Sobre un insignificante tic nervioso

texto inspirado en la obra de María Luisa Bombal: La amortajada

 

El tic nervioso ha regresado. Se esconde en mi ojo y teme que vaya a proceder con alguna locura, como sacarme el ojo, o dejar de ver. ¿Qué tienes? Pregunta mi padre. Es sueño. Ya sabes. Me froto el párpado derecho y sueño, sí, que ya no hay nada en mi vista sino una nube blanca que ha dejado escampar el arco del iris. Hay también algunas cuantas venas porque puedo vivir sin vista, pero no sin sangre. Aunque probablemente sería más feliz: chismosa y exangüe.

Habitar y escampar se han vuelto las palabras predilectas de la contemporaneidad. De la mía, al menos. Después de la palabra ojalá. En todas sus combinaciones y estados de ser. En mi ojo habita un mal que por poquito no ha estallado. Igual se quiere escampar. Ojalá dejara de moverse. No tendría que pretender que veo con toda claridad. Sueño, a veces. Hay en mi mente un solo pensamiento, además de María: dejar de circular, pero continuar viendo. Convertirme en viento.

Escampar, dice María, es por fin, en el lecho de muerte, dejar de escuchar la lluvia. Hay lluvia que no se escucha. Excepto que ¡ah, sí! María la escucha. La escucha porque no escucha música. Me pregunto si por eso se encontró amortajada a tan pronta edad. El problema es esperar a que escampe. Es un pequeño desazón. Estar ahí en la cama, escuchando y no escuchando, la lluvia. Saber que está ahí, pero no verla. Llenarse el corazón de emociones, y caer en la cuenta que no, nada la salvará del cielo. Rogar por un odio eterno para poder vivir ¡qué descaro!

Escampa, y la rueda del molino vuelve a girar pesada y regular. Pero ya no encuentra en ella la cuerda que repita su monótono acorde; el sonido se despeña ahora, sordamente, desde muy alto, como algo tremendo que la envuelve y la abruma. Cada golpe de aspa se le antoja el tic-tac de un reloj gigante marcando el tiempo bajo las nubes y sobre los campos…no recuerda haber gozado, haber agotado nunca, así, una emoción.

Ya no sé qué María es la mía: si la que escampa o la que escapa. Creo que es la segunda.

 

Mentira, ninguna es mía.