The Monster in You

“We all have Monsters within;
the difference is in degree,
not in kind.”
Douglas Preston

Las historias de horror son fascinantes por sus revelaciones humanas. Aunque el lector o el observador pueda sentir un escalofrío recorriendo su espalda cada que un personaje está en riesgo, lo cierto es que está desconectado de cualquier peligro real, lo que le da ventaja para analizar los sentimientos producidos por el horror.

Para el caso, hay que aclarar que el terror es un miedo profundo, resultado de un encuentro o hecho meramente humano, mientras que el horror habla de aquellos sentimientos, que suelen implicar miedo pero no se limitan a él, y que surgen por un encuentro sobrenatural. El mejor ejemplo literario es Stephen King, pues emplea tácticas empáticas que permiten al lector centrarse en la vulnerabilidad de los personajes, a la vez que introduce un aspecto filosófico que equilibra el mundo a pesar de las terribles consecuencias.

Stephen King está marcado por su infancia y las sombras sin dueño que lo acechaban en la soledad de su habitación. Este autor vio a su mejor amigo morir frente a él, pero jamás ha podido recordar el incidente y, aunque este hecho no es suficiente para definirlo como persona, ni como escritor, es cierto que influyó en él para alcanzar el horror. Se podría explicar cómo el efecto de una sobrerealización en el que una persona ha visto y entendido tanta violencia y sangre que es capaz de descubrir y aprehender nuevos miedos y sentimientos monstruosos.

Para entender entonces al monstruo que acecha, es preciso comprender a la persona que lo enfrenta; el mejor ejemplo para ello es su novela IT.

Hay que olvidar por un momento al payaso que aterrorizó a toda una generación para centrarnos en lo que implica la existencia de este monstruo. En el libro es claro que los niños que deben combatirlo se encuentran constantemente expuestos a la violencia humana; desde abusadores que escalan en sus actos, hasta un padre que sexualiza a su hija para ejercer un control absoluto.

El que estos niños, o perdedores como se hacen llamar en la novela, estén acostumbrados a la violencia es justamente lo que les permite ser los únicos con oportunidad de vencer al mal. El planteamiento de un monstruo que utilizar tus miedos para desarmarte emocional y físicamente es fuerte y puede afectar al lector de cualquier edad, pero el hecho de que las personas del pueblo vean, sepan y permitan las atrocidades es aún peor.

Existe una maldición sobre todas las ciudades y pueblos del mundo: la ceguera intencional. Todas esas acciones para separarse de los problemas hacen al enemigo aún más poderoso, con un ejército de monstruos que no deben conocerlo para permitirle el paso. Cada puerta cerrada en las narices, cada risa de incredulidad, cada gruñido de repulsión, cada puño cerrado hacía uno mismo, cada grito que no se grita, es una nueva oportunidad para que el mal siga su curso.

El mayor poder que tienen los chicos para combatir este horror es su amistad. Si el mundo se unirá para verlos caer, ellos se unirán para jugar, reír de chistes bobos y correr como niños libres, porque a pesar de la violencia diaria sí existe la libertad de los corazones y el pensamiento.

Para los personajes, crecer implica el asesinato de su niño interior y el nacimiento del mismo monstruo interno que cierra los ojos ante un mal todavía más profundo, por lo que creen que no podrán vencer de nuevo a IT. Pero es tal vez entonces cuando las cosas pueden mezclarse para destruir definitivamente al enemigo.

El último aliento de ese niño interior y el primer respiro del monstruo pueden dar una mayor fuerza de combate, y es que es inevitable ser malo después de vivir entre la inmundicia de la realidad, pero también se puede aprender a reír desde el suelo. Reconocer que nosotros mismos nos matamos poco a poco nos permite acelerar el proceso o disfrutar cada detalle por lo revelador que es. El enemigo, querido amigo, siempre ha sido usted mismo.