Reseña literaria “La violencia como destino y posibilidad en el libro Hijos de la guerra” por Luis Contreras

El escenario literario actual no deja de sorprendernos con las recientes apariciones de talentosos creadores como es el caso de Enmanuel Grau (Lima, 1987), escritor egresado de la UNFV, quien acaba de publicar su primer libro: Hijos de la guerra (Hipocampo Editores, 2020), obra compuesta por un puñado de ocho relatos urbanos que, esencialmente, destacan por mostrar un sólido eje temático y su ambiciosa intención de calar en el lector a través de una prosa versátil.

En ese sentido, la ópera prima de Enmanuel retrata, bajo las percepciones de diferentes narradores (una afligida y joven Georgette, un impetuoso escritor, un reflexivo militar, etcétera), la hostil vida que deben afrontar, casi como por predestinación, aquellos sujetos que se desenvuelven en situaciones adversas, convulsas, acontecidas típicamente en los barrios más desfavorecidos de la ciudad limeña. Algunos atisbos de lo mencionado, pues, los podemos encontrar de por sí en el título y el epígrafe (cita de un verso de Javier Heraud: “Yo soy el río que viaja dentro de los hombres”) que el autor nos ofrece y que luego se encargará de confirmar con cada una de las historias que nos irá presentando.

Podemos resaltar, además, que en la obra predomina el choque constante de fuerzas opuestas que, en algunos casos, son irreconciliables. Esto se evidencia con mayor claridad en el relato “La Pampa”, que narra cómo un grupo de adolescentes (Ricardo, Monzón, Pacheco, Miranda, etc.) lucha contra un viejo comercializador de drogas por liberar el terreno baldío perteneciente a su barrio. También hallamos lo mismo en el cuento “Hijos de la guerra”, el cual relata el destino trágico al que es conducido el Chileno, un estudiante aparentemente extranjero, producto de la envidia, el recelo y la rivalidad ya existente entre los muchachos del colegio, quienes en todo momento actúan motivados por heridas anacrónicas que laten en sus memorias

Asimismo, prevalece en el libro el uso de algunas técnicas narrativas que, de manera insospechada, atrapan y mantienen en vilo al lector durante todo el tiempo que se pasa frente al escrito, incluso hasta después. 

De ese modo, encontramos inicios envolventes, que generan intriga, como el de “Desborde en la penumbra”: “La primera explosión que dejó nuestras calles en penumbras, coincidió con la crecida del río y las noticias de una inminente inundación”. 

Análogamente, prepondera el uso recurrente del flashback (alteración del orden cronológico), el cual puede gustarse con mayor delectación en “Recuerdos de Chepén”, cuando Mariana, la protagonista, a medida que recorre el hermoso balneario de Máncora, recuerda sucesos vividos 20 años atrás en esas mismas calles. 

De la misma manera, llaman la atención los finales abiertos con los que el autor suele culminar sus historias. Un ejemplo clarísimo de ello se identifica en Al otro lado del río, que luego de relatar todo el viaje que realiza un grupo de muchachos hasta la casa del Viejo, para robarle sus ganancias, nos termina anunciando un final inesperado, con un conflicto inconcluso: «El viejo se retorcía sobre esos cuerpos azotados por el agua, rasgados por las piedras, mientras que, a la distancia, la imagen de El Faro era apenas una mancha que se le escapaba. Ellos iban callados, insólitamente serenos. Cuando hubieron atravesado el río, tomaron el rumbo de Evitamiento y se encaminaron con determinación hacia el puente».

Igualmente, es necesario mencionar que en varios rincones del texto literario refulgen pasajes cargados de nostalgia tales como las que se observa en Instrucción final: “En todos estos años, acaso porque en este maldito trabajo es imposible confiar en alguien, la figura de Santos me sigue acompañando. A veces, como ahora, vuelvo a releer trozos de su libreta, que todavía conservo, como testimonio de una época, no sé si mejor, por lo menos más pura, donde cosas como la amistad eran todavía posibles”. 

Sumado a ello tenemos a la poesía, que trata de mostrarse ya sea como tópico (“Guerra perpetua” y “Juanrra”, cuentos basados en la vida de César Vallejo y Juan Ramírez Ruiz, respectivamente) o como parte de la forma (a través de las sensoriales descripciones). A su vez, a la cotidianidad que se puede reconocer gracias a escenas como la siguiente: “A quién se le ocurren cosas como esta, supongo que, a nadie, hace una hora yo estaba en mi cama tranquilo y solo el calor me hacía dar vueltas de un lado para el otro, buscando siempre la pared para aliviarme. Entonces escuché que me llamaban: salí sin ponerme las sandalias, pero no vi a nadie”.

A través de Hijos de la guerra, entonces, Enmanuel Grau no solo desnuda artísticamente la violencia que, inexorablemente, están obligados a asumir y enfrentar todos aquellos condenados a vivir en paupérrimas condiciones; sino que exhibe con elegancia sus dotes narrativos, explotando figuras literarias que se pueden hallar en la tradición heredada por grandes escritores peruanos tales como Mario Vargas Llosa, Julio Ramón Ribeyro, Oswaldo Reynoso. Estamos, así, ante una joven promesa literaria que tiene la virtud de aprovechar cada aprendizaje que le arrebata a su día a día para plasmarlos en sus esmerados trabajos cuyos méritos se expresan por su propia cuenta. 


Semblanza:

Luis Contreras Chipana. Nació en Lima el 1 de setiembre de 1994. Estudió Educación en la UNMSM. Actualmente, es profesor de Comunicación en el nivel secundario y dirige Palabra Tallada, una página que difunde contenido cultural. Algunos de sus cuentos han sido publicados en diversas revistas literarias como Tarpuy, La Resistencia, Sexta Fórmula, Libre e independiente y Tertulia Cero.