que en nuestra realidad incluyen instituciones, cuerpos de justicia, políticas acomodadas, etcétera; no se puede tomar a la ligera el asunto del espejo, ellos saben que el espejo es lo único que les regresa la imagen persiguen.

A veces el espejo son los medios de comunicación, otras veces la función la realiza otro gobierno, incluso existen ocasiones que aparecen sectores de la población que hacen las veces de espejo, y aplauden y van a las comidillas y se sacan las selfies para un día presumir: a mira ahí estoy yo, ¿cómo me veo?

Sí, hay que decirlo, la presunción corre por todos lados y no sólo a los gobernantes, productos mercadológicos les atañe esto. La presunción parece cáncer, son garrapatas que una vez que se pegan a un nuevo huésped, se trasladan de un lugar a otro.

Es tan pegajosa que ya no sabemos en qué momento nos provoca comezón y nos hacen rascarnos frente a la mirada de otros para decir, miren que maldita comezón, y es la más grande, y mi comezón es única, es especial.

Exacto, el sufrimiento también se puede presumir, ¿no hay acaso personas que aseguran que su dolor es de otro mundo?, ¿los hay quienes cuentan con un sufrimiento enviado por los dioses, como si estos en su hipotética existencia no tuvieran cosas más interesantes qué hacer?

Así de presuntuosa está la vida, todo mundo quiere atraer sobre sí ya sea la mirada, la atención, o como en el caso ahora de los gobiernos y sus informes, obtener la aprobación; ¿qué dicen?  A ver sí pega.