Sobre Irizelma Robles Álvarez por Xánath Caraza

Irizelma Robles Álvarez es poeta y ensayista originalmente de Puerto Rico donde reside hoy en día. Obtuvo en el año 2002 un doctorado en Estudios Mesoamericanos por la Universidad Autónoma de México (UNAM). Ha publicado los poemarios De pez ida (2003), Isla Mujeres (2008), Agave azul (2015), El libro de los conjuros (2018) y el libro de antropología La marejada de los muertos: tradición oral de los pescadores de la costa norte de Puerto Rico (2009). Recientemente compiló, junto a Adál Maldonado, Cuerpo del poema (2017), antología de retratos y poemas de autores puertorriqueños contemporáneos. 

Su obra poética aparece antologada En la barca lusitana (Portugal, 2012), Mujeres como islas: antología de poetas cubanas, dominicanas y puertorriqueñas (La Habana, 2011), Red de voces: poesía contemporáena puertorriqueña (La Habana, 2011), Hostos Review: Open Mic/Micrófono abierto. Nuevas Literaturas puerto-neorriqueñas/New Puerto-Nuyorrican Literatures (N.Y., 2005), Pescadores en América Latina y el Caribe: espacio, población, producción y política (México, 2011). Ha participado en diversos recitales, festivales de poesía y congresos de antropología en Puerto Rico, México, Nueva York, Chicago y República Dominicana. 

Fascinada con un México indígena, Robles ha dedicado mucho de su trabajo a este aspecto tan rico de México.  Leemos en su poesía conjuros y hechizos que mezclan letras en los morteros como si fueran elementos químicos.  Alquimista de la palabra nos presenta el tiempo de manera transgresora y nos dice la voz poética que fue en 1524 cuando llegó a tierras desconocidas para hablar en náhuatl.  Imprime sus sílabas en la desnuda página y la tiñe de mercurio que mezcla con plantas mágicas para hechizarnos con la lectura.  La poesía de Robles está escrita en español y con gran fuerza femenina que celebra a las mujeres de su familia que estuvieron antes que ella pero que le prepararon el camino de la poesía.

He seleccionado los siguientes poemas de su libro, El libro de los conjuros, que amablemente nos comparte.

El conjuro del día

Canto y evaporo el agua 

que contiene diversos elementos 

para la magia y la transmutación. 

Eucalipto, romero, savia,

los nombres que no sé reconocer 

en los rostros que me miran, 

los pedazos de lenguaje 

que se borran cual la bruma.

Todo irradia una lenta luz 

sobre las cosas que están por nacer. 

Trato de memorizar el conjuro 

en un esfuerzo sobrehumano 

por no convertir al amado 

en animal desconocido.

Tinta y alcanfor

Tinta y alcanfor 

florecen en 

El libro de los conjuros 

bajo el cielorraso

de este cuarto opaco y silencioso 

donde la llama es el único sol posible. 

La humedad de la tinta

presta su aliento 

a las páginas blancas 

donde no existe una sola palabra 

que enuncie el camino. 

Sólo queda la ciencia de los elementos

y el olor curativo del alcanfor.

Ágata de fuego

Pulverizo sus tonos para llamar al viento

y desterrar lágrimas. 

Mineral de fuego,

espera la llama ardiente en su piel de seda.

Lo que no espera es la suma de su piel

a la del ámbar. 

La transformación venenosa,

el tormento.

Arenisca

Una pizca 

sirve a los escribas

que tiñen la superficie de signos

y símbolos por descifrar.

La arenisca,

piedra doble de cuarzo y arena,

deja sus palabras de amor junto a las mías.

Mercurio

Duermo días enteros

en un mar de azogue.

Mercurial,

imito la hibernación del oso,

debo evitar el frío implacable

de aquel amor empobrecido.

Sueño días enteros

con una casa nueva

y dos hijos.

Da miedo despertar

y no despierto.

El té de tilo ni

las hojas del naranjo

me resucitan.

Muero a pasos lentos,

día tras día,

sin hacerle caso a nadie.

Carbón

¿Desde cuándo existo?

Sueño hace miles de años

con ser otra. Una prueba de radiocarbono

data del año 1524.

En esa fecha llegué a tierras desconocidas 

a escribir en lengua náhuatl 

motolinía, motolinía

la pobre y triste.

Descalza y desterrada

caminé entre las cuatro paredes del cuarto.

Escribí con fuerza

tristeza

y me dejaron ir.