Temporada de ¿fiestas?

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Como el laberinto, nuestro mundo parecía
estar hecho de muros sólidos e impenetrables
que éramos incapaces de derribar (…)
Zygmunt Bauman, La sociedad sitiada

 

Tú me saluda a la distancia, le veo contento. Pareciera que Tú ha olvidado que vive en M. y que la economía, como la tranquilidad presente y futura, han desaparecido para él.

Me acerco con sigilo, no quiero sacarlo de su estado de confort, pues me resulta irónico que hace un par de semanas lo dejara retorciéndose en su propio fango, y hoy avanza con profunda alegría entre la multitud de personas que, como él, han decidido poner pause a su estado de trance.
Ya más de cerca, observo que Tú tararea una cancioncilla, una balada de tipo navideña. ¿Qué habrá sucedido para que Tú, hoy, parezca persona y no el semi-insecto que era? Acudo a los diarios noticiosos, nada realmente esperanzador se retrata en ellos, ¿será que Tú olvidó leer su tanda diaria de noticias? ¿Será que tampoco entró a alguna de sus redes sociales?–Ya viene Navidad, ¿sabías?– indaga en mí una respuesta por demás sabida, pero en su tono se percibe el júbilo.
Quizá no busca una respuesta, medito, quizá cree estarme brindando una explicación a mi rostro de sorpresa.
–Navidad, Hanukkah y todas esas celebraciones. Sí, lo sabía.
–No sé si lo ideal sea preparar pavo, lomo o pierna. ¿Qué opinas?–, su tono se vuelve más enérgico, más insistente.
–¿No has leído las noticias?
–Pensé en pavo, pero la realidad es que odio esa consistencia–. Responde sin notar mi pregunta.
–Tú, ¿te das cuenta de lo que preguntas? En la Cámara de Diputados -leo la primera noticia que aparece en el periódico que tomé al paso- ya se realizó el depósito de fin de año, que entre remuneración, aguilando y gratificación, corresponde a 768,364 pesos. ¿Te das cuenta que es menos de lo que ganas en dos años?
–Creo que optaré por lomo relleno.
–No es posible que no escuches lo que estoy diciendo. Aquí dice que 28 millones de habitantes de M. no cenarán esta Navidad, hay pobreza extrema…
–¿Por qué te empeñas en mencionar eso? Pronto se acabará este año, es fantástico, ha sido un año terrible–. Tú me interrumpe.
–… la alimentación en M. es desastrosa, lee esto: “Hasta nueve de cada diez (niños) se alimentan con dulces y refrescos”, “No consumen carne 80% de niños y sólo la mitad consume vegetales”–. Insisto.
–¡Basta!, no es momento de leer los titulares de los periódicos, es tiempo de amor, de paz, de felicidad.
–¿Realmente te parece eso justo? Son personas reales, como tú y los que te están rodeando en esta calle.
–Por eso estoy tan feliz de que el 2016 termine, el 2017 será de nuevos comienzos. Viene la purificación, el des…

Tú sigue alardeando con los que parecen frases extraídas de galletas de la fortuna, dejo de escucharlo, me altera su falta de conciencia.
Al notar mi enfado, Tú se vuelve a mí y sentencia:
–Sé del lodo de M., vivo en él, sé que en éste, el décimo año desde que se declaró la Guerra contra el narco, ya se han sumado al menos 10 mil muertos. Sé del salario mínimo. Sé de la desigualdad. Sé de la inseguridad…
–No parece.
–Quiero olvidar ese trago amargo por un momento, busco disfrutar de las fiestas.
Ahora lo veo más claro, Tú vive en la miseria, debería tener consideración de él, dejarlo disfrutar ese momento de relajación, tal como lo exige. Quizá si continúa en ese estado de trance en que ha sido sometido, termine estallando.
–¿No quieres saber más de la realidad?
–No–, responde sin titubear.
–¿Crees que el 2017 realmente será un mejor año?
–Debe serlo–. Ahora su tono demuestra desesperanza.
–¿Sabes del alza a la gasolina? Podría alcanzar el doble de su precio actual. Eso incrementará los precios de todos los productos del consumo diario, pero la moneda sigue por los suelos, dudo que en realidad tus “propósitos de año nuevo” se vean cubiertos a cabalidad…
Tú huye de mí y a su paso abandona el periódico que le había obsequiado.
–¡El mejor año será mejor!– me grita a la distancia.

Le permito irse, no puedo hacer más que continuar observando cómo, sin meditarlo, embelesado por el ambiente, Tú se dirige a comprar los regalos navideños, saturar hasta el máximo las tarjetas de crédito, y rogar por que el 2017 traiga consigo la extinción del área de cobranza en el mercado bancario.