El valor de la confianza se constituye como uno de los elementos principales en la construcción de una sociedad. Es decir, la seguridad de confiar en el otro es el resultado de un proceso de acciones y hechos que respaldar el actuar de las personas, así es como se puede analizar la posibilidad de confiar en el otro.
Lamentablemente, existen externalidades que pueden pervertir la acción de los individuos, llevándolos al límite del actuar social. ¿Cuáles son esas externalidades? La violencia, la corrupción e incluso la pobreza. ¿Pero qué ocurre cuando toda la sociedad deposita su confianza en las instituciones encargadas de brindar seguridad y son éstas las primeras en corromperse?
La desconfianza es el resultado inmediato cuando los funcionarios públicos y las instituciones que representan actúan en contra de los intereses de la sociedad. Las instituciones históricamente han cometido actos reprobables y cobardes de violencia; Tlatelolco en el 68, el Jueves de Corpus en el 71, Aguas Blancas en el 95, San Salvador Atenco en el 2006 o Nochixtlán en el 2016.
Los siniestros eventos ya mencionados tienen algo en común y es el uso faccioso de la fuerza y de las instituciones de seguridad. Pero también existen antecedentes del uso de la fuerza militar; El genocidio contra ixiles en Guatemala en 1982 por ordenes del presidente golpista José Efrain Rios Montt o el golpe de Estado en Chile en 1973 para derrocar al presidente Salvador Allende.
Con balas, sangre y silencio se ha escrito parte importante de la historia de la América Latinocaribeña. Con todo esto como antecedente de las instituciones de seguridad, ¿cómo se puede confiar en quienes son los encargados de proteger a los ciudadanos? ¿Existe entonces confianza en estos cuerpos de seguridad?
Según el Latinobarometro (2018) los países que tienen menos confianza en la policía son México 19%, Nicaragua 21% y El Salvador con 22% y los países que tienen más confianza en la policía son, Uruguay con 59% y Costa Rica con 51%. Respecto a las Fuerzas Armadas la menor confianza se registra en Venezuela con el 19%, seguido de Nicaragua con 22% y El Salvador con 27%. Todos los porcentajes en medida de la confiabilidad de sus ciudadanos.
¿En qué confían entonces los ciudadanos? Los datos del Latinobarometro (2018) explican que la Iglesia ocupa el primer lugar con 63% y luego todas las otras instituciones con casi veinte puntos porcentuales menos. Le siguen las fuerzas armadas con 44%, la policía con 35%, la institución electoral 28%, el poder judicial 24%, el gobierno 22%, el congreso 21% y los partidos políticos 13%.
La confianza es producto de un proceso a veces individual y otras veces de forma colectiva pero siempre es un trabajo personal en donde cada acción suma y resta a la credibilidad de los ciudadanos. El trabajo deber ser constante y permanente para consolidar la confianza en nuestra sociedad y llevarla a los gobiernos.
La corrupción política, social y económica son también la manzana podría de nuestra sociedad. Pero ¿qué puede hacer un elemento de seguridad pública cuando sus superiores ordenan acciones de violencia? ¿Qué le queda a los policías cuando sus vidas se cuantifican en salarios mínimos? ¿Corromperse, aguantar o renunciar? ¿Qué hubieran hecho los demás?
A los policías, militares, marinos y a todos los elementos encargados de la defensa de la seguridad pública, interior y nacional les toca el mayor de los retos de nuestra sociedad: no corromperse y hacer bien su trabajo. No existe mayor muestra de lealtad y confianza que, pese a las adversidades de su profesión sigan de pie en su deber, la protección del país y la integridad de los mexicanos.
Al Gobierno de México le toca la más grande de las responsabilidades; dignificar el trabajo de quienes resguardan la seguridad del país. Esa dignificación debe garantizar el respeto a las condiciones óptimas, seguras y completas de trabajo. Al incremento salarial, justo y suficiente porque en tiempos de violencia hay quienes pagan por la verdad y el silencio vende y muy caro.
Porque debemos construir un país de confianza, un país seguro y libre, un mundo libre de ataduras en donde haya espacio para todas las ideas y las formas de expresión de nuestra libertad. Porque estamos hasta la madre, porque éstas son también nuestras batallas y juntos ganaremos la guerra.