En los pasados sismos de 7 y 19 de septiembre fuimos testigos del poder del internet y de los medios de comunicación en la era digital. En primer lugar, las aplicaciones para comunicación instantánea como WhatsApp, que opera a través de internet y, Bridgefy (aplicación mexicana) que opera por medio de tecnología Bluetooth, constituyeron la primera línea para alertar de la ubicación de las personas atrapadas por los escombros.
Esto llevó a que se liberaran las redes de WiFi cercana a los edificios afectados de tal forma que, en un golpe de suerte y lucidez, quienes estuvieran en problemas tuvieran una vía para avisar de su ubicación y más importante aún, que estaban con vida.
Esto significó un golpe de esperanza a la sociedad mexicana. Poco después del sismo fuimos testigos de cómo la tecnología a través de este rubro permitió apoyar en las labores de rescate y alerta de posibles afectaciones.
En segundo lugar, fue observable que poco después de los movimientos sísmicos, especialmente en del día 19 de septiembre, las redes sociales como Twitter y Facebook, sirvieron como medios eficientes para informar los peligros y zonas afectadas. También fueron importantes para solicitar ayuda para las labores de rescate iniciales, justo cuando las autoridades no lograban organizarse para abarcar todos los lugares.
Aunado a ello, la información y recolección de víveres fue notorio, cada individuo, cada página de internet, fuera de deportes, cultural, literatura, aprovechando de la mejor forma a sus “seguidores” y “amigos” se convirtieron a través de las redes sociales como medio de difusión, formando una red de colaboración que superó por mucho a los medios oficiales. Sin embargo, esta circunstancia no fue todo el momento. Después de algunas horas (aproximadamente 12 horas después del movimiento), todo comenzó a deformarse.
Lo que había sido una red de colaboración, poco a poco llego a convertirse en un auditorio sin orden que antes de permitir la comunicación clara, fue tendiendo hacia el desorden. Mucho ruido.
La información fluía sin detenerse y sin referencias. Mensajes en los que se decía que ya no se necesitaban víveres en ciertos puntos eran contradichos por otros en los que se hacía alusión a que los víveres nunca eran suficientes; la solicitud de ayuda de ciudadanos fue cancelada por la entrada de cuerpos especializados y después vuelta a requerir.
Las personas señalaban mala organización de los grupos especializados, otros, justificaban las decisiones por cuestiones técnicas. Por supuesto, y esto es importante, se agradeció el flujo de información y las buenas intenciones, pero la falta de rúbrica con fecha y hora hacía confusa la situación.
En cuanto a la información de calidad, era cuestión de uno como usuario y ciudadano encontrar las fuentes más confiables y someternos a ellas.
Por tercer y último punto, nuevamente quedó demostrado que los alcances de la televisión abierta siguen siendo poderosa. Por un momento, la confianza en las televisoras fue devuelta. El sismo hizo lo que todos sus previos esfuerzos para limpiar su imagen no habían logrado.
Lo que siguió a continuación fue desastroso. Apareció el ruido más peligroso después del último sismo. Una pequeña estaba bajo escombros de una escuela. Todos los focos de atención voltearon a ver el melodrama de dicha escuela. Poco después se desmintió el caso. No existía ninguna niña con ese nombre. De hecho, ya no había nadie con vida bajo los escombros.
Las televisoras y las autoridades comenzaron una toma y daca para deslindarse de responsabilidad por lo que aparentemente fue un engaño. Como haya sido, autoridades y televisoras volvieron a perder la poca confiabilidad que se les depositó.
En cuanto a las enseñanzas del sismo, son muchas, respecto al uso de las tecnologías en catástrofes, nos lleva a recordar la trillada máxima echa por el tío Ben a Peter Parker (Spider-Man): “Un gran poder con lleva una gran responsabilidad”. En ese sentido, todos debemos ser como Peter Parker y sí reconocer que, si no estamos a la altura, debemos abstenernos de utilizarlos para que otros más responsables tengan la posibilidad de ayudar efectivamente. Porque es claro que, sin ruido digital, la ayuda pudo ser más eficiente, sin generar pánico ni confusiones.
Este 19 de septiembre de 2017, como en el 19 de septiembre de 1985, la sociedad mexicana volvió a ayudarse. Esa es la imagen que debemos tener todos, en la que no importaba nada, más que ayudar. Es lamentable que conforme pasó el miedo, volvió a salir el México de siempre, corrupto, ladrón, etc.; pero de eso, de eso hasta parece que ya nos acostumbramos… por todo lo demás, gracias México.
Lo dicho aquí, es con el sumo respeto que se merece la memoria de los fallecidos, sus parientes y, además, la sociedad mexicana.