Sobre el arte y el conocimiento artístico

En un mundo conocido, experimentado, concebido, nombrado y explicado amén a la razón, a la causalidad, al espacio y al tiempo, al entendimiento, a los conceptos y a la ciencia, ¿cabe la posibilidad de conocer, concebir, nombrar y comunicar algo más que exceda por completo aquellos principios, aquellos conceptos, a un grado tal que –aun con sus métodos y tecnicismos– haga a la ciencia misma enmudecer?

Sí, nos responde Schopenhauer: hay algo más maravilloso que está oculto en lo más profundo del ser de los objetos. Es más, es tan importante y excelso eso que se nos oculta, que es en virtud de aquello a lo que dichos objetos le deben su propio ser. Me refiero, por supuesto, a las Ideas, para las cuales el único medio de acceso es la representación artística, vale decir, el arte: “la obra del genio”.

Esto nos conlleva, necesariamente a formularnos la siguiente pregunta: ¿qué es una idea, o más bien dicho, qué entiende Schopenhauer por “idea” y por qué el arte es el único medio de acceso a ellas? Ya desde la Grecia antigua, Platón nos había planteado una teoría ontológica acerca del verdadero ser de los objetos.

Esta teoría –grosso modo– trataba de mostrar que muchas cosas que aparecen frente a nosotros en la realidad concreta y sensible, a pesar de ser tan múltiples y diversas, parecía que guardaban entre ellas algo en común. Por ejemplo, ¿qué relación había entre una mujer sumamente bella y un bellísimo atardecer? La idea de la Belleza. “Si algo es bello, sin duda es a causa de la Belleza”; así también lo que es justo y lo que es bueno, etc.

Con este movimiento Platón postula el mundo inmutable y eterno de las ideas. Las ideas son el fundamento de la realidad sensible. Y son el fundamento puesto que estas ideas, de acuerdo con el filósofo griego, poseen ciertas cualidades, a saber: son incorpóreas, inmutables, simples, trascendentes, eternas y divinas. Schopenhauer retoma esta teoría platónica para dar sustento a sus reflexiones estéticas entorno al arte y a la esencia del mundo: la voluntad.

Si bien es cierto que Schopenhauer vuelve a Platón para usar su teoría de las ideas como base, el filósofo nacido en Danzig no entiende exactamente lo mismo que Platón por idea. Sí, las ideas no se ven afectadas ni por el cambio, ni por la pluralidad de objetos o individuaciones que existen en el mundo; pero eso no quiere decir que sean divinas. Podemos decir que las ideas son, en la misma medida, mediadoras y limitantes entre la Voluntad y las representaciones espacio-temporales.

Hasta ahora hemos contestado la mitad de la pregunta que formulamos líneas atrás. Analicemos ahora cuál es la razón por la que, según Schopenhauer, el arte es el medio por el cual podemos conocer y contemplar la esencia de la realidad toda. El filósofo afirma que el arte es un conocimiento, concretamente, el conocimiento de las ideas y, a su vez, que éste también es producto del genio. Pero, ¿cómo se adquiere ese conocimiento?, ¿todos tenemos acceso a dicha contemplación?, ¿qué es lo que hace al genio un genio?

Todos los fenómenos en el mundo son, en mayor o en menor medida, objetivaciones de la voluntad; así como los son las ideas, el ser humano –entendido no sólo como sujeto cognoscente, sino también como cuerpo volitivo– lo es también. De acuerdo con Schopenhauer, es la misma condición del ser humano la que merma la posibilidad de poder contemplar las ideas y así poder tener acceso al conocimiento único y puro de la esencia del mundo.

Es decir, en tanto que el ser humano es una objetivación más de la voluntad, éste está siendo corrompido en todo momento por el deseo (querer), está condicionado de tal forma que no le es posible olvidarse de sí mismo, de su querer y de sus impulsos ciegos. Y mientras que no se emancipe o se libere de su querer, le será imposible llegar al conocimiento antes mencionado. Aquí, el conocimiento deja de estar al servicio de la voluntad.

A diferencia de la ciencia, que está sometida a la razón y que, aun así, no logra nunca llegar a un conocimiento verdadero, ya que siempre nos transmite conceptos abstractos, categorías y clasificaciones de objetos particulares, pero nunca, digámoslo así, su verdadero ser; el arte, sí lo hace. “El arte saca de la corriente que arrastra el curso del mundo al objeto de su contemplación, aislándolo ante sí, y ese objeto singular, que en esa corriente era tan insignificante como fugaz, se trona para el arte en representante del todo”, (Grave, Crescenciano, 2002).

En este sentido, el arte se eleva muy por encima de la ciencia para representar, no lo variable, no la multiplicidad, sino lo inmutable: lo eterno. Pero no sólo es necesaria la emancipación, si se trata de un verdadero artista, entonces éste poseerá un cierto exceso de inteligencia, con estos dos recursos éste podrá elevarse de lo múltiple y, así, contemplar lo bello en cuanto tal. Contemplar es abandonar los conceptos abstractos y entregarse a la intuición, a la sensación.

En la siguiente entrega continuaremos con nuestra reflexión sobre cómo concebir el arte, según Arthur Schopenhauer.