Relato «El maestro» por Gustavo Ramos

Fotografía del 1 de junio de 2016 muestra sillas y escritorios en un salón de clases abandonado en una escuela secundaria pública en Caracas, Venezuela. Oficialmente, Venezuela canceló este año 16 días de escuela, incluyendo clases del viernes, debido a una crisis de producción de electricidad. En realidad, los niños venezolanos están perdiendo ahora un promedio de 40% de tiempo de clases, calculó un grupo de padres de familia, y una tercera parte de los maestros falta a clases cualquier día dado para formarse en filas para conseguir alimento. (AP Foto/Ariana Cubillos)

 

–Soy el maestro suplente. Su maestro no pudo venir hoy, está enfermo  –comienza la clase el Diablo.

–Hoy hablaremos de “la Odiología”  –prosigue.

Los chicos miran extrañados.

–Sí, no me miren así, “la ciencia del odio”. A ver, pónganse a pensar en todo lo que hace daño y les agrada, todo lo que les gustaría hacerle a alguien, desde la simpleza de meter un petardo en la boca de un sapo y divertirte al verlo saltar en pedazos y que su lengua serpentee en el aire, hasta tirarle con una gomera a un pájaro. Pero piensen en algo más allá, piensen en seres humanos. Busquen dentro suyo, todos tienen el mal, el deseo de hacer sufrir a otro, el odio heredado, el miedo irracional que se convierte en asesinato. ¿No les gusta ver películas de acción, de guerra, de hombres con pistola que se ganan a la joven más bella, disparar a cuánto se mueva, un cowboy, un gánster, un policía de Los Ángeles? El sufrimiento los alimenta, recuerden eso. Cuanto más hagan sufrir, más vivos y felices se sentirán. El odio es indiscriminado. No hay razón ni credos, sólo seres humanos odiándose por ideas absurdas que intentan ocultar el verdadero motivo, el mal que poseen, a diferencia de esos otros seres de este planeta, movidos por instintos de supervivencia, pero la crueldad humana supera el alimento y el cobijo, allí hay otra cosa, ¡es el placer! El placer que yo les… ejem, bueno, pero… no nos vayamos del tema. ¿Qué dicen ahora? ¿Conocían o no conocían esta ciencia, alumnos? Creo que sí han escuchado de ella ¿No? ¿Saben de lo que les hablo? ¡Sí, no sean tímidos! ¡Vamos! ¡Levántense! ¡¿Qué esperan?! ¡Pueden practicar lo aprendido ahora mismo con sus compañeros! ¡A jugar! ¡A ver quién sabe más!

Los niños lo miran y luego se miran entre ellos. Los grupitos separados se unen pero no por agrado, sino para la guerra.

Los niños, las niñas, todos en pelea. Crueles, levantan a uno con lentes, el más débil, entre unos cuantos más atléticos, fanáticos del futbol, que lo tiran y lo patean insaciablemente. Después, la lucha ya es indiscriminada, todos contra todos, motivados por la sangre del primer abatido. Empiezan a tirarse con sillas, a estirarse las colitas las niñas e incrustarse las patas de hierro de las mesas los varones, luchando con lápices, lapiceras puntiagudas, tijeras, compases y borradores.

El Diablo observa sonriendo la escena en sangre. Escribe sobre el pizarrón el tema del día con pulso relajado y se va satisfecho al ver en silencio el aula.

 

                                                       

Semblanza:

Gustavo Ramos (1984, Quilmes, Buenos Aires) demostró tempranamente su interés por la literatura cuando ya en su adolescencia se acercó a autores como E. A. Poe, A. Chejov o J. L. Borges. Es profesor de literatura y ha ganado premios de poesía en dos oportunidades. Fue uno de los fundadores del ciclo de lectura mensual “Club Atlético de Poetas” en la ciudad de Bernal, localidad de Quilmes, que aún continúa desarrollándose. Publicó su primer libro de poesía Un instante en la noche en la editorial independiente Milena Cacerola de Argentina en 2015.