Ensayo: «[Teoría de la novela]: ¿Literatura trasciende género?» por Elías Rosario

Es ahí, en el último párrafo de su prólogo (1962), donde Lukács nos advierte: «El que hoy quiera leer Teoría de la novela para conocer más íntimamente la prehistoria de las principales ideologías de los años veinte y treinta puede conseguir fruto útil de su lectura crítica. Pero si toma el libro para orientarse, la lectura terminará con un aumento de desorientación…». 

No hay espacio en ese centro omitido —ya sea antes o después de freír su contorno con la oscuridad; ya sea que se decida espolvorearle pizcas de azúcar o no; ya sea que el cliente antiguo, mucho más espectador que los actuales nuestros, se atreva a quemar su valioso cartucho de confianza para pedirla morena, refinada, mascabado, glass o idealizada— de la grandísima rosquilla apriorísticamente inextinguible. 

En la perspectiva de la estética hegeliana, también citada en la atinada introducción de J. F. Yvars, la novela es esa «épica burguesa moderna»; el resultado de la reconfiguración. Es en el desamparo, en los despatriados «lugares trascendentales» de la historia, donde, si tomamos como principium positionis el centro, encontraremos ineludiblemente a la Novela.    

El héroe no se ha ido; se le dejó al garete, se debilitó, pero no se ha ido. Aquel cuento del hombre y sus vasijas es un claro ejemplo: la esencia de nuestro sujeto heroico va allí, en uno de los recipientes, en el agrietado. Todo dependerá de la energía del hombre, de los relieves del camino y de la cantidad y la forma de la esencia. Este es uno de los enormes paralelismos de Heidegger con la teoría lukacsiana: «los hombres sospechan necesariamente la presencia de lo perdido en cada fenómeno».

La tradición, así como para la helenística gregaria limitante, restrictiva y excluyente en cuanto a distinción irregular se trata, así como para el pionerismo impresionista (Monet, Manet y compañía); así como para todos los tiempos es universal en su antinómica manera de aborrecer la novedad: los primeros indicios de la novela estarán ahí, aislados en aquellos heroísmos epopéyicamente utópicos. 

¿Puede la actualidad ser centrífuga y concéntrica a la vez que olvidadiza? Está, entre lo que no podemos negar, la evidente contradicción de lo que, en las deliciosas comisuras de la corona radial del helenismo, en los últimos y más receptivos jirones de su espacio-tiempo, fue tachado burlescamente de «visionario». ¿Acaso hacer inmanente lo trascendente no es un acierto prospectivo? 

Sucederá, no mucho tiempo atrás ni mucho hacia delante —para no correr el riesgo del olvido—, justo antes o justo después de que el mundo se dé cuenta de lo que realmente necesita, cuando esa médula purpúrea, trascendida y cristalizada, entonces lírica, nos inunde de reflejos. Y encontraremos ahí, sin duda alguna, la eterna presencia de todas las cosas en todas las cosas.  


Semblanza:

Elías Rosario (Cabo San Lucas, BCS, 2004). Joven escritor universitario. Fue publicado por el Instituto Cultural Iberoamericano en la antología poética mexicana La Palabra Provocada (edición 2019-2020). Recibió el Premio Internacional ‘El Nevado Solidario de Oro’ 2019, con sede en la ciudad de San Rafael, Mendoza, Argentina. Aparece en Diamantinas, antología publicada de manera conjunta por la Colección Poetazos y el colectivo La Otra Feria.