Soy una caja es la primera novela de Natalia Carrero. Vio la luz en aquel Caballo de Troya que, de la mano de Constantino Bértolo, proponía desafíos de esos que hoy ya casi nadie entiende. Soy una caja es ficción pero es también ensayo y, sobre todo, metaliteratura encantadoramente descarada.
«Sobre un papel del tamaño de un pañuelo decimonónico (los que emplean las damas de los cuentos de Henry James para cazar con sutileza la atención siempre arrogante del hombre con el corazón semicongelado por la razón o la sinrazón, por ejemplo) vertería mis mocos de tristeza blanda, tonta, acaramelada, en forma de palabras».
Encuentro en esta Natalia Carrero de 2008 todos los talentos que la Literatura requiere, ritmo, originalidad, ingenio, precisión y buen manejo de los conceptos. El libro, además, es maduro, y está magníficamente estructurado. Es una pena que Clarice Lispector no pueda perderse entre sus páginas.
«Poco después Clarice descubrió que el autor de ese libro de “frases diferentes” era Katherine Mansfield, cuyos diarios también leería con lupa, a quien admiraría incondicionalmente y con la que, si uno se lo propone, encuentra numerosos puntos en común sobre todo en sus primeros cuentos: el tema de la mujer objeto o mujer jarrón, de la burguesía ociosa, la ciudad, la música de fondo, la afilada o afinada ironía, aunque no debe ser lo mismo…».
Soy una caja es uno de esos libros raros que tanta falta hacen hoy día, raro porque es excepcional, nuevo, artesanal, ¿a quién le interesa lo ordinario?, una vez que se han contado todas las historias, solo nos queda reinventar la Literatura, renovarla, en las cosas del arte estancarse equivale a morir, en las cosas del arte solo vale mirar hacia delante.
«El periodista Júlio Lerner supo quedarse al otro lado de la luz durante los veintitrés minutos que duró el programa. Únicamente mostró su voz profesional, con su tempo para escuchar hasta el fondo lo que Clarice iba contando con expresión preocupada y gestos indefensos».
Consigue Natalia Carrero acercarnos a la figura de Clarice. Consigue hacernos pensar en el vacío, la fragilidad y el sentido de este sinsentido llamado vida. Consigue crear una novela de intimidades. Consigue, finalmente, llenar su caja.
«¿Y qué inyección de lenguaje recibí yo? La mía no fue una inyección propiamente dicha, sino más bien un azote. Justo en el momento en que abría los ojos a la vida, ésta arremetió contra mí con toda su crudeza».
«La protagonista renace escondiéndose en la figura de Clarice Lispector pero a mí, ya ven, esta novela me recuerda el extravío feliz e inolvidable de aquella Audrey Hepburn que llenaba la pantalla en Desayuno con diamantes», nos dice el editor en la contracubierta.
Soy una caja es libro, homenaje y, por supuesto, caja de sorpresas.
Natalia Carrero firma una ópera prima impecable.
Literatura para entender la Literatura.