Sobre Dios y la libertad

¿Dios creó todo o Dios es todo?

 

El problema que versa sobre la existencia de Dios es, sin lugar dudas, uno de los más complejos e interesantes problemas que, en numerosas ocasiones, tanto la filosofía como la teología, han intentado resolver.

Aunque habría que decir que la discusión siempre ha sido más fecunda del lado de la filosofía; puesto que los teólogos siempre han partido de una idea ya preconcebida de la divinidad. Es cierto, los filósofos no están exentos de esto, muchos de ellos también tienen una idea prefigurada de lo que es la divinidad.

Pero ese no es el problema: el problema es que las ‹‹demostraciones›› que ofrece las religiones judeo-cristianas, en su mayoría, parten ya del supuesto de que Dios efectivamente existe.

Dicho de otro modo, los teólogos han reflexionado y ofrecido elocuentes argumentos en aras de demostrar la existencia de Dios. Mas, dichos argumentos, considero que caen en un círculo vicioso; pues quieren demostrar la existencia de Dios partiendo de ante mano de su existencia. Es como si dijeran: Dios existe, porque Dios existe; de ahí su carácter dogmático.

Ahora bien, suponiendo que aceptáramos cualquiera de los argumentos que se han ofrecido a lo largo de la historia y llegáramos así a la conclusión de que efectivamente Dios existe, hay que reconocer el hecho de que, en ese momento, inmediatamente surge una nueva y poderosa incógnita.

Esto es, ¿cómo es que se relaciona el hombre con lo divino? O, más específicamente, ¿qué papel ocupa la libertad humana frente a la voluntad y los designios de Dios?

En las siguientes entregas nos daremos a la tarea de responder a dicha pregunta de la mano del filósofo holandés Baruch Spinoza, y confrontaremos sus ideas con las de algunos otros pensadores como Boecio y San Anselmo, amén de mostrar en qué radica la originalidad de aquel filósofo, literalmente, maldito y por qué consideramos que sus reflexiones expuestas en una de sus obras más célebres, Ética demostrada según el orden geométrico, son, antes que otra cosa, una crítica a la religión y, al mismo tiempo, una guía para el buen vivir.

Esto es así, porque –concuerdo con Deleuze– en dicha obra, Spinoza lleva a cabo un triple movimiento con el cual busca beneficiar al ser humano. A saber: desmitifica la conciencia, los valores y las ‹‹pasiones tristes››, todo en virtud de beneficiar al pensamiento, de suprimir las ideas trascendentes del Bien y del Mal y de poner a la felicidad (beatitudo) como el bien supremo.

Todo ello a partir de la refutación de las tres ideas principales que dan su fundamento a la religión cristiana principalmente, a saber: la ilusión de las causas finales, la ilusión de los decretos libres y la ilusión teológica.

 

Sobre el Dios spinoziano

Entiendo por Dios –dice Spinoza– un ser absolutamente infinito, esto es, una substancia que consta de infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita.

A diferencia de la idea que los juedo-cristianos tienen de Dios –un ser supremo creador del cielo y de la Tierra; un ser divino que se manifiesta de tres formas diferentes: Padre, Hijo y Espíritu Santo, que es omnisciente, omnipresente, amoroso. Y que, en una de sus vertientes, se piensa que salvó y redimió al hombre a través de su unigénito hijo– Spinoza entiende por Dios algo muy alejado de dicha tradición[i].

Para el filósofo holandés Dios debe ser entendido como una substancia: algo que es en sí y por sí mismo, sin el socorro de ningún otro ser o concepto. En una palabra: Dios es la única substancia, porque Dios se da a sí mismo su propio ser. (E 1, d III).

Frete a un Dios como este, los demás seres en el mundo –entre ellos el ser humano– no deben ser vistos como su producto, antes bien deben comprenderse como modos de los atributos de dicha substancia. Lo anterior se debe a que Spinoza rechaza totalmente la idea de creación, dice: ‹‹Todo cuanto es, es en Dios, y sin Dios, nada puede ser ni concebirse››. (E 1, P XV).

Por afirmaciones como esa, es que se tacha a Spinoza de panteísta, cosa con la que, hasta cierto punto, estoy de acuerdo. Pero, ¿qué significa que el ser humano sea un modo de los atributos de Dios? ¿Y qué implicaciones ético-ontológicas tiene? Estas respuestas las daremos en las siguiente entrega; asimismo, comenzaremos a hablar de los que es la libertad humana para Spinoza, el filósofo maldito.

 

 

[i] Recordemos que Spinoza era judío, y aunque no se trata aquí de comparar el Dios spinozista con el judío o el cristiano –como bien apunta Adriana Roque, filósofa colombiana– podría ayudarnos a comprender la tesis de Spinoza el tener en cuenta uno de los nombres que los judíos se referían a Dios, esto es: Yahvé. Y es importante porque una de las traducciones de este nombre era: ser. No se habla aquí de un ser entre otros, sino en infinitivo, vale decir: estar siendo o ser siendo.