Será un invierno frío

Twitter: @aldoalejandro

Entre las dos calles recién pavimentadas hay un enorme camellón de tierra y polvo, excepto cuando llueve. Todo desaparece y surgen reales avenidas de agua arrastrando recuerdos, esperanzas, olvidos.

Si uno presta atención puede ver montones de sentimientos girando a voluntad de la corriente, golpeándose entre sí, formando lugares, patrones y experiencias cuya remembranza ya no es necesaria. Se van con el lodo y toda la inmundicia de personas exactamente iguales a esos desechos, a esa basura y, en especial, a ese asqueroso hedor a “civilización”.

La mayoría de la gente ha buscado y conseguido resguardo. Aunque ha dejado de llover es imposible deambular por el terreno, el lodo se aferra a suelas, ruedas y pasos, pero no a sus patas. Están sucias, sí, pero sus pasos no son como los nuestros y sus extremidades son mucho más ágiles a las del común de nuestra especie. Su pelambre está húmedo y a pesar del esfuerzo permanecerá así un buen rato, al menos mientras alguien vea la herida y le ayude.

Es negro, es pequeño y tiene la mirada triste y sus costillas podrían contarse sin problema. Nuestro peludo amigo ha tenido una vida difícil…

***

Regresan cansados. Pasaron la tarde y una parte de la noche festejando algo con otros como ellos. 

Él maneja y ella solo mira los coches al frente y a las personas huyendo para resguardarse bajo cornisas o en el interior de los comercios sobre la calzada, incluso en el taller de talachas en la esquina. 

Silencio. Las primeras gotas de lluvia son el único sonido perceptible cuando golpean la estructura del vehículo mientras metal y cristal gimen.

Se han especializado en el fingir y la rutina les tiene hartos. No lo han comentado porque a ella ya no le interesa y él ni cuenta se ha dado de la distancia. Por eso solo espera llegar a casa para poder ver la segunda parte del partido mientras ella piensa en algo y ya ni hace el esfuerzo por averiguar qué. 

Han transcurrido alrededor de 10 minutos compartiendo ese espacio y apenas han intercambiado alguna frase. No siempre fue así.

En la primavera de su relación sobraban las palabras y faltaba tiempo. Hoy sobra espacio y se respira un aroma a hastío demasiado incómodo y por eso prefieren ignorarlo.  

—Tengo frío.

—Yo también…

***

Asumieron el riesgo y decidieron ir por él. Llevaban consigo una manta vieja, un poco de croquetas y agua. 

Antes, cuando pasaron por el sitio, le habían visto oculto tras un puesto metálico para escapar de la lluvia, pero se asustó al ver a los humanos y salió medio corriendo en sentido contrario. Una de sus patas traseras estaba contraída, era evidente el dolor, pero el miedo fue más fuerte. 

La pareja le siguió con la mirada y le vieron ocultarse en el follaje que rodeaba uno de los árboles del parque y siguieron su camino, su carrera más bien, porque la naturaleza ya se había empecinado con lo suyo y se afanaba por disminuir los lastimeros aullidos del animalito.

Solo pasaron algunos minutos y los jóvenes regresaron ocultos bajo un paraguas sin color. Se acercaron despacio y la naturaleza, sabia como es, les ofreció un respiro. El pequeño ya no pudo levantarse para huir, ni siquiera lo intentó. Parecía haberse resignado a morir. 

Le acariciaron, le ofrecieron alimento y agua. Empezó a mover la cola primero y a comer después. También bebió del mismo cuenco del que desaparecieron las croquetas y juraría que les sonrió agradecido. Luego lo colocaron despacio y con cuidado sobre la manta, lo acurrucaron y le hablaban con voces suaves y cariñosas. Le decían que iba a estar bien y que se quedaría con ellos, pero primero una visita al veterinario para averiguar cuál era el problema y tratarle. 

—Ya tienes un hogar, amiguito…    

***

Han pasado varios años. No es interés cuántos. Comparten vecindad en una enorme casa vacía de eso que el común llama “pequeñas cosas” y llena de objetos grandes sin un valor real.

Estaciona el auto y ambos ven la enorme cortina del ventanal agitándose gracias al movimiento de su cola. Sonríen.

El hocico del animal es apenas visible tras el vidrio porque ha envejecido y ya le cuesta trabajo sostenerse en dos patas para darles la bienvenida como antes.

Ella sonríe porque él ha estado ahí desde entonces y entiende la única razón por la que han llegado hasta esta realidad vacía.

Cuando entran le saludan, le abrazan, juegan con él y lo llenan de caricias arrodillados en la alfombra, junto a su cama. En un punto determinado el animal decide que ya fue suficiente amor y aleja como puede su pesada humanidad de la pareja.

En el ambiente hay un algo de nostalgia porque el tiempo ha pasado y se ha llevado casi todo lo que les había unido. 

Casi todo.

Lo saben, se miran, sonríen con sinceridad y por un momento las manos se encuentran y se aprisionan por segundos. Ya no hay nada.

El animal está recostado sobre sus patas delanteras y les observa desde su espacio. Hay lágrimas en sus ojos y empieza a cerrarlos porque es hora de descansar. Ya no puede ayudarles.

La noche llegó y hace frío, este será un invierno muy frío…