Resonancia

En la encrucijada entre la modernidad explosiva y las murmuraciones de aldea, Moneyboys, primer largometraje del director C. B. Yi, propone una historia en la que ternura y rechazo adquieren dimensiones iguales. El tema que de alguna forma mueve al protagonista es el de la prostitución masculina, su trabajo, sus relaciones, sus clientes, sus colegas y sus roces con la ley. Me parece que si la película se hubiera quedado con estos elementos y los hubiera expuesto de la manera a veces morbosa que lo han hecho otras, quizás no tendría el encanto que consigue. Y es que, dicho sea de paso, hablar de la prostitución suele conllevar la estigmatización de quien lo ejerce. Esto tiene un especial tratamiento cuando se aborda la prostitución gay masculina. Sin embargo, y aquí radica el acierto que me interesa resaltar, Moneyboys logra eludir lo únicamente sórdido para elaborar un panorama con ambigüedades y vaivenes. Al mismo tiempo que la brutalidad, el desdén de la familia, la pobreza, las obligaciones sociales o el miedo van elaborando un retrato doloroso del oficio, entre escenas también se erige la historia del amor.

Dicho sentimiento provoca en Fei, el protagonista, una especie de resonancia, un sistema binario que se comunica a través del tiempo y lo hace realizar una búsqueda para enmendar sus errores. La película comienza cuando él se involucra en una relación con otro prostituto. Después de un problema con la mafia taiwanesa, Fei debe huir y abandona a su amante. El peso de la culpa lo sigue y, muchos años después, cuando un primo suyo intenta entrar al negocio, Fei quiere impedírselo. Termina cediendo y, en el abandono de sus dominios, da paso a una relación a espaldas de la familia, pero de frente a su clientela. Así, en un juego cíclico, involucra sus emociones y teme cometer el mismo error que años antes, en su juventud. No por esto quiero decir que Moneyboys sea una película romántica, pero sí que pone el punto sobre las íes a la hora de mostrar un mundo lleno de claroscuros: desesperanza, pero también el suave encanto de la complicidad.